La Hija del Diablo

27. Bosque Muerto

Ignis

 

Ania abrió sus ojos, y los rayos de sol que entraban por el hueco que quedó entre las cortinas del gran ventanal de sus aposentos hizo que el naranja de su mirada brillara todavía más. Me habría perdido en unos ojos que eran iguales que los míos si no fuera porque me di cuenta de que no estaba sola. A su lado, una mata de cabello castaño ondulado llamó mi atención. Estaba tumbado de lado, de espaldas a ella. Ania también lo miró, y cuando lo hizo su expresión se tornó más despierta, porque esbozó una gigantesca sonrisa.

Apretó contra su pecho las sábanas blancas que cubrían su cuerpo y se levantó de la cama, arrastrándolas consigo. El chico soltó un gruñido molesto cuando su cuerpo desnudo quedó al descubierto. Por suerte, desde la posición en la que estaba no vi nada más que su anatomía vista desde atrás.

Llevé rápidamente la mirada hacia Ania para evitar ver más piel desnuda. Supe quién era en cuanto el chico se dio la vuelta en la cama y apoyó la cabeza en su antebrazo para observarla con ojos adormilados.

—¿Por qué te tapas? —cuestionó con voz ronca y perezosa, medio cerrando los ojos a causa del sueño—. Te he visto desnuda varias veces, Ania.

—Y por eso mismo no necesitas abusar de ello.

Gevan soltó un bufido.

—Tonterías.

Se movió un poco hacia una de las esquinas de las sábanas, estiró su brazo y en cuanto agarró la tela tiró de ella con fuerza. Ania ni siquiera se percató de sus intenciones hasta que su cuerpo desnudo quedó al descubierto. Con las mejillas rojas miré a Gevan, quien esbozaba una sonrisa triunfal. Ya no parecía adormilado.

Llevó sus dos manos tras su nuca y se acomodó sin despegar la mirada de ella. Con poca vergüenza la escaneó de pies a cabeza.

—Siempre consigues lo que quieres —farfulló ella cruzando los brazos sobre sus pechos.

—Soy el rey de Neterak. Todo lo relacionado con este territorio me pertenece.

—Excepto yo.

La sonrisa de Gevan se hizo más amplia cuando se incorporó y estiró su mano hacia ella.

—Tienes razón —admitió con las pupilas dilatadas. Ania, algo confusa, dio un paso hacia él y aceptó su mano—. Soy yo quien te pertenece a ti. Así que...

Ania soltó un chillido de sorpresa cuando Gevan tiró de ella y la hizo rodar sobre la cama hasta que él quedó sobre su cuerpo.

—Se mi reina, Ania.

Las mejillas de ella se tornaron de un intenso pero tierno color rojo en cuanto Gevan apoyó los antebrazos a cada lado de su cabeza y la observó de una forma tan pura que era imposible descifrar. Aunque era un momento demasiado íntimo de ellos, no pude apartar la mirada.

—¿Qué? —fue lo único que salió de los labios de ella.

—Se la reina de Neterak.

—Gevan, ¿eres consciente de lo que me estás pidiendo?

—Por supuesto que lo soy. Te estoy suplicando que tomes la corona que te pertenece.

La mirada de Ania gritaba muchos sentimientos, la mayoría cálidos, como si la petición de Gevan significara mucho para ella. Apretó sus labios, intentando ser racional.

—No soy parte de esta corte. Nací en Caregnis, y como tal, no puedo gobernar en ningún otro reino.

Supuse que él esperaba que Ania aceptara, porque su expresión se endureció un poco ante ese rechazo. Se separó de ella y se arrodilló sobre el colchón a los pies de ella.

—¿Quién dice eso?

—Los dioses, ¿te parece poco?

—No les debo nada —formuló con tono duro—. Ellos no me crearon, nací gracias a las pesadillas de los humanos. No son ni mis creadores ni mis jodidos padres. Además, ¿qué te ha hecho cambiar de idea? Hace un año encaraste a tu padre y le dijiste que te casarías conmigo. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

Ania entreabrió sus labios mucho antes de que pareciera procesar la pregunta. Se incorporó y arrastró su cuerpo hacia atrás, hasta que su espalda chocó con la cabecera. Después agarró las sábanas y volvió a tapar su cuerpo con ellas.

Gevan, claramente preocupado, gateó hacia ella y se sentó en frente. La imagen de la habitación en la que se hallaban comenzó a emborronarse hasta que desapareció por completo y solo quedaron ellos sobre la cama en mitad de la nada. Era la viva representación de los momentos en los que parece que solo existís esa persona y tú.

Me acerqué a ellos para poder observar y escuchar mejor.

—Decías que no te importaban los dioses. Te escuché decirlo. Cuando hablamos de casarnos en un futuro no me dijiste que no.

—Era claramente una idea disparatada. Solo estábamos fantaseando y creyéndonos los reyes del mundo. No podemos.

—Ania...

—¿No tengo derecho a cambiar de opinión? —espetó sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Lo escuché suspirar, y justo después, llevó una mano hacia la barbilla de ella y la obligó a mirarlo. Los ojos verdes de Gevan no solo brillaban, sino que las pupilas se hicieron finas, como la primera vez que se vieron.

—Lo estoy oliendo, Ania. No lo escondas.

Gevan le tendió la mano, y Ania tras verla, la rechazó negando con la cabeza. Transcurrieron unos infinitos segundos cuando por fin lo soltó:

—Me da miedo, ¿vale? ¿Era eso lo que querías saber? Pues sí, estoy asustada.

La expresión de Gevan se transformó en una de completa confusión. Por más que la analizara, parecía no entender por qué ella tenía miedo. Le soltó la barbilla, pero no se alejó.

—¿Por qué?

—¿Que por qué estoy asustada? —él asintió—. Creo que no necesitas pensar mucho para saberlo.

Y eso hizo al parecer: pensar. Contra más tiempo pasaba, más se fruncía el ceño de Gevan y más confuso se veía. Ania lo observaba como si no pudiera creérselo. Por un momento pensé que le dejaría con la duda, pero tras tomar una profunda bocanada de aire, dijo:

—Porque temo que alguien te haga algo. Temo que algún rey consiga herirte, o que algún dios ose arrebatarte de mis manos. —Notó que Gevan no reaccionaba, así que siguió hablando—. Los dos sabemos a qué nos enfrentaríamos si decidiéramos contraer matrimonio. Desde nuestros orígenes se nos ha prohibido casarnos con miembros de la familia real de otro reino. Sé que te da igual, que los odias a todos y que no podría importarte menos lo que ellos quisieran, pero si tú...



#14576 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

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