Narradora
Después de un rato consolando a la hija de Nix, ambos jóvenes se encontraban acostados.
—Sabes que nunca te voy a dejar —habló Nico y la abrazó por la espalda.
—Lo sé, pero temo que en esta guerra me aparte de tu lado —respondió con algo de tristeza.
Ayla volteó a ver a su novio y éste la empezó a besar, ella seguía el ritmo, y ese ritmo fue aumentando más y más hasta que se empezó a volver apasionado.
Nico le empezó a quitar la playera que tenía, Ayla le fue quitando el cinturón, su pantalón.
Ella empezó a acariciar el cabello del hijo de Hades, mientras que él acariciaba el cuerpo de la chica; le fue dando besos en su cuello.
El hijo de Hades estaba encima de ella.
—¿Segura que quieres hacerlo? —pregunta mientras sus ojos hacen conección con los de la chica.
—Claro que si —ella lo mira.
Poco a poco empezó a soltar gemidos y a la vez, pronunciando el nombre de su novio.
En estos momentos daban gracias a que las niñas estuvieran en la casa grande con su tía. Ella le empezó a dejar marcas de besos en su cuello, y él en sus brazos y uno en su cuello. Y poco a poco se fueron quedando dormidos.
Al día siguiente Nico se despertó primero, y pudo contemplar como dormía su novia. Tenía un rostro pacífico. Él siempre quería ver ese rostro por el resto de sus días.
Se levantó de la cama, evitando despertar a su novia, tomó su ropa y se fue a dar una ducha.
10 minutos después despertó Ayla, escuchó que caía agua del baño, así que supo que era su novio bañándose.
—Hola mi dormilona —le dice mientras le muestra una sonrisa.
—Lo dice el que luego se levanta a medio día —le da un beso en la mejilla—. Mejor vete a tu cabaña que puede venir alguien y nos atrapa —sugiere la pelinegra.
—Está bien, te veo luego —se va por viaje sombra.
Ayla se cambió y se puso un pantalon tipo militar de color negro, una playera de manga larga, botas y una gorra; todas de color negro. Dejó su cabello suelto, dando hasta mitad de espalda.
Fue a la casa grande y le dijo a Quirón que iba al olimpo. Una vez hecho esto, abrió un portal y antes de que entrara, alguien le habló.
—Voy contigo —se da la vuelta y lo mira.
—Percy, no. Esto no es tu asunto —le habla de manera seria.
—Claro que lo es. Desde que eres semidiosa y mi hermana. Y los hermanos siempre se apoyan —ella suelta un suspiro y accedió a que la acompañara.
Ambos cruzaron el portal y se encontraban ya en el Olimpo.
Entraron a lo que era la sala en dónde se encontraban los tronos de los dioses, al entrar, vieron que era un caos; pues todos los dioses discutían acerca de la guerra que se avecinaba. Los dioses, al percatarse de que los hijos de Poseidón estaban presentes, detuvieron su discusión.
—Miren quién está aquí, nada más y nada menos que la culpable de todo este caos —dice el dios de la guerra.
—Es un gusto verte Ares —le sonríe de manera sarcástica—. Sé que es mi culpa, y no es necesario que me lo recalques —responde con cierto enojo y seriedad—. Es por eso que vengo a averiguar cómo puedo solucionar esto... —respira profundo—. Cronos me quiere por el poder que tengo, pero estoy incompleta; ya que no tengo los poderes de mi padre —comenta.
—De hecho... —menciona Poseidón—. Si los tienes.
—¡¿Qué?! —exclaman ambos hijos del mar.
—¿A qué te refieres? —la chica lo mira.
—Tu poder lo has tenido cerca de ti —mira hacia el collar y Ayla por inercia lo toca—. Tu collar guarda el poder que te quitamos cuando eras una bebé, y tu madre se encargó de guardar ese poder en un objeto que siempre llevaras contigo. Pero eso te lo íbamos a dar cuando tu llegaras al campamento —explica el dios de los mares.
—Genial, las cosas no pueden ir de mal en peor —ahora estaba preocupada—. ¿Y no hay manera de que desaparezca ese poder? —mira a los dioses.
—Sí, pero es muy arriesgado, y no del todo desaparecerá —responde Hera.
—No entiendo —dice un Percy confundido.
—A lo que se refiere Hera es...que podemos quitarle el poder a Ayla, pero no podemos deshacernos de su poder, y si es quitarle eso; implica a que le quitemos tanto el poder por parte de Poseidón como por el de Nix —esta vez responde la diosa de la sabiduría, aclarando la duda de Percy.
—Al punto de volverme una... —es interrumpida por Apolo.
—Una mortal —termina la oración.
—Tengo una idea —responde ella.
* * *
—¡Estás loca! Eso es arriesgado —exclama Percy.
—Percy...es la única manera. Me quiere nada más a mí. Y si no hacemos esto, es probable que más semidioses mueran. Mínimo que sea un tipo de retraso en lo que ustedes planean todo —responde mientras aguantaba las ganas de llorar—. Prométeme que no le dirás nada a los chicos, en especial a Nico y a las niñas. Solo se lo podrás decir a Annabeth y yo a Quirón —Percy asiente.
—Lo prometo —dice con algo de dificultad.