La Legión de los Malditos

Ofrenda a los caídos

Los cuerpos de los muertos fueron limpiados, preparados con flores que los Callh hicieron crecer entre la nieve, para luego ser velados rodeados de conocidos y amigos. Nyliare lamentaba que por su despiste muchos no volvieran a los brazos de su familia, pero la victoria sería hecha en su nombre por su gran valor. Todos fueron despedidos de forma digna, menos el cuerpo incinerado de Anton, quien, aunque fue bajado de la asta donde fue quemado vivo, no recibió una ceremonia como los demás. Nyliare no se había despedido del responsable de la muerte de su gente, pero se preguntaba dónde estaría la familia de aquel hombre. 

Habían ganado esa batalla, de cierta forma, el sacrificio de Didak había sido remunerado, ahora que se habían hecho con el asentamiento y tenían el camino libre para pasar directamente a la capital de Calluhn. La elegida sabía que el general Cassiam estaría esperándola con una afilada arma de cromo, pero no se intimidaría ante sus ansias de sangre y sus deseos de eterna oscuridad. 

El ejército estaba listo para terminar con lo que habían empezado. Los Nikes habían repartido armas luego de estudiar la forma correcta para responder a los ataques de los soldados de Shullak. Sus armas de cromo no variaban del tipo de espada de una hoja gruesa, sin embargo, los Callh y los Damnare eran mucho más ágiles que ellos, por lo tanto podrían responder mejor a los ataques con espadas finas y de menor peso. Nyliare veía como todos practicaban con sus nuevas armas, como los arqueros fabricaban flechas como si prepararan provisiones para años de lucha. 

Nyliare se acercó a Didak, observando como fabricaba una hacha como si de su vida dependiera que el acero se moldara a sus golpes. Aun cuando la elegida se había encargado de tomar lo que más que pudo de la oscuridad de su gente, sabía que algunos tenían sentimientos tan potentes que era lo único que los mantenía en pie. Didak había perdido a su hermano. 

—Cuando primero los conocí a ti y a tu hermano, supe que estaban muy cansados de la vida que les había tocado vivir, soportando pérdidas tras pérdidas. Siempre has sido reservado, Didak, pero Danko era diferente, tenía una alegría que escondía mucho dolor —comentó Nyliare. Didak dejó el martillo de lado y se dedicó a escuchar a la elegida sin dejar de mirar la hacha que estaba fabricando —Danko se sacrificó para protegerte, porque sabía que has dedicado tu existencia para protegerlo, desde que eran unos niños. La oportunidad que te ha dado es seguir viviendo. 

—La primera arma con la que Danko practicó fue la hacha, era el arma predilecta de mi padre —dijo Didak, tomando el hacha del mango — ¿Cómo se supone que siga viviendo si ya no lo tengo a mi lado? 

—Eres fuerte, Didak, sé que podrás hacerlo. Honra el espíritu de tu hermano, acepta su regalo y atrévete a vivir en su nombre —alentó ella, señalando a Valerie, quien vendaba la herida de un soldado —El amor te hará fuerte, no te prives de alcanzarlo. 

Didak asintió con una sonrisa melancólica, y se aproximó a Valerie, abrazándola de forma en la que la sorpresa se dibujó en el rostro de la Nurs. Así mismo Nyliare se retiró hasta llegar a la carpa donde su padre y su esposo planeaban un plan para acorralar a Shullak. 

La charla no fue larga, por alguna razón todos estaban los suficientemente compenetrados como para saber con exactitud lo que el otro pensaba. La estrategia se daría esa misma noche, bajo la luz de la novena luna llena de Nyliare. 

Los arqueros se esconderían en el borde del bosque que daba directamente al descampado donde las filas de Shullak tomaban posición para proteger al castillo donde el rey Klaus se ocultaba como el cobarde que era, para así dar paso a los Nikes, quienes se encargarían de hacer retroceder las tropas de Shullak y de esa manera proteger al pueblo de los ataques. Los Callh y Damnare responderían a los ataques para proteger a los Nikes y así llegar al castillo donde Nyliare obligaría al rey Klaus de entregar Calluhn. Si todo salía como lo planeaban, tendrían pocas bajas y la capital no tendría tantos destrozos. 

Las formaciones estaban hechas, el ejército de la elegida estaba a una hora de caminata y Nyliare se enfrentaba a la determinación de acabar con eso de una vez por todas. Sus deseos por una Nylhella libre incrementaron al ver la misma determinación en el rostro de los guerreros que la seguían. Estaban listos para partir, en el frente de la marcha podía ver a los Callh, a Ashka y a Didak, a Clyte y Akina, y a muchos otros con los que había interactuado en Blackhar. 

Nyliare no tenía palabras, solo indicó que debían empezar con la marcha si querían llegar a tiempo a sus posiciones de ataque. El príncipe y la elegida partieron juntos así como siempre lo hacían; Zharek estaba feliz de que Nyliare volviera a ser como antes, la lucha en la que estaban a punto de meterse era una donde necesitaba a su esposa con todas sus capacidades. 




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