La lista de Malena Jal

Capítulo 4

Mis atributos se desarrollaron en la adolescencia. Había conseguido un par de amistades para mis catorce años aunque el bullying no cesaba. Por primera vez, sentí algo por un chico. El único que había sido amable conmigo, obvio, me dejé llevar. Sí, estuvo mal. Pero yo sentía que lo quería. Y él… me usó. Innumerables veces me decía que me quería y después lo negaba, era lindo por chat y en persona me negaba, se burlaba de mí como el resto. Jugó con mi mente y mi corazón de una forma tan descontrolada que fue ahí los primeros pensamientos suicidas que tuve.

Después que me confesara que me usó para darle celos a mi amiga, y otra de mis amigas corriera el rumor de que él me gustaba solo para avergonzarme porque a ella también le gustaba, lo logró. El tiempo pasó y todo quedó así. Nada se resolvió. Los cristales se rompen y nadie los recoge. Nos empezamos a ignorar entre todos. No había paz en casa, no había paz en la escuela, y tenía que reconfortarme diciéndome la excusa arcaica más conocida, 'hay gente que la pasa peor'… La mejor alternativa para olvidar que tu vida es una mierda.

 

Siempre me consideré una persona fea, sin gracia, retraída al punto de parecer retrasada. Nadie se había fijado en mí tal vez por eso. Pero a los quince tuve por primera vez un novio, acá viene ese chisme, no duró mucho. Fueron dos meses y únicamente acepté ser su novia porque me sentía muy sola, que nadie me iba a querer nunca. No estuvo bien hacerlo, pero lo hice. Da igual, me dejó por otra chica que tenía los pechos más grandes y porque yo no quería tener relaciones sexuales con él. Intentó obligarme, pero no pudo.

Al poco tiempo, a las dos semanas, esa chica lo dejó a él por su ex novio. Fue entonces cuando quiso volver conmigo, pero esta vez yo sabía muy bien que no era eso lo que quería, así que lo rechacé. No se lo tomó para nada bien. El muy forro, la vez que me dejó y la vez que quiso volver conmigo, lo hizo por mensajes por redes sociales. Ahí fue donde lo peor vino.

 

Íbamos a la misma escuela, empezó a mandar a sus amigos a mi aula, todos los días tenía a alguien nuevo diciéndome "Te extraña, volvé con él" o "¿Por qué lo dejaste? Hacían linda pareja". Sí, anduvo por toda la escuela diciendo que fui yo la que terminó con él, haciéndose la víctima, y a veces el macho jurando por su vida que me había quitado la virginidad. No terminó ahí. Me seguía hasta la parada del colectivo, temí por mi vida, me esperaba afuera de mi salón todos los días. Después de bloquearlo de las redes, y no pudiéndome contactar por perfiles falsos, un día le mandó un mensaje a un amigo mío que se hizo pasar por mi novio para que me deje de molestar, le dijo que se despida de mí porque la próxima vez que me viera, sería muerta. Le conté a los directivos pero su respuesta fue que seguro estaba haciendo una broma y no tenía que tener miedo, ¿cómo no iba a temer si estaba diciendo que me iba a matar?

 

Después tuve un altercado con la madre de una ex amiga, la que hizo correr el rumor, porque ya no éramos amigas y todos la empezaron a molestar. La señora me increpó en la entrada del colegio, obviamente me quejé en dirección, pero después me llamaba a mi casa esquizofrenicamente para hablar pero solo me amenazaba. De tan palo tal astilla, dicen. Y una ex amiga me quiso pegar por no ir a sus quince pero, ¿cómo podría ir si jamás me dio la dirección? Me crucé con mucha gente de mierda que se querían desquitar con alguien y yo era perfecta porque no me defendía, aunque esa última chica fue la única que se disculpó conmigo. En fin, tantos problemas y otra vez me cambié de escuela.

 

El tiempo con la ventana abierta y mis amigos imaginarios charlando conmigo mientras escribía, eran los mejores, me olvidaba que existían tantos daños, tantas ganas de herir. Hice un poema de desamor mirando un documental de un tiroteo en una escuela, y me detuve para imaginar la situación pero conmigo de protagonista.

 

—Si conseguir un arma sería fácil, ya lo hubiera hecho. Pero esto no es Estados Unidos. 

 

—¡Ai! —exclamó mi amiga imaginaria, así le digo porque nadie además de mí la ve ella o a sus hermanos—. ¡No digas eso! Pareces una psicópata.

 

—¿No soy? Los veo a todos ustedes conmigo en mi pieza y les hablo, y no están acá…

 

—Sí estamos, y bueno, aunque me parece que está mal, si es lo que querés yo te ayudo, ¿o no chicos?

 

Vi sus rostros sonreír al mirarme y asentir con la cabeza, suelen decir “si es lo que querés”. Seguí escribiendo e imaginando ese futuro que nunca pasó con mis compañeros. En mi fantasía vi sus cerebros carentes de uso volar, mezclarse con la sangre que salía de sus cuerpos al chocar la bala contra ellos, olor a hierro, pólvora y gritos, súplicas, qué agradable escenario. Hasta mis amigos imaginarios me miran como si tuviera problemas.

 

Pero de nuevo a lo que pasó realmente. A punto de cumplir los dieciséis años, en esa nueva escuela, hice amigas otra vez, y también amigos. Por un tiempo todo estuvo bien. Mi mamá siempre trabajó como empleada doméstica en diferentes casas y mi papá era sepulturero. Somos una familia de clase media.

 

Mi personalidad se solidificaba. Sabía muy bien lo que quería hacer y decir aunque había veces que no lo practicaba. Una chica, que era como mi hermana, estuvo conmigo en las buenas y en las malas. A ella la conocí en el colegio, nos entendimos de una, y es Mar.




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