La Legión de los Malditos

Pequeño tulipán

Los días habían pasado y las cosas pasaron como fueron prometidas, a Nyliare se le entregaron situaciones que lentamente lograron despistar su objetivo principal: “Los cultivos no están creciendo apropiadamente”, “Debemos esperar a la próxima luna llena para partir”; cada vez más empezaba a ser evidente para la elegida que sólo estaba siendo detenida, por la misma incredibilidad de las excusas. 

Desde la última conversación que Nyliare había mantenido con Ashka había comprendido mucho de su propia gente, y a partir de entonces  el soldado había sido su acompañante en todas sus tareas e Blackhar. Ese día la tarea que le había otorgado el concejo era supervisar el entrenamiento de la clase menor para exteriorización de poderes. Eran apenas infantes de 7 años, con muchas ganas de saber cuál sería su elemento. 

Al ver entrar a Nyliare a la habitación, fue una reacción inmediata para incluso los niños realizar una reverencia. La elegida les agradeció con una sonrisa, y con eso le indicó a los entrenadores en seguir con su rutina mientras ella observaba el proceso. 

Los niños estaba desconcentrados con la presencia de la Valgt allí, incluso Ashka habían momentos en los que no podía evitar voltear a mirarla, sus gestos eran curiosos y bellos, hacían que cualquiera perdiera su rumbo. 

Cuando el entrenamiento empezó en serio, niño a niño era pasado al frente de un cubo de contención, el objetivo era que lograran proyectar sus poderes en el cubo, no importaba si este era descontrolado, solo debían mantenerlo adentro. Mucho pasaron y solo unos pocos logró manifestar pequeñas muestras de su poder, los niños querían hacer a la elegida orgullosa, pero ella igual siempre les respondía con una sonrisa conciliadora. 

Hasta que una niña pasó al frente, en comparación con los otros niños esta se veía nerviosa. Nyliare se sintió interesada inmediatamente por la postura encogida de la niña. 

— ¿Quién es esa niña? —preguntó Nyliare a Ashka, el soldado dirigió su mirada a la niña antes de responder. 

—Es una de los huérfanos de Blackhar. No sé su nombre, Valgt. 

Con esa respuesta, ambos volvieron a quedarse en silencio, a la espera de que la niña demostrara qué es lo que había captado la atención de la Valgt. Esperaron unos segundo al momento en el que la niña estiró sus manos en dirección al cubo, haciendo la expresión de estar empujando algo pesado en vez de dejar salir su poder. 

La niña bajó y subió sus brazos varias veces antes de bajarlos por completo en una expresión derrotada, con el rostro comprimido en vergüenza. Todo estaba bien, hasta que Nyliare empezó a escuchar los murmullos, las risas mal disimuladas entre los demás niños. 

La elegida pudo percibir pequeños rastros de oscuridad entre los infantes de esa clase, sabía que debía hacer algo para disiparla; con paso calmado Nyliare se acercó a aquella niña que tanto le había llamado la atención, y miró en su interior y se asombró al sentir una profunda tristeza, pero también un gran poder que parecía encadenado a su interior. Aquel poder le llamaba y gritaba ser liberado, así que sin mucha meditación Nyliare despojó a aquel gran poder de sus cadenas. 

Ella sabía que alguien con tal poder debía ser guiado, debía tener alguien que le enseñara cómo controlarlo y usarlo para el bien. Nyliare se otorgó a sí misma ese poder. 

Cuando la elegida se paró erguida al frente de la niña, esta se sintió superada por tal honor que no le debió haber sido otorgado. La niña bajó su cabeza con aun más vergüenza, y esta vez las risas en el salón se escucharon resonantes. 

 —Tu poder está ahí, solo debes dejarlo fluir —susurró Nyliare, poniendo con sus propias manos el cuerpo de la niña en posición —Busca en tu interior aquella fuerza que llama con intensidad. Busca tu propio equilibrio. 

El cambio no fue inmediato, pero a los minutos una pequeña llama se presentó en el cubo, descontrolada y con el aspecto de que en cualquier momento desaparecería con la mínima señal de descontrol. Y así fue, los murmullos que se escuchaban en la sala pronto hicieron a la niña perder el control de la llama, haciéndola salir del cubo y crecer sin parar. 

Nyliare con un chasquido de sus dedos logró extinguir la llama, en su rostro había una pequeña sonrisa llena de orgullo. 

Con delicadeza Nyliare se arrodilló al costado de la niña, sorprendiendola — ¿Cuál es tu nombre, pequeño tulipán? 




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