La muerte llama a mi puerta

Libros

Sus ojos me transmiten todos sus pensamientos y sentimientos dejándome paralizada sin saber qué hacer. No había pensado en ella, simplemente lo iba a hacer intentando ahorrarles el dolor a todos y acabando yo misma con todo antes de tiempo para que pudiesen superarme lo antes posible. Pero ella no sabe nada, no sabe lo de mi enfermedad, no entiende el porqué de mis acciones y yo moriría sin explicarle lo mierda que es mi vida. Ella viviría sin saber el porqué de mi desaparición, no sabría que he muerto, pensaría que me he ido, que no le quiero como le dije la última vez que nos vimos.

-Yo...

Mi voz se rompe y ella me vuelve a abrazar.

-¿Qué tal si primero salimos del agua?

Asiento varias veces, pero no me muevo. Siento mis piernas pesadas, dolorosas y el agua fría no ayuda. No me he tomado dos pastillas que si debería haberme tomado para el dolor y ahora estoy pagando las consecuencias, sumando el hecho de haber corrido cuando tengo prohibido el ejercicio. Ella me deja apoyarme en su hombro y me obliga a caminar a pesar de mi resistencia por no moverme, prometiéndome de que sentadas en el banco estaríamos mejor. Cuando al fin llegamos le pido que me acerque mi mochila y de ella saco el bote de pastillas, cogiendo dos y llevándomelas a la boca ante su atenta mirada.

-Tranquila, estas si las necesito.

Le muestro una sonrisa de lado, intentando que se relaje un poco, pero está alerta, analizando cada uno de mis movimientos. Supongo que esto es lo malo de intentarlo y fracasar, luego debes dar explicaciones que no quieres dar y pedir perdón por tus actos. Ahora me mirará diferente, me controlará aún más y simplemente dejará de quererme poco a poco, como mis amigos, como todo aquel que me rodea y pierde la esperanza en mi. Supongo que por eso intento que mi madre la conserve.

-Se que debo explicarte el po...

-No me debes explicaciones- se apresura a decir y yo levanto la mirada rápidamente- solo quiero una promesa.

-¿Una promesa?

-De que no volverás a hacerlo.

-Pero...

La determinación en su mirada me hacer callar, mordiéndome el labio inferior con fuerza para no llorar delante de ella, no de nuevo. 

-Te lo prometo, Vic.

Eso parece relajarle porque suspira con alivio y apoya su cabeza en mi hombro, cogiéndome de la mano como tantas otras veces lo hemos hecho, mirando el cielo lleno de nubes. Quiero decirle que todo estará bien, que nada malo me pasará, tal vez contarle lo que pasa en mi vida, pero simplemente me quedo callada, disfrutando el momento como si fuese el último, como si mañana ya no pudiese coger su mano. He estado a punto de no volver a sentir esta sensación de paz y emoción a la vez... Sin duda quitarme la vida sería algo de lo que me hubiese arrepentido segundos después de hacerlo.

-No me odies- susurro medio dormida.

Estamos tumbadas en el césped, sintiendo el cuerpo de la otra al lado, ignorando el frío que hace por ser diciembre y pleno invierno.

-¿Por qué lo haría?

-No lo se, simplemente no lo hagas, por favor...

Mi voz suena tan desesperada que casi me quiero pegar un tiro de lo ridícula que parezco, pero aprieto su mano para saber que sigue ahí y no es una ilusión. No soportaría que ella también me abandone y se aleje de mi. Solo de pensar en hacerle daño me duele a mi pero no puedo alejarla porque le necesito aunque suene egoísta, no quiero morir sola y olvidada.

-Nunca lo haría.

Sus palabras son firmes y reconfortantes, haciéndome sonreír.

-Gracias...- susurro verdaderamente agradecida.

-Oye- me llama y yo solo hago un pequeño sonidito para que sepa que le estoy escuchando- ¿te puedo contar algo?

-Por supuesto, tonta- me pego más a ella, dándole un beso en la mejilla y notando sus mejillas algo sonrojadas- te escucho.

-Hoy es mi cumpleaños.

Sus palabras me dejan con la boca seca y mis ganas de llorar vuelven de manera infinita, haciéndome casi imposible la tarea de aguantar las lágrimas.

-Yo...

-Cumplo 16- suspira, casi como si no se lo creyese- hoy 10 de diciembre cumple 16... Suena tan irreal.

-¿Por qué?

-Hasta hace nada tenía 7 años y reía junto a mi madre que ahora yace en una tumba a 30 minutos de aquí, ahora tengo 16 y tengo que cuidar de mi abuela, ir al instituto y seguir respirando- susurra más para ella misma que para mi- es mucho.

-Eres muy fuerte- afirmo convencida, cogiendo su mentón con delicadeza para que me mire a los ojos- seguramente todos están orgullosos de ti.

-¿Tu crees?

Su voz se rompe al igual que mi corazón. ¿Tan rotas estamos las dos?

-Por supuesto- sonrío de oreja a oreja- te mereces un premio por todo el esfuerzo que haces, eres increíble y todos lo ven.

-Eres mi única amiga.

-Mejor poco que de mala calidad ¿no?

-Pero tu si tienes amigos.

-Amigos que me alejan de su lado por miedo, esos no son amigos.

-Te quiero, Clau.

-Y yo a ti, Vic.

Nos quedamos en silencio un poco más hasta que una idea se me pasa por la cabeza y me levanto de golpe, obligándole a ella a hacer lo mismo ya que seguimos con las manos unidas. Comienzo a caminar alegremente, con mi mochila a la espalda, hasta salir del parque mientras escucho sus pregunta sobre a dónde vamos o si me he vuelto ya loca. Yo no le hago caso y voy por la calle buscando con la mirada el lugar, sin recordar claramente dónde estaba. Hace mucho que no voy ahí, aunque yo amaba ese sitio. Bueno, lo sigo amando.

Me detengo delante de la asombrosa librería de segunda mano y miro de reojo como Vic abre la boca algo sorprendida de dónde estamos. Abro la puerta del lugar y le hago una seña para que entre primero, pero se detiene.

-Pero, ¿qué hacemos aquí?

-Te voy a comprar todos los libro que quieras, aquí no valen más de 5 euros y tengo veinte en la mochila, así que pide y yo compro, es mi regalo por tu cumpleaños- le explico aún con la puerta abierta.



#25368 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor lgbt, lgbt juvenil

Editado: 25.08.2021

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