La historia corta de Layla West

N U E V E

Veo la hora en mi celular son las siete de la noche, en una hora tengo que ir a la playa. Estoy indecisa si ir o no.

Me tiro en el mueble. Todo el sueño que tenía se me esfumo. Muevo mi cabeza, mejor iré. Me paro del sofá y subo las escaleras hasta mi cuarto, abro mi armario y... no tengo mucha ropa de donde escoger. Tengo que ir de compras, examino mi ropa y escojo uno short azul y una blusa blanca. También escojo unas zapatillas naranjas.

Cojo ropa interior, la dejó en la cama y me meto al baño a darme una ducha. Salgo con una toalla envuelta. Me visto. Cojo una cartera que es de cruzar, ahí guardo mi celular y mi billetera.

Bajo las escaleras veo la hora ya falta media hora. Reviso la nevera, escojo algunas frutas y la pico en cuadritos.

Cojo mis llaves y salgo. Conduzco, hace un momento pregunté a una señora donde quedaba la playa, me dijo a veinte minutos. Estoy lejos.

Me paro en un semáforo que está en roja, me paso las manos por mi cabello suelto. En el asiento del copiloto veo el sobre de manila que guarde en la mañana. Me había olvido verlo, lo cojo esta sellado. Rompo el sello, pero los carros pitan y veo que el semáforo ya cambio a verde. Dejo el sobre en lugar donde lo encontré y conduzco.

Llego a un parqueadero cerca a la playa, pero ahora que me doy cuenta... ¡LA PLAYA ES INMENSA! Donde lo voy a encontrar. Saco mi celular de mi cartera, y le mando un mensaje.

Buenas noches Anthony. ¿Dónde estás?, la playa es inmensa y no me degastes una dirección concreta.

Envió el mensaje, apago el auto. Me recuesto en el asiento.

Mi celular suena, veo que un mensaje de él. Lo abro y lo leo.

Te espero en el parqueadero del sector B, donde está la entrada de Miami Beach. Me alegra que no hayas declinado mi invitación.

Suspiro, qué hubiera pasado si hubiera declinado. Me dio una punzada en corazón, ¿Qué pena? Debe ser feo que te plante.

Miro el letrero, estoy en estacionamiento A, prendo el auto y conduzco hasta el lugar.

En unos minutos llego, lo veo. Los nervios salen a vista. Siempre están ahí cuando uno ni siquiera los invita. Él está recostado en su auto, un jeep negro. Enamorada de ese auto. Me parqueo alado de él que hay un espacio vacío.

Lleva puesto una pantaloneta azul marina y una playera blanca y zapatillas negras, se lo ve tan... ¡Layla!

Apago el auto, cojo mi cartera y bajo de mi auto, lo veo sorprendido.

—No sabias que tenías auto... ¿es un Santa fe?— pregunta y asiento.

— Era de mis padres—miro a los lados— bueno ¿y ahora?— digo.

Sonríe y me estira la mano, la agarro y me hala. Que brusco para tratar con una dama. Cruzamos el parqueadero y llegamos a la arena, se me entra arena en las zapatillas, pero no me importa. Es una sensación increíble, estar en este lugar me trae hermosos recuerdo.

— ¿Dónde me llevas?— le pregunto, miro a los lados. No hay ninguna alma.

—Es una sorpresa— me mira y sonríe, mis manos sudan. ¿Por qué este hombre me pone así?

Caminamos un poco más, y puedo visualizar una mesa con un mantel blanco, dos silla y alado de ella hay unas antorchas. El viento no ayuda, hace que mi cabello se hace un lado y eso me molesta hubiera traído un liga.

Caminamos hasta ella. Nos detenemos. La mesa está bien decorada. Hay unas velitas electrónicas, dos platos blanco y debajo, unas servilletas de tela.

— ¿Qué es esto Anthony?— pregunto. Lo miro él sonríe y me llevo mi cabello atrás de las orejas. Aun me tiene cogida de la mano.

—Hasta que al fin me llamas por mi nombre— sonríe, como adoro esa sonrisa. Hay miles de mariposa en mi estómago.

Ahora que mosquito me pico, estoy comenzando a decir pura babosadas. Tú no eres así, Layla.

—No estamos en el trabajo—digo tratando de que mis nervios, no se noten.

Mala hora en aparecer.

—Bueno, en la tarde te invite a cenar y me la rechazaste, así que se me ocurrido la brillante idea de la cenar en la playa— me tenso, miro la mesa jamás en mi vida me habían hecho esto es la primera vez, que alguien se interesa en mí.

—No desviste— digo, sonando más como un susurro.

Me agarra del brazo y me pone enfrente de él. Puedo ver sus ojos azules como brillan. Mi respiración está cada vez más fuerte. Tenerlo tan cerca me provoca que mis piernas tiemblen, en cualquier momento caigo.

—Lo hice... por qué me gustas Layla. Me gustaste del primer día que te vi— pega su frente con la mía, y mis nervios estallan, se me declaro por segunda vez. Trago saliva, mi corazón late a mil por hora.

—Antho...— comienzo a decir pero no puedo.

— ¿Qué te parece si nos sentamos a comer?— asiento, nos separamos. Me hala la silla para que me siente. Se lo agradezco. Corre a su puesto. Tiene una sonrisa de oreja a oreja.

Nose porque se tiene que interesar en mí, en una chica que lo ha perdido todo. ¡No es así Layla!, el trata de alzarte de tus cenizas. Pero si él no me conoce, no conoce nada de mí. Capaz si supiera por lo que pase, no querría estar conmigo.

Siempre negativa.



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En el texto hay: bullying, romance juvenil, romances

Editado: 02.03.2019

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