La Maldición de las Cortes (the Courts #1)

CAPITULO 1. Princesa Humana.

***PARTE I - PRINCESA***

Mi nombre es Grainé Aglae D. Soliere, princesa de la Corte de Verano en el mundo élfico, hija del rey Magnus Empire D. Soliere y de la reina Náyade Calipso D. Soliere quienes gobiernan en la tierra del bosque al oeste del mundo, un lugar en donde eternamente el calor perdura y los colores son fuertes, la grandiosa Corte de Verano.

Nací hace casi dieciocho años bajo el árbol sagrado de “Hojas de Ámbar”, una noche de luna nueva, una noche que fue fría a pesar del eterno clima cálido, un día que dio un nuevo inicio.

Hace ya un tiempo que se había profetizado mi nacimiento, me lo contaron aquellos escribas de muchos libros y entre varias maneras diferentes con siempre el mismo final. Resumiendo trataba de una reina que quedaría embarazada de dos bebes y eso daría paso a la siguiente generación, solo que... en mi mundo el ser que queda embarazado de dos bebes es desafortunado.

En todos los casos algo que paso por decisión de nadie es que al nacer dos seres de un solo vientre, uno debe ser enviado al mundo humano. En el mejor de los casos los padres que en verdad llegaban a amar un poco al bebe como para otorgarle algunos recuerdos que poseería al cumplir los dieciocho lograría encontrar una pequeña fortuna en gemas escondida en algun lugar donde solo ellos podrían desenterrarlos.

En el más normal de los casos los humanos solo aparecen en el mundo humano y viven su vida como ellos. 

En cuanto a mi… solo yo fui una excepción a la tradición.

El motivo de aquello, de lo que preocupo a mi nación y a mi familia es simple, una maldición, una maldición injusta en todo el mundo mágico y para todas las criaturas que habitan en él, una maldición ignorada muy a menudo. Mi situación.

El cantar decía que hace mucho tiempo, al ser “nosotros” puestos en el mundo como primeros seres infinitos y de grandes conocimientos, se nos encomendó la prosperidad de la tierra y para que el mundo prosperara se nos puso una maldición, la humanidad, solo que no nacieron en un buen tiempo, la mejor época para nosotros.

La maldición decía así: “No podrán nacer dos seres iguales del mismo vientre en la misma estación”. La explicación fue vaga y por eso la confusión, hasta que nació el primer humano, hijo de un elfo y una elfa, hijo de dos reyes y aun así algo completamente ajeno a nuestro mundo, sin orejas y sin la extremada belleza o los increíbles dones que nos caracterizaban, sin la infinidad.

El segundo en nacer fue la hija de dos trolls, la misma criatura sin los cayos y la fiereza de sus padres, escuálido y de piel oscura, sin resistencia a los males.

De esa manera fue sucediendo, fueron ellos quienes adquirieron el nombre de “humanos” y fueron aumentando ya que nacían automáticamente en pares y se procrearon como cucarachas, como hoy en día, creyendo ser la cima de una cadena alimenticia prácticamente inexistente por esas épocas, viviendo ajenos a nosotros, sus predecesores.

Pero yo no entraba en esa categoría.

Si dos bebes están en el mismo vientre entonces simplemente uno nace mítico y el otro humano, mi caso, la hija mayor de dos reyes, la primera humana de la realeza después del inicio, una humana que no fue enviada al mundo de los humanos sino que fue conservada en el mundo de la magia, de las hadas, un mundo en donde hay veces en las que nacen humanos como yo y no se les da el lujo que se dio mi madre al mantenerme con vida en su mundo.

De ahí nació la discordia en mi nación y me imagino que es por eso el absurdo glamour que llevo en el cuerpo.

– Su majestad, princesa Aglae.

Tiraron mi cabello hacia atrás y solté una pequeña queja de dolor. Me obligue a mantener mi mirada fija en el espejo al ver a la dríada que peinaba los mechones en un ridículo moño.

Cabello de color oro como el de mi hermana era tratado y unos preciosos ojos verdes me contemplaban, pero, eso simplemente no eran mío, claro que, además de las orejas puntiagudas y la perfección que se realzaba me resultaba ridiculo a veces.

– ¿Qué desea consejero Flamel? –pregunte con calma girando a ver a un duende, “al duende” como le gustaba hacerse llamar, situado a mi derecha.

– Como le repetía a su majestad, esta noche es importante así que debe de memorizarse los nombres de sus invitados, no solo eso, si se equivoca al llamar a un príncipe o princesa provocará la ira de las otras cortes y podría ser el tan anhelado motivo por el cual la guerra empiece. ¿Me está escuchando?

– Lo estoy –seguí mirando mi reflejo molesta.

Como si se me permitiese permanecer hablando en esa reunión o como si no hubiese sido criada con esos nombres rondando mi cabeza por obligación de los tutores que los reyes me habían encargado.

– Bien entonces, comencemos de nuevo. El rey de la Corte de Invierno se llama Edelweiss Frio y la reina es Breena Frio, tiene solo dos hijos, el mayor y futuro soberano de la Corte de Invierno se llama…

El resto de la tarde, aproximadamente las dos horas en las que las ninfas y dríadas confeccionaban directamente un vestido en mi cuerpo, pegando y cosiendo flores y hojas veraniegas para después pintar con dorado las partes desnudas de mi piel, pues, el día pasó.




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