—Lo hizo, de verdad lo hizo — murmuró la misma voz cálida.
— ¿Quién eres? — preguntó, no podía ver nada, todo estaba oscuro.
—Ya lo sabes — fue su respuesta —, no debes temer Breela, no perteneces aquí.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
—Solo tienes que aguardar unos minutos más, no podemos dejarles las cosas tan fáciles a los Pines, ¿cierto? — la voz se desvanecía.
— ¿Quién eres? — volvió a insistir.
—Soy Faith, un gusto conocerte. Por cierto, no olvides de decirle que lo logró.
— ¿A quién?
—Lo sabrás.
Las dos personas se encontraban corriendo lo más rápido que podían y que el camino les permitía a través del bosque. Cuando llegaron a la casa subieron los escalones de la entrada lo más rápido que podían hasta llegar al salón, dos personas estaban arrodilladas frente a un cuerpo sin vida.
—Llegamos tarde — susurró Adiutor.
Alex alejó la mirada de Breela para concentrarse en los recién llegados, los hechiceros veían la imagen frente a ellos sin poder ocultar su asombro. Scivi había tenido una visión, en ella Alex se encontraba en peligro en esa casa, junto con Breela, pero no vio más allá de eso.
—La maldición se ha cumplido nuevamente — dijo ella de la misma manera.
—Lo ha hecho — aseguró Alex.
—No — quien habló fue Rose, viendo a la mujer —, no es así como debe suceder.
—La menor siempre morirá a manos de la mayor — comentó Adiutor —, pueden que no sean hermanas, pero son Pines, y lo que el panorama da a entender es que estaban peleando por un hombre — dijo señalando a Alex.
Nadie dijo nada, no lograban asimilar toda la situación, ¿ese era el costo que debían pagar por que se supiera la verdad?
—Lo siento — murmuró Rose —, de verdad lo siento. Está bien que no crea en mis palabras, pero son de verdad; lamento todo el sufrimiento que alguna vez le causaron a su hija, lamento todo el sufrimiento que mi familia pudo haberle causado a usted — dijo sin dejar de ver a Scivi —. Lamento todo el sufrimiento que Breela pudo haberte causado, no era ella quién hablaba era yo, la manipulé para alejarla de ti porque sabía que representabas un peligro hacia mí — se dirigió a Alex —, sé que ya es muy tarde pero lamento todas y cada una de las cosas que hice u ocasioné.
Todos se quedaron en silencio, impactados por las palabras de Rose y pensando en que es lo que debían hacer. Adiutor iba a hablar, pero fue interrumpido por una tos constante. Alex miró hacia abajo dándose cuenta que provenía de Breela, sujetó su cuerpo de medio lado para que no se ahogara con su sangre, no podía creer lo que estaba sucediendo, buscó con la mirada a Scivi y Adiutor para que le explicarán, pero ellos tampoco entendían lo que estaba sucediendo.
—Alex — susurró Breela.
— ¿Sí? — preguntó nervioso.
—Lo hiciste — le dijo sin abrir los ojos —, lo lograste.
— ¿De qué hablas?
—Tú sabes de qué.
—La maldición — susurró Adiutor.
— ¿Qué está pasando? — preguntó una nueva voz, era el sargento junto con los D´Balla y Marie, la última dio un grito al ver el estado de Breela.
—Hay que llevarla al hospital — dijo Evan mientras se acercaba a su prometida.
—El más cercano está a media hora de distancia — le recordó su padre.
—Hay que llevarla con el doctor Carter, en el ambulatorio, el verá que podemos hacer — dijo la nana.
—Yo los ayudaré a… — comenzó a decir Alex.
—No — lo interrumpió el sargento —, ustedes — dijo mientras señalaba a Scivi, Adiutor, Rose y a él — se quedarán aquí y me dirán que es lo que pasó.
Con ayuda de su padre, Evan alzó a Breela y se la llevó en brazos hasta el auto con su padre siguiéndoles, Marie no sabía que debía hacer, si quedarse o ir con ellos.
—Ve con ellos, Breela te necesita — fue Rose quién habló.
—No es tu culpa, nana — le dijo Alex al ver el rostro de la mujer — ve con ellos — la mujer no dudó en salir del salón.
— ¿Alguien va a explicarme qué es lo que ha sucedido? — preguntó en tono demandante el sargento, mientras Alex ayudaba a Rose a colocarse de pie, sus manos y parte de sus camisas estaban llenas de sangre.
—He sido yo — confesó Rose —, yo he sido quién le ha disparado a Breela — el sargento la mirada con incredulidad, no creyendo del todo sus palabras —. Se pueden ir, no tiene nada que ver en esto; nosotros dos debemos hablar a solas — les dijo, refiriéndose al sargento y ella.
Alex quiso protestar pero se vio siendo arrastrado del brazo hacia la salida por Adiutor. Salieron en la casa en silencio, no fue hasta que estaban a mitad de camino cuando el detective se detuvo abruptamente.
—Es tu hija.
Tanto Scivi como Adiutor — que iban unos pasos por delante —, también detuvieron su caminata, no sabía lo que debía decir, nunca pensaron en que ello.