48. Capitán Luca Bonanni
IVANNA
Desperté temprano, y estoy terminando de prepararme para partir a mi oficina, cuando el teléfono fijo suena, otra vez asustándome. En el hospital dejé ese número y el de mi móvil. «¿Hay noticias de Babette?». Me apresuro a contestar.
Pero no. De nuevo es de parte de la recepción del edificio, aunque ahora para pedirme pasar antes de salir. No parecen querer decir más si no es en persona, lo que me preocupa; de modo que cojo mi bolso y avanzo con prisa hacia la salida. Si bien, apenas empieza a bajar el elevador cuando recibo otra llamada en el móvil, ahora de un número que no tengo guardado; sin embargo, como puede ser de trabajo, contesto.
—¿Diga? —No tengo idea de quién puede ser.
—Ivanna, soy Roy —saluda Roy con reserva—. Clarissa averiguó tu número.
—No hay problema, dime —lo tranquilizo. «¿Pasó algo con Luca?». Me empiezo a inquietar.
—¿Sabes dónde está Luca? —pregunta, dejándome atónita—. Lo esperamos toda la noche y no vino a dormir. Tampoco contesta su teléfono.
—¿No llegó a dormir? —replico, deslizándome fuera del elevador cuando este llega al vestíbulo.
—No. Y llamamos a su trabajo para preguntar si fue directo allá, pero dijeron que renunció.
Me detengo en seco.
—¡¿Cómo?!
—Cuando dije que hablaba para preguntar por Luca Bonanni, me pidieron esperar; trasladaron la llamada a su jefa y ella me preguntó si él estaba bien, ya que la llamó a las cinco de la mañana para renunciar.
Titubeo.
—Roy, no; no sé dónde está Luca, pero voy a averiguar —prometo—. Te llamaré de vuelta cuando sepa algo.
Me despido y cuelgo.
Intento llamar a Luca para hablar personalmente con él, pero me envía a Buzón. Enseguida llamo a Omi y obtengo el mismo resultado. Ninguno de los dos contesta.
Tampoco me puedo acercar aún a la Recepción porque hay gente reunida, quejándose; por lo que, mientras espero mi turno, llamo a la única persona que podría saber de Omi.
«Victoria».
Al contestar sus palabras me dejan helada.
—Supongo que también estás leyendo las noticias.
Ladeo mi cabeza hacia un lado.
—No.
—Pues deberías. —Victoria resopla.
Cambio mi teléfono de una mano a la otra.
—¿Qué pasó?
La escucho caminar y luego hablar más bajo. A esta hora las chicas deben estar por abrir el Centro de estética.
—Escucha esto —carraspea y comienza a leer—: «Durante la madrugada del miércoles, la policía vial de Ontiva pidió a la población tener cuidado con dos idiotas que conducen un Lamborghini color amarillo canario con un oso grizzli en el asiento trasero».
Entrecierro mis ojos y procuro recordar lo que Omi dijo al respecto anoche. Sé que casi atropelló al oso.
—Tiene que ser una broma.
—Lo publicó un portal de noticias serio.
—No pueden llevar con ellos a un oso grizzli.
—Ivanna, eso dice la nota.
—Pero, ¿cómo lo subieron al Lamborghini? Sería peligroso.
—No conoces a Omi.
—Pero tú sí —objeto—. Por eso tienes claro de que él es uno de los dos idiotas, sin embargo ¿yo cómo puedo estar segura de que el otro es Luca?
—«... Como parte de las descripciones físicas, testigos señalan que uno tiene un ojo bizquito».
Tuerzo mi boca hacia un lado.
—Bueno, al menos estaba feliz.
»¿Y a dónde fueron? —demando.
—Dicen que los vieron conducir hacia las afueras de la ciudad.
—¿Al bosque? ¿Liberarán al oso?
—En una escena tipo Liberen a Willy, ¿te imaginas? —cuchichea Victoria.
»Pero no, estoy segura de que fueron a la casa del lago de Omi. O... no sé, no me contesta, lo que extraño en él, siempre me contesta.
—Resuelvo una situación acá, paso por ti y vamos —prometo.
—De acuerdo.
Al acercarme a la recepción advierto que aún hay gente quejándose. El encargado me señala y promete que hablará conmigo para que no vuelva a pasar. «¿Para que... no vuelva a pasar?». Y, pese a que mi gesto todavía refleja duda, vecinos me dirigen miradas molestas antes de retirarse.
—Viven en los primeros pisos —me explica el encargado de recepción. El portero y un policía lo acompañan—. Ellos escucharon más el escándalo.
Estiro mi boca en una mueca.
—¿Qué escándalo? Yo ni siquiera estuve ayer.
—Sí, en el día, eso lo sabemos —asegura el encargado—, me refiero a después de medianoche. En particular, a los dos tipos que peleaban con un oso grizzli.
Juraría que es broma, no tiene sentido, pero Victoria me leyó las noticias.
—¿Un... oso grizzli?
—Sí, y muy enojado.
Pero mi lógica aún me indica que, de pelearse Omi y Luca con un oso, estarían en el hospital y Victoria y yo al tanto de la situación. No obstante, meditándolo, no habría razón para que nos llamen, no somos familiares cercanos. Por otro lado, oyendo al encargado de la recepción, al portero o al policía, no sería solo una queja de tratarse de un oso real, ¿o sí?
—¿Era un osezno? —pregunto al no imaginar otro modo de lidiar fácil con él.
—No. Un oso adulto —asegura el policía.
Les dejo ver mi duda.
—¿Ellos pelearon con un oso adulto?
—Sí. Porque sería injusto decir que el oso peleó con ellos. Eran dos contra uno.
—¿Una pelea de puños? —Quiero asegurarme.
—Patadas y puños, sí.
—Es consciente de la estupidez que está diciendo, ¿cierto? —protesto—. ¿Pelea de puños con un oso adulto?
—Tenemos vídeos —insisten, girando hacia donde estoy la pantalla del ordenador de la recepción; y sí, al poner Play a un vídeo de la cámara de seguridad del estacionamiento, ahí están Omi y Luca rodeando el Lamborghini color canario de Omi a modo de que el oso, que está persiguiéndoles, no los alcance.
«No puede ser».