En una tarde triste y lluviosa del mes de octubre, llamé a mi hermano mayor por teléfono para saber sobre su estado de salud, ya que sabía, padecía una gripe muy fuerte. Al hablar con él pude notar mucha tristeza en su voz; me pidió que fuera a verlo. Salí inmediatamente hacia su casa y al llegar, nos sentamos a conversar en una mesa que se encontraba dentro de la cocina. Mientras tomábamos café, empezó a decirme:
−Me gustaría que todos los santos e imágenes que guardo y en las que creo, sean obsequiadas a la Iglesia Católica.
−¿Por qué me pides eso? −pregunté conmovido.
−Por si algún día me llega a suceder algo −respondió con tristeza, mientras yo lo observaba con detenimiento.
Vi que su aura era muy débil; el campo energético que rodeaba su cuerpo estaba casi apagado.
−¿Te vas a morir hermano? −pregunté con asombro y sin pensarlo.
−Si −respondió mientras se lanzaba sobre mis brazos, llorando desconsolado.
−Nadie muere de una gripe –lo animé.
−Tienes razón –respondió mientras secaba sus lágrimas y se alejaba de mí.
Sabía que más que una simple gripe provocaría su muerte. Salí de allí y llamé a mis padres para pedirles que lo vieran con urgencia, porque moriría. Pasaron algunos días y lo visitaron, notaron el deterioro físico en él, que un mes después acabaría llevándoselo. Se trataba de una enfermedad muy temida aún en estos días.
Lloré mucho la muerte de mi hermano, ya que sentía mucho apego hacia él. Tiempo después, sentí la necesidad de buscar a Dios y comencé a asistir a las misas vespertinas en la iglesia San Francisco de Asís. Me encantaban porque eran cantadas, todos los feligreses participaban en la misa y además lograba ver uno de los santos donados por mi hermano a la iglesia.
Después de varias semanas asistiendo, mientras presenciaba una misa, noté que tres asientos más adelante se encontraba un muchacho que de espaldas, se parecía mucho a mi hermano mayor. Sentí curiosidad por ver su rostro y durante toda la misa lo observé, pero en ningún momento miró hacia atrás. Al concluir la misa, me acerqué a él de una forma discreta para ver su rostro, y mientras me aceraba, mi cuerpo se escalofriaba extrañamente. Pasando uno de los pilares de la iglesia, traté de encontrármelo de frente, pero se desvió hacia un cuadro colgado en la pared. En ese instante, pude observar su perfil y noté que era exactamente igual a mi hermano, continué acercándome y toqué su hombro. Volteó, y al mirarlo de cerca sentí ganas de llorar, de gritar, pero el asombro me lo impedía, quedé paralizado al ver que era él.
− ¿Alfredo? –pregunté conmocionado.
−No soy tu hermano, utilizo esta imagen porque es la que tu mente quiere ver –respondió sin mover sus labios. Soy un amigo que viene a anunciarte acontecimientos que sucederán de ahora en adelante y tú deberás jugar un papel importante en ellos, dando señales y previniendo a las personas acerca de lo que sucederá.
Me quedé observándolo con detenimiento, mientras seguía narrando acontecimientos futuros. Recuerdo que mencionó un eclipse solar que sucedería el 11 de agosto de 1999 y traería consigo un mal a la humanidad; comenzarían a suceder tragedias naturales y sobrenaturales en todo el mundo con peores consecuencias cada vez, el mal dominaría sobre el bien...
−¿En qué sentido? –pregunté.
−Será más fácil hacer el mal que el bien. Quienes hagan el bien, sentirán que no vale la pena hacerlo, ya que la retribución no será la misma –respondió, mientras me tomaba la mano, para sentarnos en el banco del frente al cuadro de las ánimas benditas del purgatorio.
Era asombroso, no tenía necesidad de pronunciar ninguna palabra. Respondía todas las preguntas que pasaran por mi mente.
− ¿Por qué yo? –pregunté.
−Fuiste escogido desde que naciste para cumplir esta misión.
− ¿Cuál misión?
−Tu misión es dar fe de que existimos, de que estamos entre ustedes; muchos nos llaman ángeles, otros hermanos y los más incrédulos extraterrestres.
− ¿Qué hacen aquí? –pregunté.
−Vienen momentos difíciles, los seres humanos se enfrentarán entre sí, el odio y la codicia los ha cambiado con el tiempo, la rivalidad ha ocasionado enfermedades y fenómenos naturales.
−No entiendo nada –interrumpí.
−Los seres humanos son seres pensantes y razonantes –respondió con paciencia−. Son lo que piensan y atraen lo que ansían a través del poder de la mente. El pensamiento es un arma muy fuerte en aquellos que la usan para el mal. El ser humano, al no conocer su poder, comienza a pensar inconscientemente de forma negativa y es eso lo que atrae hacia su vida; los malos deseos hacia sus semejantes, la discordia, la envidia, hacen que el ser humano envíe pensamientos en ondas negativas y la naturaleza está saturada de eso.
−No sé si son los nervios, pero no logro entender nada. Disculpe, pero desearía ayudar a todo el mundo y me encantaría tener poderes para hacerlo, pero en mi realidad, eso es una fantasía y quizás usted sea una ilusión óptica producto del deseo de ver a mi hermano –respondí desencantado.
−Te daré señales para que, al ver lo que esté ocurriendo, escribas tu relato y des fe de lo que te ha pasado.
−Yo como escritor me muero de hambre, soy malísimo con el castellano –respondí.
−Es mejor así. Solo quienes necesiten el mensaje, lograrán interpretarlo, a través de tus vivencias.
−Le confieso que escogieron a la persona menos indicada para esto –respondí nuevamente.
−Comenzó la cuenta regresiva para la depuración del mundo. Estamos en 1996. Comenzarás a ver desastres naturales que se desatarán por todo el mundo. El poder y las posiciones serán los principales objetivos de la humanidad, nadie se preocupará por sus semejantes, nadie creerá en el amor verdadero. Nacerán más religiones y cultos que confundirán a las personas, no te imaginas lo que vendrá.