A pesar de que en los días anteriores había llovido, esa mañana el cielo se encontraba despegado y hacia una suave brisa, un cambio radical de clima, como si fuera un nuevo comienzo. A medida que iba avanzando por las calles, su nerviosismo aumentaba, todo cambiaría — si es que podía cambiar aún más —. En la sala de espera se encontraban las mismas personas del día anterior, incluyendo al sargento quién estaba un poco más alejado del resto.
—Buenos días — comentó el sargento acercándose a él.
—Buenos días, sargento.
—Necesitamos hablar — dijo de manera seria —, pero este no es el mejor lugar para hacerlo — comentó mirando alrededor —, en lo que salgas de aquí te espero en mi oficina — le informó y luego salió del lugar.
— ¿Puedo entrar? — le preguntó a Marie, tratando de ignorar la montaña de sentimientos que tenía.
—Está esperando por ti — respondió la nana.
Alex le sonrió en forma de respuesta, entró a la habitación ignorando las miradas curiosas de ambos hombres. Breela se encontraba sentada desayunando, en cuanto lo vio entrar dejó la bandeja en la mesa al lado de la cama.
—Buenos días — le saludó con una sonrisa.
—Buenos días — le respondió de la misma forma.
— ¿Qué es eso? — preguntó refiriéndose a la caja.
—Esto es, era de Audrey — dijo despacio, analizando el rostro de Breela —, la historia de cómo la encontré es un poco complicada, pero no me pertenece — le extendió la caja —, te pertenece a ti.
Breela la tomó entre sus manos, nerviosa, la repasó con sus manos antes de abrirla y sacar lo que guardaba. Sacó primero el anillo, luego el collar, las cartas y por último las fotografías, deteniéndose a ver por más tiempo la de Audrey.
—Soy idéntica a ella — susurró.
—No del todo — bromeó Alex —, pero si te pareces mucho, por eso los señores del mercado se quedaron viéndote de esa forma — le recordó.
—Sí — murmuró sin dejar de ver la fotografía, siguió la de Matt y por último la de ellos dos viéndose —, se les veía muy enamorados.
—Lo estaban — le aseguró.
— ¿Crees que se puede extrañar algo que nunca se conoció? — cuestionó sin despegar la vista de la fotografía.
—No lo sé — murmuró sincero.
— ¿Piensas que de verdad sienta haber hecho todo lo que hizo?
— ¿Tú no lo crees?
—En este momento de mi vida, no sé qué tanto de lo que me ha dicho es verdad y qué no — hizo una pausa tragando fuerte, respiró hondo no queriendo hablar de eso, por lo que cambió de tema — Gracias por traerme esto, creo que lo necesitaba, pero no estás aquí por esto.
—Bree…
—Solo has la pregunta — lo interrumpió.
Alex tomó aire antes de hablar — ¿De verdad lo amas? — preguntó en un susurro.
—No — respondió en voz baja, sin atreverse a mirarlo.
—Pero…
—Pero no significa que no le haya tomado aprecio en todo este tiempo — dijo con sinceridad.
— ¿Romperás el compromiso? — preguntó, aun sabiendo la repuesta.
—No — respondió viéndolo —, independientemente de todo lo que pasó, mi compromiso con Evan nunca fue falso o por conveniencia como todos creían — hizo una pausa tragando el nudo en la garganta —. Leí un par de veces la carta que mi madre me dejó y tiene razón en que debo quedarme con la persona a quien quiera no con quien deba. Ya te lo dije, nunca estuvo en mí hacerte daño solo…
—No sabías como decirme la verdad — terminó por ella.
—Lo siento — murmuró.
—Igual yo — dijo de la misma forma —, me estaba aferrando a una esperanza que nunca me diste — susurró de forma inaudible —. Debo irme, el sargento me está esperando — informó mientras se colocaba de pie.
—Espera — le detuvo —, quiero que te quedes con esto — le extendió la caja con el anillo dentro.
—Era de tu madre.
—Estoy segura que le gustaría que lo conservaras, después de todo fuiste tú quien lo halló.
— ¿Segura? — preguntó
—Mereces lo que está escrito ahí — fue su respuesta — ¿Está todo bien entre nosotros? — fue su turno de preguntar, temiendo la respuesta.
Alex la observó durante unos segundos, recordando todo lo que habían pasado. Breela no era la mala de la historia, aunque no le habló del compromiso, siempre le dejó en claro a Alex que eran amigos, había sido él quien la vio como algo más — Todo está bien — respondió caminando a la puerta.
—Nos vemos, detective — se despidió, quién sabe por cuánto tiempo.
—Nos vemos, Bree — sonrió, de cierta forma, Breela le ahorró un fuerte golpe contra la pared invisible frente a él.
Salió de la habitación mucho más tranquilo, no vio a ninguno de los hombres ni a la nana en la sala de espera, supuso que estaban buscando algo de comida y regresarían al rato. Salió del ambulatorio camino a la estación, a medida que se iba acercando le sorprendió ver a la personas aglomeradas en la entrada y varios oficiales tratando de evitar que dicha gente entrara. Le costó un poco entrar al lugar, podía decir que la mitad del pueblo — los que eran chismosos — se encontraba ahí. Al entrar sus compañeros estaban cuchucheando con otros oficiales y al verle se callaron, decidió ignorarlos, no tenía tiempo para eso. Al llegar a la oficina le sorprendió ver a Rose dentro, esposada.