¿Cómo piensan que una mujer se pueda defender si la atacan en su alcoba? ¿Peinando al asaltante, haciéndole trenzas?
En ese momento caigo, ¡la pequeña daga! No la he guardado, sigue en mi mesita, al lado de mí.
Palpo la mesita, derribo el espejo que se rompe en pocos pedazos, pero encuentro la daga.
Me lanzo furiosa y embisto con la daga, dirección a su pecho.
Él predice mi ataque, y con unos reflejos aterradores me sujeta la muñeca, la retuerce hasta que suelto la daga y me empuja sobre la cama, presiona sus caderas contra las mías, dejando inmovilizada salvo por una mano, la otra la sigue sujetando.
Por fin le puedo ver la cara, no le veo bien.
Solo puedo distinguir un pelo corto y muy rubio, y unos ojos color verde claro. Tenía una fea cicatriz reciente y grande que iba desde su pómulo izquierdo hasta la barbilla.
Sonrió y una hilera de dientes sorprendentemente blancos apareció, ¿esta es la sonrisa de un asesino?
-Me alegro de que por fin te hayas quedado quieta, verás…- susurra, su voz es más agradable de lo que pensaba, es varonil y gélida. Aunque escalofriante.
Podría hacerle caso e irme de mí, quedarme como un despojo y que me arrebate todo lo que tengo de ser, para que después me mate.
Si me mentalizo creo que podría casi no notarlo, pero esa sería mi verdadera muerte.
Y no moriré en alma si sigo teniendo aire en los pulmones.
Una idea celestial atraviesa mi mente instantáneamente.
-Tú…- digo sin que se me quiebre la voz, distrayéndole.
-No suplicas, ni lloras, creo que me agradas. - añade, rodeando una mano sobre mi cuello y cerrándola.
Ahora o nunca, alargo el brazo hasta encontrar un gran pedazo de espejo que sé que se había desprendido momentos antes.
No le da tiempo a volver a reaccionar cuando le clavo el espejo, cortándome la palma de la mano en el proceso.
Por la posición y la movilidad, sólo pude dañarle la espalda, a la altura del hombro, noto como se desgarra la carne y los tendones hasta que llego al hueso.
Él omite un alarido y aprieta los labios, le doy un rodillazo en el estómago para quitarlo de encima.
Me levanto y corro hacia la puerta.
-Está bien, está bien, tú ganas preciosa.- resopla sonriendo psicóticamente, me fijo más en él, no parece mucho más mayor que yo.
-Mujeres...- ríe, está de rodillas y de un movimiento se saca el cristal de la espalda, hace una cara de dolor que intenta disimular.
Recojo la daga del suelo, no sé por qué no he gritado o huido, podría haber pedido ayuda y este malnacido ya estaría enjaulado.
Pero no, no quiero que alguien se ocupe de él, lo mataré yo.
Me acerco y posando el filo de la daga amenazante sobre su cuello, él sigue de rodillas sin impresionarse, me mira, cínico.
- ¿En serio? - resopla sin demasiada emoción, retándome.
-No dudaré en matarte. - me da un escalofrío tras decir esas palabras, pero estoy decidida. –Soy una dama, te dejaré unas últimas palabras, piénsalas bien.
-Bien, bien… sonrió divertido. - seguía sin tomarme en serio. –Mis últimas palabras serán un consejo, para ti; seas un sucio pirata como yo o un caballero andante, si apresas a tu enemigo, primero desármalo. - dicho esto saca un machete del cinturón y lo posa en mi estómago.
-Jaque mate. - sonríe, esa asquerosa sonrisa de arrogancia…
-Nada de jaque mate, tu cuello aún peligra. - digo conservando la calma, aunque mentalmente me estoy recriminando cien veces lo estúpida que he sido.
-La mía es más grande. - sonríe pícaramente elevando una ceja y mirando el machete afilado.
-¿Vas a ser un cerdo arrogante hasta en tu último día de vida?- critico, clavando algo la daga, solo un poco, pero puedo ver el hilo rojo.
-No lo sé, te lo diré cuando ese día llegue. Por ahora, sí.- rasga mi camisón y clava superficialmente el machete en mi estómago.
Noto calor en esa zona y me estremezco del dolor.
-Dejémoslo en empate, no he venido a matarte, bonita.
-Deja de llamarme bonita, ¿a qué has venido entonces, pervertido?
-No, tampoco soy de esa clase de hombres. - dice serio por primera vez.- He venido a recuperar algo que es mío.