La historia corta de Layla West

S E I S

Escucho el ruidoso sonido de mi alarma, indicándome que es hora de levantarme. Como odio madrugar. Veo y son las seis y media. ¡No me lo puedo creo!

Me levanto de mala gana y me meto a la ducha. Salgo, me seco con una toalla y voy a mi armario. Saco mi ropa interior, me pongo un calentador negro con rayas blancas a los lados, una blusa blanca y los zapatos que me compre ayer.

Recojo mi mochila y meto mi uniforme, ayer lo lave y huele delicioso. También guardó mi celular y mi billetera. Me hago un moño alto y me maquilló, delineador negro, un poco de blush rosado y labial del mismo color. Estoy más que bien.

Llevo la maleta a mi hombro, bajo las escaleras y entro a la cocina. Dejo la maleta encima del mesón. Me preparo dos sándwiches con queso y mortadela. Desde que llegue aquí, mi apatito también llego. Y para mí eso es más que bien, he perdido mucho de peso.

Veo la hora y ya son diez para la siete ¡como vuela la hora! Recojo la maleta y las llaves. Cierro bien la puerta, abro las rejas. Voy hasta el garaje y alzo la puerta, camino hasta el escritorio y recojo el control. Regreso al auto y me tropiezo con una de las cajas que están en el piso, esta se gira y un sobre manila grueso sale disparado. Lo recojo, esta sellado. No tengo tiempo para revisarlo, mejor después. Le saco el seguro al auto, abro la puerta. Tiro el sobre y la maleta en el asiento del acompañante y me subo. Saco el auto y cierro todo.

Quince minutos después llego, parqueo el auto cerca y camino. El local esta aun cerrado solo hay una puerta a un lado que debe ser ahí la entrada.

Camino, y entro. El local tienes unas luces prendidas y casi no veo gente.

—Hola— escuchó atrás mío, me doy la vuelta y veo que es la chica que me ayudo el primer día que estuve aquí.

—Hola, soy Layla—me presento.

—Si escuche hablar de ti— ¿de mí?— Soy Emily Tomps, un gusto— le doy un beso en la mejilla— ven tienes que acompañarme, tienes que cambiarte. Ya mismo llega la supervisora y no queremos verla enojada— reímos y caminamos hasta los vestuarios.

Me cambio de ropa y ya estoy lista para trabajar.

Miro los Lockers y es uno de ellos tiene mi nombre, guardo mi maleta.

—También guarda tu celular, si te lo ven te llamaran la atención— asiento y lo guardó en la maleta. Es mi primer día, no quiero que me estén repelando. Tengo que dar una buena impresión.

Salimos de los vestuarios, y afuera hay una señora o señorita, sí creo que más señora. Es más o menos de mi tamaño (1,65), tiene el cabello negro hecho una coleta alta, los ojos mieles y tez blanca. Es simpática pero le pongo treinta.

—Buenos días señoritas— la voz no la ayuda, parece como si estuviera ronca, me mira — ¿Usted es Layla West?

—Si la misma— entrecierra los ojo. ¿Dije algo malo?

—Emily, enseñarle todo. Estarán en el puesto de atención al cliente— se retira, la veo que sube las escaleras.

—Ella es Verónica Cathf, es la supervisora de la mañana— la miro y abro la boca, entonces... ¡ups!

Nos reímos y me enseña el lugar.

Emily me enseña el movimiento, y mi trabajo. Es simpático, lo que tengo que hacer es ayudar a la gente escogiendo ropa (a veces es hostigoso) pero no puedo quejar.

Saque más cincuentas blusa, para mostrársela a una señorita (odiosa) para que diga, que no le gusto ninguna. Ahora me encuentro doblando toda esta ropa para ponerla en su lugar.

— ¡Hola!— miro a un lado y es Edgar, le sonrió.

—Hola— le devuelvo el saludo y sigo doblando la ropa, las ponga en los estantes.

— ¿Cómo te está yendo en tu primer día?

Lo miro y sonrió un poco, en verdad no me gusta hacer muchas amistades. Cuando uno ha sufrido lo mismo que yo, la soledad es tu mejor amiga. Pero gracias a mi fuerza de voluntad estoy apartando a esa amiga y tardando de ser más sociable. Ese es la primera regla que tienes que aprender, si quieres olvidar los malos recuerdos del pasado.

—Bueno, un poco pesado. Pero trabajo es trabajo— digo poniéndome en frente de él.

—Si tienes razón, soy surfista pero...

— ¡Eres surfista! Es... increíble— siempre quise aprender a surfear. En un verano mi papá nos llevó a mi hermano y a mí a una competencia, de ahí prometí aprender pero...

—Sí, ¿te gusta surfear?— me pregunta y se acerca más a mí. Tiene una sonrisa de oreja a oreja.

Con Edgar me siento en confianza, como si fuera un amigo que nunca tuve. El me hace sentir en tranquilidad.

—Bueno en verdad no sé, pero siempre quise aprender, pero... no se pudo por cosas de la vida—Me acuerdo que mi padre nos iba a llevar a clases de surf, pero sucedió lo que ya sabemos.

—Si quieres te puedo enseñar— una sonrisa se forma en mi rostro.

— ¿Lo dices enserio? ¡¿Me enseñarías?! Eso sería fantástico— creó que mis ojos verdes están brillando. Me encanta aprender deporte extremos. Y como soy una nueva Layla, todo puedo logar si lo deseo.

—Si claro, en los días libres vamos y comenzamos las clases— es una gran noticia, solo me falta brincar y listo. Pero no puedo estoy en mi trabajo.



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En el texto hay: bullying, romance juvenil, romances

Editado: 02.03.2019

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