Nyliare había leído los libros que relataba el nacimiento de las elegidas en Nylhella, la mayoría de ellas han sido Callh, así como es ella. Pero exclusivamente todas comparten una característica única: son puras, sin un sólo rastro de lo que es la oscuridad. Siempre preocupadas por otros y con el objetivo de hacer el bien y erradicar el mal en las almas de los seres de la luz. La mayoría habían fracasado estrepitosamente, Nyliare no podía permitirse repetir la historia de sus antecesoras.
Con el último vástago de fuerza, Nyliare abrió sus ojos notando como reposaba en la cama de su habitación, la pesada presencia de Kiar reposaba en sus piernas, y al frente de ella se hallaba Ashka, con ambos brazos sosteniendo su cabeza que a cada tanto se iba a los lados.
—Ashka… —susurró Nyliare mientras alzaba su torso y se acomodaba en los almohadones —Despierta.
Solo costó unos minutos hasta que Ashka sintió los susurros de la Valgt, y cuando percibió que sus ojos violetas lo observaban con especial atención, con cautela se levantó de su asiento recuperando su postura de soldado.
Pero aun así Nyliare pudo sentirlo, y verlo en la marca que residía en el brazo del caballero, el miedo embargaba los ojos del soldado incluso cuando este trataba de controlarlo con todas sus fuerzas. Sus movimientos eran los de una presa tratando de escapar del alcance de un depredador.
—Acércate un poco, quiero ver de cerca ese moretón —con firmeza la elegida ordenó. Ashka obedeció como un autómata —Yo te hice esto…
—Valgt, ese ser no parecía ser usted —una sonrisa llena de nostalgia se pintó en el rostro de Nyliare —Me pareció ver cómo si algo tomara posesión de su cuerpo, y usted no pudiera hacer nada para impedirlo.
—Eres bastante perceptivo, Ashka —los dedos de la elegida se pasearon por el moretón de Ashka, borrandolo como si nunca hubiera pasado —Creo que dada la situación en la que nos encontramos deberías dejar de tutearme, tienes mi confianza en ti. Tienes razón, no podía hacer nada para impedir que aquello tomara posesión de mi cuerpo, estaba muy débil.
—No parecía que estuviera decaída… Lo siento, creo que de forma inconsciente he exigido y esperado mucho de ti, Nyliare —murmuró Ashka, de cierta forma lamentándose por, indirectamente, ser uno de los factores que la dejaron en ese estado.
—No lo lamentes. ¿Sabes por qué me veo siempre tan imponente? Soy un espejo, Ashka. Soy la representación física de la fortaleza de los Callh, mi deber es demostrar ese poder que habita en cada uno de ustedes —dijo Nyliare, poniendo una de sus manos en el pecho del caballero —Si me muestro debilitada ante ustedes, ninguno se sentirá seguro para luchar a mi lado e ir a la guerra.
Ashka comprendió la fortaleza que la elegida exteriorizaba, esa postura de reina que tenía incluso con la falta de un reino para reinar; Nyliare debía ser fuerte por ellos, los Callh, y por ella misma. Como soldado la admiraba, por sus estrategias de guerra que confiaba tendrían resultados pronto, pero también por aquella moral a la que estaba tan apegada, a ese amor tan profundo a su raza y a su reino, en ese momento Ashka estaba mirando el estado más vulnerable y mortal de la elegida. Por esa misma razón ambas manos de Ashka se posicionaron en los hombros de Nyliare, para empujarla en la cama y volver a dejarla recostada sobre los almohadones.
—Los gemelos me dijeron que no has descansado bien, que tus sueños te atormentan y te agotan. Si te parece bien, me quedaré toda la noche para velar de tus sueños, me aseguraré de que realmente descanses —Nyliare se vio absorta en los ojos del soldado, recordando cómo lo había besado antes de venir a Blackhar, cuando aún era Lorian.
Así que ella asintió. Ashka arrastró su silla hasta quedar al lado de Nyliare, y fue en ese momento que se sintió amada, entonces cerró los ojos, deseando haber caído en hermosos sueños y no nuevamente en aquel prado.
Esta vez, Nyliare portaba con gracia su cabello recogido, pero sus hombros se hallaban cubiertos de joyas que colgaban sobre un vestido de color menta, con diseños intrincados. Igual a la anterior vez, se hallaba fuera de lugar, pero esta vez Nyliare sabía que debía esperar a la aparición de Galesha.
—Hoy has dejado que doblegaran tu voluntad y control sobre tu cuerpo —con ese comentario la presencia de la vieja oráculo se notó en el extenso prado.
—Cada día me es arduo controlar su dominio; se alimenta de los miedos, la desesperanza de los que me rodean, incluso si logro aliviarlos al conectar con ellos, las pesadillas me dejan lo suficiente indefensa y exhausta como para combatir el alcance de su poder —se excusó Nyliare, sin dirigirle una mirada a aquella pariente que tan solo era una mensajera de los dioses.
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Editado: 24.12.2019