Capítulo III: Mi amigo José...

Pasaron unos 6 años, me encontraba durmiendo en mi cuarto y fui despertado al apagarse el ventilador, todo estaba oscuro, otra vez volvió a fallar la luz eléctrica, me paré y vi a mi hermano dormido, de pronto sentí una sensación extraña, un escalofrió que me corría por los pies y llegaba a mi cabeza dándome el impulso de salir del cuarto. Cuando salí, mire a mi alrededor y vi el enorme árbol de navidad apagado y toda la sala permanecía oscura, cuando veo el camino para dirigirme al cuarto de mis padres, algo me paralizó, como aquel día que no podía hablar ni moverme, al mirar por la ventana vi otra vez la montaña con el enorme resplandor, llegó a mi mente los gritos de esas personas que morían calcinadas por el verás incendio, estaba allí con todas esas personas sin poder hacer nada, viéndolas morir ¡qué dolor más grande! solo lloraba cuando repentinamente fui sacado de mi trance al escuchar la voz de un vecino gritar:

-¡Alfredo! ¡Alfredo! Explotó la planta eléctrica de Tacoa, la candela viene.

De repente sentí que me tocaron el hombro y volteé resaltado y vi que era mi padre que en ese momento le contesta al vecino que no podía ser posible, que Tacoa quedaba muy lejos para que llegara la candela, mi padre me miró y me dijo al ver tantas lágrimas en mis ojos:

-No te preocupes, ve y acuéstate con tu mama que yo voy a estar pendiente.

Yo le respondí con mucho dolor:

-Hay muchos muertos papá y todos los que están combatiendo el fuego van a morir.

Me vio con mirada de rareza y me dio una nalgada:

-¡Anda dormir muchacho del carrizo, tú con tus vainas!

Me acosté con mi madre y me abrazó, pero esta vez, no pude dormir y recordé que todo ya lo había vivido antes y la fecha era la misma un 19 de diciembre, me quede en vela hasta la mañana siguiente, todo el mundo enterado por la tragedia de Tacoa. Aún seguía el fuerte incendio y con un radio de pilas, podíamos escuchar las noticias de la magnitud del incendio y la cantidad de desaparecidos y muertos que hubo en el siniestro. Me sentía culpable de todo lo ocurrido, pero no se lo manifestaba a nadie, me preparé para reportarme a mi brigada juvenil de bomberos que pertenecía desde hacía un año. Llegue al cuartel a reunirme con mis compañeros juveniles y nos mandaron de comisión a prestar apoyo a las brigadas de enfermería que se encontraba en un balneario cercano al siniestro, pero ya se había extinguido el fuego y fue muy poco lo que pude hacer, me sentía inútil ante tantos aleccionados.

Un sargento nos reunió y pidió que nos retiráramos a nuestras casas para que nos preparemos para el día siguiente rendirles honores a los fallecidos. Que tristeza se sentía en el aire, me cuesta nárrales como era, como si el viento y todo lo que me rodeaba estaba de luto.

Al siguiente día en el patio del cuartel de bomberos había una formación de urnas con pedazos de cadáveres de bomberos calcinados, me colocaron parado al lado de la urna de un compañero juvenil que había fallecido, estaba parado firme rindiéndole honores y con el mareo, me desincorporé y fui al baño a echarme agua en la cara, cuando vi por el espejo pasar alguien detrás de mí, volteé y no había nadie, continué echándome agua, miré mis pies dándome cuenta que detrás estaba parado alguien, subí la cara muy lentamente, miré al espejo y estaba allí José, el compañero que había fallecido en la tragedia de Tacoa. Me invadió el pánico, las piernas me temblaban, no podía escucharlo pero notaba que me quería decir algo con mucha desesperación, no sabía qué hacer, trataba de disimular que no lo miraba y ponía la vista fija a mi reflejo en el espejo, respiré profundo y me volteé como si no estuviera allí, en forma rápida salí y me coloqué en mi puesto parado firme.

En ese preciso instante fue cuando tuve una visión donde había un pasillo lleno de gente en camas con múltiples quemaduras donde se quejaban mucho y estaban pacientes de mucha gravedad, miré alrededor del pasillo, me di cuenta que era un sótano de un hospital porque logre ver los pies de una persona que caminaba en el exterior por la ventanilla superior del pasillo. Estaba parado al frente de una cama donde estaba un paciente, en ese momento escuché a la enfermera decir que el paciente tenía solo 14 años y era bombero me di cuenta que era mi amigo José y estaba vivo, de inmediato desperté del trance y busque con la mirada a los padres de José y los encontré parados casi al frente de mí, los veía llorar desconsoladamente que no pude romper mi formación y decirles lo que había visto. Dije dentro de mí:

-Total no me harían caso, dirían que estoy loco.

Comenzó a llover y todos se pusieron bajo acobijo mientras yo me quede parado firme, sintiendo el correr de las gotas de la lluvia sobre mi rostro, parado al lado de esa urna que no era de mi compañero.

Pasaron tres meses cuando decidí ir a la casa de sus padres, al estar allí me mostraron fotos, me dieron dulces, fueron muy amables, pero cuando trate de hablarles del tema, me lo desviaron y me cohibí de hacerlo.

Después de un año y ocho meses en mi habitación, cuando me preparaba para dormir se me presentó José uniformado de Bombero diciéndome adiós, esta vez su rostro era diferente, se sentía paz, entonces comprendí que ya había muerto en sana paz, pero le fallé, y no entiendo cómo pudo despedirse de mí. Me senté y lloré todo lo que hasta ese día me había reprimido llorar, viendo desaparecer a un amigo que pude haber ayudado mientras estuvo vivo. 

Todas estas experiencias me fueron llenando de fuerzas y aceptación, evaluando situaciones del pasado y comprendiendo eventos del presente, me llevo a buscar respuestas en las diferentes religiones que existían en la sociedad. Pero no conseguía alguien que me ayudara, mi madre pertenece a los Testigos de Jehová y no le gustaba lo que me pasaba, me decía que eran cosas del demonio y mi padre no creía en nada...