La Legión de los Malditos

Corona de cromo

En Calluhn el invierno parecía cubrir toda superficie, desde la copa de los árboles, los techos de las viviendas y los balcones del castillo. James, resguardado del frío en su habitación, disfrutaba de los mejores carnales placeres que su prima, una Salam, podría ofrecerle. Los labios de la excitante mujer recorrían el abdomen del príncipe más, sin embargo, James ignoraba de forma insultante los esfuerzos de la Salam en llamar su atención. Aun con los besos mojados y con las caricias, nada parecía inmutar al príncipe. 

La Salam, insultada profundamente, salió de la habitación del príncipe sin siquiera tomarse el tiempo de volver a poner en su lugar las ropas que había dejado caer al suelo. James suspiró, tomando sus ropas para cubrir la desnudez que tanto le enorgullecía, dispuesto a hacerle una visita a su padre por dudas que poseía que le impedían continuar con sus placeres diarios. 

Desde hace unos días atrás, escuadrones completos de soldados salían del reino en dirección al bosque, lo cual solo había llamado la atención del príncipe, ya que la última vez que había visto tal movimiento, fue cuando seguía siendo un niño y su padre había iniciado una guerra, la guerra de cromo que los había llevado a eliminar una raza completa, y a poseer un nuevo reino colmado de riquezas. 

El castillo estaba despierto, la mañana avisaba a todos lo empleados que debían desempolvar pinturas y candelabros, preparar los manjares del día y asegurarse de que todo estuviera resguardado correctamente. James por los pasillos del castillo parecía ser un fantasma que todos tenían la capacidad de ver, todos podían notar la poderosa presencia que pasaba, más intentaban ignorarlo por las mismas órdenes del príncipe, quien odiaba tener las miradas de los empleados sobre él. 

Al llegar James al salón de su padre, donde todas las mañanas ordenaba traer derroches de comida que apenas tocaba, el rey de Shullak y su esposa reposaba sobre las sillas de terciopelo comiendo de forma indiferente a la presencia de su hijo. James tomó asiento a sillas de distancia de sus padres, tomando un plato y llenándolo de masas con jalea de frutas, asegurándose de romper toda paz que sus padres pudieran estar pretendiendo en esos momentos, sonando la vajilla entre sí y rozando los cubiertos con el plato. 

La madre de James pronto soltó sus cubiertos, tomando la servilleta de tela mientras con delicadeza la pasaba sobre sus labios, procurando no dañar su pulcro maquillaje, fulminando con la mirada a su hijo por esfumar la pacífica esfera donde ella y su esposo se habían refugiado, para luego salir del salón sin determinar su presencia nuevamente. 

El padre de James suspiró, imaginando las intenciones de su hijo al presentarse desde tan temprano a aquel salón, cuando normalmente todos parecían estar mucho más cómodos cuando se ignoraban entre ellos.

—Ahora podemos hablar, ya que madre se ha ido —inició James, aún sin llamar la atención de su padre, quien parecía demasiado concentrado en comer un pastelillo mientras leía cartas con el sello de Shullak —Sé que el general partió con un gran grupo de hombres ¿Dónde han atacado? 

— ¿Desde cuándo te importa saber los asuntos del reino? Siempres estás demasiado ocupado metiendote en las piernas de cualquiera que ofrezca calentar tu cama —dijo en respuesta el rey, reprochando las acciones lujuriosas de su hijo sin dedicarle una sola mirada. 

—Algún día seré rey —agregó James, con la furia creciendo en la boca de su estómago —Planeo saber todo sobre mis reinos, tanto Calluhn como Shullak. 

El rey Klaus soltó una carcajada, finalmente dejando caer sobre la mesa la carta que tan minuciosamente estaba leyendo, dejándola a la vista de los ojos fisgones de su hijo.

— ¿Qué te hace pensar que algún día serás rey? —rió Klaus —Nunca has demostrado ningún tipo de interés, mucho menos te has mostrado capaz de manejar ambos territorios, Calluhn y Shullak son mucho para ti. 

El rey, tan burlón y arrogante, ni siquiera percibió cuando James tomó la carta entre sus manos y decidió darle una rápida leída. La carta claramente expresaba que el general Cassiam había encontrado el refugio donde los sobrevivientes de la guerra de Cromo, los Callh, se habían estado escondiendo por tanto tiempo, el general también recalcaba varias veces en la carta que un Callh se había entregado voluntariamente, dispuesto a entregar información sobre el grupo de Callh que había logrado escapar, con la única condición de protección para él y su familia. 

—Nunca he demostrado interés, tienes razón, tampoco es como si madre y tú se hubieran tomado el tiempo para hacerlo —reprochó James —Pero supongo que nunca es tarde para empezar, viajaré como emisario al campamento de Cassiam, llevaré las órdenes que consideres razonables, y me aseguraré que el Callh nos dé la información que necesitamos para finalmente deshacernos de esa plaga con poderes. 




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