Varias lágrimas se colgaban al rostro de BIancy mientras observaba las estrellas. Lo hizo tantas veces para recordar a su padre... ¿cuántas veces más lo volverá hacer? Eran tantas las estrellas, ¿qué representaba cada una? Era la pregunta que en ocasiones frecuentaba la cabeza de Biancy.
Era tan hermoso aquello para ella. Pero ahora era hermoso y dolía. Sus sentidos se mezclaban y ya casi no podía descodificar lo que sentía.
Entonces, allí, mientras miraba al firmamento, una estrella se desprendió y comenzó a caer. Pedir un deseo pasó por la cabeza de Biancy.
- Como quisiera que papá pueda volver a casa- dijo, sin dejar de mirar aquella estrella.
La estrella no desvaneció, como lo hiciera una estrella fugaz cualquiera. Caía, flotaba. Volaba.
Biancy secó sus lagrimas y miró detenidamente. No entendía de momento lo que miraba. Se puso sobre sus pies y sin dejar de mirar, fue detrás de aquella estrella.
Y la estrella caía. Lentamente, mientras Biancy, a la oscuridad corría y se mezclaba entre los árboles y la noche, hasta llegar al rio, en donde allí, la estrella se posó, justo al medio de aquellas aguas. Biancy no lo pensó dos veces, y se lanzó. Camino por el rio sin preocupación y allí, en el medio, la estrella esperaba por ella.
Ella llegó y la vio brillar, la tomó en sus manos y se regresó a la orilla. Se sentó a contemplarla.
Su mirada se quedo perdida en lo que tenía en sus manos y no se percato de que alguien se sentaba junto a ella. Era el abuelo que habló y al hacerlo la asustó un poco.
- Es una luciérnaga - dijo el abuelo-
-Si, lo sé... - respondió Biancy algo asustando pero luego sonriente. -La vi caer del cielo, como una estrella fugaz, aun no deja de brillar.
El abuelo abrazó a Biancy y luego con su mano tomó la mano de ella para ver más de cerca la luciérnaga.
- Es curioso, no ha dejado de brillar - dijo Biancy-
- Ni lo hará. A veces no importa la caída, la luz prevalece.
Biancy levantó su mirada y se quedó mirando fijamente al abuelo, comprendió que con aquellas palabras el abuelo quería transmitirle algo.
- Así como fijaste tu mirada en tu estrella, y corriste tras de ella al verla caer, te tiraste al rio, la tomaste en tus manos, nada impidió que corriera detrás de tu luz, así debes correr por la vida. Sigue tu luz, sin temor, tu padre así lo hubiese querido. Tu padre fue un gran hombre, supo iluminar la vida de todos nosotros, y quizás hoy a caído, pero te aseguro que su luz no se apagará, por lo menos no en mi, y sé que en ti tampoco. Brillara aquí, justo aquí, en tu pecho, al lado de tu corazón, correo con ella, tras ella y por ella y no importa que tan alto sea la caída, solo procura, al igual que como esta luciérnaga, que tu luz nunca se apague.
Biancy secó sus lágrimas. Y asintiendo con su cabeza dijo, tímidamente, si. Luego se apoyo al costado del abuelo y el abuelo besó su frente. Duraron unos segundos contemplando aquello que brillaba en la mano de Biancy.