Nyliare había descansado perfectamente, la cómoda cama en la habitación que le había proporcionado la reina Akanke había hecho maravillas con su humor, y aunque la elegida sabía que aún habían muchas cosas por resolver, en ese momento estaba más que satisfecha por los avances que había logrado hacer. Que la reina hubiera permitido que su gente permaneciera en el reino había sido más de lo que pudo haber pedido, lo que hizo repensar a la albina la forma en la que se había aproximado a la reina.
Pero la elegida también recordaba que el tiempo se les acababa, mucho más ahora que Shullak sabía de la permanencia de cientos de Callh, sabían de la existencia de Nyliare y de sus posibles intenciones.
Nyliare se levantó de su mullida cama y se aproximo a la chimenea donde las brasas se iluminaban y calentaban la habitación, sin duda la elegida agradeció el detalle, ya que Calldesh cada vez parecía helarse más y más. El día anterior Nyliare había llegado a la habitación con ayuda de alguien del servicio, pero no tuvo tiempo de pensar lo que había discutido con la reina Akanke, porque el color de aquella flor que había recogido durante su viaje había absorbido todos sus pensamientos. Aquel tulipán de un maravilloso tono amarillo había cambiado a un rojo brillante, y Nyliare no pudo evitar preguntarse si significaba algo.
Cuando la elegida se sintió lista, se dirigió al armario y sacó un vestido azul, diseñado para aguantar las bajas temperaturas por su tela abrigada y sus detalles en piel de animal, y así se dirigió al comedor del castillo.
Pero justo al salir no pudo evitar tropezarse con el hijo de la reina Akanke, la elegida se sintió avergonzada por su torpeza, pero el príncipe la miraba con una agradable sonrisa.
—Buenos días, Valgt. Disculpe el tropiezo, no había notado que estaba por salir —pero Nyliare negó, sintiendo las palabras trancadas en su garganta y un cosquilleo en sus manos.
—No se preocupe, príncipe Zharek. Es un gusto conocerlo, incluso en estas circunstancias —dijo Nyliare, apenada y sintiendo sus mejillas colorearse con fuerza.
Zharek miró la piel nivea de la elegida tomar color, como una niña atrapada haciendo una travesura, y sintió ternura al ver la inocencia de las expresiones de Nyliare. Para Zharek escuchar sobre los dioses siempre había formado parte de su vida cotidiana, una de sus leyendas favoritas era la creación de las elegidas, como las Valkirias habían renunciado a parte de ellas para formar a la primera elegida, como Freya se había dedicado a otorgar un alma sin impurezas. El príncipe podía ver a Nyliare, era apenas una chica, incluso más joven de lo que él era ¿Sería tan pura como los textos sagrados la hacían ver?
Al mismo tiempo, Nyliare pensaba en la fortaleza e inteligencia que podía ver reflejada en la mirada curiosa de Zharek. Tantas preguntas que sabía que el príncipe quería hacerle.
—Tienes preguntas, y curiosidad —dijo Nyliare en dirección al príncipe. Zharek no se vio impresionado de que la elegida supiera lo que estaba sintiendo.
El príncipe asintió. Sus ojos sonriendo junto con una mueca condescendiente que muchos de la realeza poseían. Oh, él tenía tanta intriga, quería descubrir tantas cosas, pero sabía que habían límites que no debía cruzar.
—Si me ayudas a conseguir el comedor prometo responder todo lo que pueda —la elegida sabía que podía sacar provecho de Zharek, además, él parecía tan curioso por ella que en cierta manera sentía que debía aclarar sus dudas.
El príncipe sabía que no podía desaprovechar aquella oportunidad, por lo que acepto. Había cierta complicidad entre ambos cuando juntos continuaron su camino, Zharek indicando a Nyliare dónde dirigirse para juntos tomar el desayuno. Cuando ambos llegaron al comedor, Zharek le indicó a Nyliare que se sentara junto a él, el príncipe empezó a servirse un par de tostadas con mermelada, mientras Nyliare decidía tomar porciones de distintas frutas, queriendo empezar el día con algo ligero.
La elegida junto a Zharek se sentía cómoda, sentados uno al lado del otro sentía que no había mucha diferencia entre ellos, y estaba dispuesta a responder aquello que el príncipe quisiera preguntar.
—Está bien, esta es mi pregunta ¿Qué tan poderosa eres? —preguntó Zharek, mirando a Nyliare se podría decir que era pequeña, de apariencia delicada y refinada, por lo que cualquiera podría dudar de sus capacidades.
—Mis poderes son ilimitados, puedo hacer muchas cosas, pero todo depende de mi condición mental y física. Desde niña tuve que practicar para encontrar un buen equilibrio, para contener mi poder y usarlo a mi voluntad, de no ser así podría haber destruído todo a mi paso —trató de explicar Nyliare, materializando en la palma de su mano una porción de tierra a la que poco a poco hizo florecer —Tuve que aprender a controlar mis poderes desde muy pequeña, debía hacerlo para no delatar mi existencia a Shullak.
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Editado: 24.12.2019