El trabajo marchaba bien, mis jefes estaban contentos con mi desempeño así que poco a poco me asignaron más obligaciones y una de ellas era comunicarme por radio con el personal encargado en las obras que tenían en otras entidades del país.
Casi todas las mañanas alrededor de las 10:00 llamaba por teléfono uno de los ingenieros encargado de una de las obras en Puerto Ordaz, el señor Abel, cuando lo escuché por primera vez deduje que era un señor mayor, su tono de voz era sumamente suave, pausado, reflejaba una tranquilidad inmensa, sosegado, no atropellaba como la de otros encargados, por el contrario emanaba una paz impresionante y hasta a veces sentía que era yo la que tenía que completar sus pensamientos e ideas rápidamente para pasar a otra llamada.
Esto se hizo notorio en él, ya que en una oportunidad me dijo que no le pasara la llamada tan rápido a lo que contesté que mi deber allí era precisamente gestionar las comunicaciones a la brevedad sin dejar a las personas esperando por mucho tiempo, pero el insistía en que también quería conversar conmigo.
En los momentos en que esperaba para ser atendido por mis jefes manteníamos una conversación amena, poco a poco comenzamos a compartir detalles de nuestras vidas, que hacíamos en nuestros ratos libres, que hobbies nos interesaban, sentíamos que éramos afines en muchas cosas y él tenía una filosofía de vida admirable, siempre se le sentía feliz, alegre, pleno, lástima que la realidad contrastara tanto porque cada vez que indagaba sobre su edad evadía la respuesta y solo me decía:
── Ely tengo muchos años, los suficientes para orientarte debidamente.
Y en ese instante sentía tanta nostalgia, deseaba tanto que fuera contemporáneo conmigo y por supuesto confirmaba mi sospecha que estaba ante alguien sumamente mayor y que tal vez podría representar la figura de un padre.
Las conversaciones se tornaron un poco más personales cada día, preguntaba cosas sobre mí y se interesaba mucho en mis estudios y proyectos y a su vez me contaba como la pasaba el en la obra alejado de su familia.
En mi mente lo dibujé como un hombre de unos 50 y tantos años con canas, de mediana estatura, creo que debido a que como ya lo había mencionado antes, todo el personal en esta oficina era gente prácticamente de 45 años en adelante.
Sus llamadas eran diarias y continuas, se reportaba e informaba como avanzaba la obra, realizaba requerimientos, solicitaba el envío semanal de los pagos pendientes, solíamos charlar mucho e inclusive cuando ya no tenía motivos para continuar con la llamada solicitaba que lo transfirieran nuevamente a la central con la excusa que se le había olvidado comentarme algo.
Siempre recibía sus recomendaciones con agrado, nunca se sabe, no había que desestimar los concejos de las personas con experiencia porque tal vez más adelante pudieran serte de mucha ayuda, en una oportunidad me sugirió que una vez graduada debía pensar en la posibilidad de buscar empleo en mi especialidad, yo estaba clara en esto, era lo que yo quería y de hecho ya me lo había planteado.
Así transcurrieron los días y semanas entre el trabajo y los estudios hasta que llegó el momento de realizar mis pasantías y tuve que ausentarme por tres meses continuos, mis jefes me apoyaron en esto y me dejaron partir con la condición que regresara nuevamente.
Bertha se encargó de la central telefónica, de la recepción y la radio, se negaban a traer otra persona solo para comprometerme que no fuera a escabullirme a otro sitio.
Mis pasantías las realicé en una pequeña filial de un Banco en la Sucursal Dos Caminos. Aquí fui recibida por 2 profesionales en Recursos Humanos, una Licenciada en Administración de Personal y la Otra una Psicólogo Industrial. Luego de realizarme la entrevista me advirtieron que por ser una pequeña sucursal no podría abarcar todas las áreas pero que ellas iban a poner todo su empeño para que las practicas fueran todo lo metódicas y precisas e intentar ayudarme en aquellos aspectos en los que no se podía profundizar, de hecho en una que otra oportunidad me enviaban con colegas suyos en otras empresas y allí pasaba un día o dos observando los procedimientos y absorbiendo todo los conocimientos posibles.
Dentro del banco mi orientación se dirigió específicamente a los procesos de Reclutamiento, Selección, Remuneración y Bienestar Social.
Fue una experiencia única, adquirí herramientas nuevas para mi futuro desempeño en esta área, retuve todo lo que pude y más, las licenciadas estaban también encantadas con mi desempeño y deseaban que me quedara con ellas en la agencia.
Algo que me sorprendió muchísimo fue que en el Banco mientras realizaba mis pasantías recibí varias llamadas que no me esperaba, era el Ing. Abel, por lo menos una vez a la semana llamaba para saber de mí, como la estaba pasando, si podía ayudarme en algo.
Fue muy extraño, de repente no sabía cómo seguir la conversación ¿porque esta persona me llamaba durante mi licencia de trabajo? Esto me dejó muy desorientada y un buen día se me ocurrió preguntarle porque lo hacía, su respuesta inmediata fue:
── Ely extraño mucho conversar contigo a diario.
── Es como algo imprescindible para mí escuchar tu voz. ── Pero si te molesta, puedes decírmelo.
Decírselo, decirle que? ¿Como? Lo dejé pasar, no estaba preparada para indagar como me afectaba o no que lo hiciera, total ya pronto culminarían las pasantías y tendría que regresar a mis labores, así que, qué más daba.