La hija del daimyo

Capítulo 8

Nene traspaso las inmensas puertas de la ciudad acompañada de un pequeño grupo de artistas ambulantes. Los encontró cuando salía de un pequeño pueblo. Un niño se había perdido y ella ayudo en su búsqueda. Como agradecimiento, le dejaron que los acompañara.

                La ciudad bullía de actividad y a medida que avanzaban, los ciudadanos iban mostrando curiosidad por los artistas. La joven fue apartándose de la multitud poco a poco, hasta que se escabullo entre un grupo de jóvenes que se habían parado a hablar con unas chicas. Si se quedaba allí, tenía más posibilidades de ser descubierta y, necesitaba pasar desapercibida.

                Lo primero que hizo fue recabar un poco de información.  Para ello, se adentró en el barrio de ocio. Seguramente desde que estaban allí los generales, se habían producido fiestas y banquetes todas las noches. Si se buscaba información importante, era allí. Estuvo tentada a ir al Barrio Rojo, el barrio del placer, donde seguramente le sería más fácil saber algo. Las mujeres de placer solían ser más indiscretas. Sin embargo, no se atrevía ella sola y no tenía con que pagar la información. Debía de llegar hasta Tsuneoki y contarle la traición de Katsuei, aunque antes lo mataría por dejarla sola. Deambulaba por la calle cuando de una de una casa escucho gritos.

  • ¡Esa pequeña rata! – parecía la voz de una mujer mayor.

Una multitud se congrego casi al instante en la puerta. La joven se mezcló entre los curiosos. Vio a una niña de unos 12 años, arrodillada frente a dos mujeres mayores y una geisha, que se apoyaba en la puerta.

  • Se supone que debías vigilarla – gritaba una mujer mayor a la niña ¿Cómo ha podido huir?
  • Midori nos pidió que fuéramos a buscar melocotones – dijo la niña – se escapó mientras pagaba.
  • ¿Melocotones? – la mujer mayor miro a la geisha ¿Es eso cierto? Había melocotones aquí dentro, ¿Por qué…?
  • ¡La has ayudado a huir! – la mujer mayor cogió a la geisha, que se había quedado perpleja, y se adentraron en la casa.

La otra mujer levanto a la niña y de un brazo la llevo para dentro también. La multitud empezó a susurrar entre ellos, pero pronto se hizo el silencio. Los gritos que se dirigían unas a otras llegaban a la calle.

  • Esa niñata me estaba chantajeando – gritaba la geisha – tuve que hacerlo. Iba a decírtelo todo.
  • Las geishas no pueden tener amantes – gritaba la mujer – has deshonrado esta casa. Quítate la ropa ahora mismo. Serás llevada al Barrio Rojo.

Una exclamación recorrió la multitud. Nene pregunto a la gente que estaba a su alrededor que pasaba.

  • No hay mayor deshonra para una geisha que ser desterrada al Barrio Rojo – le explico un comerciante – tienen prohibido tener relaciones con los clientes o enamorarse.  Si se descubre pierden el estatus y son vendidas al Barrio Rojo, donde continuara pagando las deudas como geisha, aunque ya no lo sea.
  • ¿Qué van a hacer ahora? Solo tiene esta geisha y las maiko son demasiado jóvenes para ir al banquete de esta noche – dijo una joven.
  • ¿Banquete? – pregunto Nene.
  • El shogun ha decidido dar un banquete esta noche – explico el comerciante – van a estar presentes todos los generales. Todas las casa tienen orden de enviar una geisha.

Nene sonrió. Había encontrado la forma de acceder a ese banquete.

Tsuneoki se encontraba cerca del rio observando distraído como los pescadores faenaban. Corría el rumor de que Mistuhide había añadido a su ejército  los monjes supervivientes del monte Hiei. Si eso era cierto, debían actuar con rapidez. Quizás decidiera atacar Kioto, aunque no lo creía muy probable. Todos los generales estaban aquí y también Tadamasa, quien era su aliado. Además, estaban también las tropas del Shogun. Por lo tanto, presentarse aquí, sería un suicidio. ¿Tal vez estaba usando a Tadamasa de escudo? ¿Quería conocer a través de él, cuantas alianzas tenia? El emperador lo había aceptado como gobernador de Owari, por lo tanto podía acceder al reparto de tierras.

 También le preocupaba su amigo. ¿Realmente podía confiar en él? Era cierto que lo había dejado marchar y que le prometió un medio para acceder al banquete, pero verlo cerca de su hermano no le inspiraba confianza. Ranmaru nunca había ambicionado el poder, pero tampoco traicionaba a la familia. Otra preocupación que añadir a su lista era el hombre que lo acompañaba. ¿Quién podría ser? ¿Quizás un sirviente? ¿Un espía? Demasiadas preguntas sin respuesta.

Algo cayó al suelo y lo saco de sus pensamientos. Un joven pescador había dejado caer la mercancía al paso de unas jóvenes que se dirigían a lavar la ropa. Rápidamente fue reprendido por su superior mientras las chicas reían divertidas. Tsuneoki suspiro y pensó en Nene. ¿Dónde se habría metido? Ranmaru ni se inmuto cuando le dijo que desconocía su paradero. ¿Acaso sabía algo y le estaba ocultando información?




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