La legión: Génesis

Capítulo 3: Úsalo bien...

Un Martes salimos de la escuela, tenía muchas tareas pendientes, se aproximaban exámenes y todo seguía igual que hace dos meses.
Llegue mi casa y no había nadie, dejé mi portafolio en un sillón y caí al suelo a propósito, solo quería hacer que las cosas fueran diferentes, no sentirme agobiado ni triste, ni nada… 
Salí a caminar para despejarme un rato. Por coincidencia me encontré a Fernanda, ella estaba actuando algo raro hasta que la saludé, ella me dijo:
-"Ah, hola William!… Sé que va a sonar raro pero… te compré esto… es tu regalo… de cumpleaños"
Le dije que todavía faltaban 8 meses para mi cumpleaños pero ella insistió en que debía tenerlo. Al final lo acepté y ella me dijo que se tenía que ir porque la estaban esperando para salir a ver a unos familiares que estaban graves, no quise importunarla así que no cuestione y solo me despedí. Vi la caja en la que estaba mi regalo, era una caja elegante, roja y de unos 20 centímetros de largo por 5 centímetros  de ancho. De momento pensé: "Bueno, sí es mi regalo de cumpleaños debería abrirlo el día de mi cumpleaños ¿cierto?" De momento recordé que había un parque cerca de ahí, y ya que lo que quería era despejarme decidí ir para pasar el rato. 
Al llegar al parque vi a muy poca gente para ser un martes por la tarde. Me acosté en el pasto y ahí disfrute de un largo rato ver ese cielo azul me relajaba, sentir que nadie me molestaba, simplemente estar ahí sin preocupaciones, sin problemas; es un momento que me gustaría mantener toda la vida. De pronto un perro se acercó a mí, era un Yorkie Terrier café, sin duda tenía un pelaje hermoso, siempre me han parecido hermosos los animales, se puede aprender mucho de ellos, pueden ser tan humildes y tan majestuosos a la vez. Se acercó y me lamió, yo no tenía inconveniente así que lo dejé hacerlo. Todo iba tan bien hasta que él llegó, un tipo que se veía de unos 30 años de edad llegó gritándole al perro por su estupidez, llegó al lado de mí y lo pateo tan fuerte que lo aventó bastante lejos y el perro no tuvo de otras más que hacer un ladrido de decepción y tristeza. Yo me enojé mucho así que me levanté y le dije:
"!Oye que te pasa hombre! Es solo un perro, ¡¿Por qué haces eso?!"
"Mejor cállate tú si no quieres acabar como él, él es mi maldito perro y si quiero lo mato me escuchaste?"
Tenía mi enojo hasta la cabeza, quería golpearlo y enseñarle una lección, pero mantuve la compostura; la gota que derramó el vaso fue cuando llegó a dónde estaba el perro, le ató un collar con una cuerda y lo empezó a jalar hasta el punto de ahorcarlo. De verdad quería hacer algo pero no podía. Recordé el regalo de Fernanda, un poco de curiosidad y un poco para quitarme el mal sabor de boca y terminé abriendolo. Dentro de esa caja elegante estaba una navaja bastante fina y afilada, al lado de ella venía una nota "- Se que le darás un buen uso, confía en ti mismo. -A" De momento pensé: ¿Quién demonios es A? ¿Por qué dice A si me lo dio Fernanda?" Me perdí en mis pensamientos. Cuando reparé el señor iba ya algo lejos con el perro, seguía torturandolo y maltratandolo. Vi el cuchillo y luego lo vi a él... Pensé en amenazarlo para que tratara bien a su perro, eso le daría una lección. Lo seguí hasta que entró en un callejón, ahí vi una oportunidad, no dude ni un segundo en aprovecharla, le grité:
"¡Oye! ¿Te acuerdas de mí?"
El volteó y me miró con la navaja, esta vez en lugar de ser una mirada prepotente era una mirada más de miedo. El me dijo:
"Oye oye, tranquilo hermano, no quiero problemas, no no tengo dinero si, por favor, no tengo nada" 
Sentí el temor que emanaban sus palabras, me sentí tan… vivo, ¡yo provocaba eso en él! Podría hacer a bastante gente entrar en razón solo con eso. El único problema es que el humano como bien dicen por ahí "Es el unico animal que se tropieza dos veces con la misma piedra", recapacite que probablemente se le olvidaría la lección en menos de una semana así  que le pedí a su perro, él sin pensarlo decidió  entregarlo, le di las gracias y me despedí.
Ya tenía al perro, pero no me lo podía quedar, cualquiera de la legión probablemente no lo querría así que decidí ir a un refugio de animales.
Antes de ir hacia el refugio guarde la navaja en mi bolsillo ya que se vería muy sospechoso si anduviera caminando por ahí con una navaja en la mano. 
Durante el camino llegue a sentirme terrible ya que el perro, que por lo que decía su collar, se llamaba Max, se me quedaba viendo como si le hubiera hecho un gran favor al alejarlo de las manos de aquel señor, se veía como feliz conmigo, pensé en que lo adoptaría una familia terrible pero aún así decidí llevarlo, aparte de que iría a visitarlo de vez en cuando para ver que estuviera bien.
Llegue al refugio y la encargada fue muy amable conmigo, le expliqué la situación del perro y ella me dijo que con gusto lo aceptarían, también prometieron encontrarle una familia a Max. Lo vi por última vez, verlo me reconfortaba, era una buena acción que había hecho, el era un gran logro para mí.
Regrese a casa con un buen sabor de boca, había hecho algo bueno y sin lastimar a nadie, se sintió muy bien así que decidí que intentaría hacerlo, claro sin lastimar a nadie. Decidí ponerme unos jeans y una camisa naranja, esa sería mi vestimenta con la que saldría a ayudar a las personas, animales o cualquier cosa a que las cosas fueran mejores. Solo había un problema, tarde o temprano la gente reconocería mi rostro, y no podía andar por ahí cuando podrían saber en donde estudiaba o donde vivía y atacar directamente. Quedé algunos minutos pensando en que podría hacer cuando tuve la idea perfecta: usar una máscara que tenía guardada de Jason Voorhees. Esa era una idea perfecta. Tomé los jeans, la camisa y la máscara y las puse en mi clóset, regresando de la escuela el miércoles saldría a ayudar a la sociedad.



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En el texto hay: familia, accion aventura y drama

Editado: 03.09.2019

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