Isaac era muy divertido, hablamos toda la mañana de nuestra niñez y parte de la adolescencia juntos, hablamos de mi madre y los vecinos que todavía están viviendo ahí, también hablamos de Lau. Ya casi al final de la tarde juntos, hablamos de lo que había sido de nosotros, resulta que él era chofer de una familia muy rica, él se enamoró de la hija de los señores de la casa y se casó con ella, porque ella quedó embarazada, lamentablemente ella falleció hace dos años.
Él heredó el negocio del padre de su esposa, ya que el señor no tiene otros hijos, ahora él supervisa una empresa, pero sigue estando en clases con su suegro para el manejo de la empresa.
Yo le conté sobre las ronchas de mi padre, del trabajo con el señor Alexander y de las maravillosas niñas.
—Entonces ¿Eres la niñera? —Dijo mientras terminaba su cerveza.
—Sí y la mejor. —Tomé mi café.
—No tienes porqué aclararlo, pero yo también necesito una niñera.
—Lo lamento, firme un contrato. — Él tronó la boca.—Lo sé, pero no te preocupes encontrarás una.
—Yo te quiero a ti. —Me tomó la mano delicadamente, mi corazón se aceleró.
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Después de un largo beso, entré a la casa mientras Andrés abría la puerta.
—¿Te veré mañana? —Me preguntó.
— Claro, pasa por mi a las nueve. —Él sin quitarme los ojos de encima fue caminando hacíasu auto, hasta que Andrés cerró la puerta.
—Deberías de ser más conservadora en la casa.—Me sugirió Andrés.
—¿Pero por qué? Solo somos amigos.
— Tu amigo te batió por toda la cara el lápiz labial — Dijo fingiendo una sonrisa y extendiéndome pañuelos.
—Oh… ¡Rayos! Hoy no tenía previsto besar a nadie.
—¿Qué?
—Que hoy no pensaba besar a nadie y por eso usé este labial, que me costó horrores y aún que es el tono que quería, se bate. Es un caos, Andrés.
—¿Entonces solo lo compraste porque es el tono que buscabas?
—Sí, y lo uso en ocasiones donde no pienso besar porque todo se corre y el color es muy escandaloso. —Me limpiaba la cara con el pañuelo.
—Buenos días a los dos perdedores.—Dijo Paula saliendo del tocador.
—Hola —Le saludé.
—Señorita Paula, es muy lindo el color de labial que usa hoy y todos los días. —Andrés dijo algo burlón, lo que me hizo prestar atención y ver que el labial era el mismo que el mio.
—¿Gracias? —Se fue de nuestra vista.
—¿Por qué hiciste ese comentario? —No entendí la burla de Andrés.
—Todos los días usa ese labial y sale de esta casa con el labial intacto. —Nos reímos de ella. Al final suspiré. —¿Qué pasa?
—Lo que yo daría por que el señor Alexander me batiera el labial.—Me lo imaginé, la escena perfecta. El señor Alexander y yo en su oficina, besándonos.
—Ay, Val. —Me movía la cabeza en modo de desaprobación.
—Entiendeme, es muy atractivo.
—Te entiendo, lo he escuchado muchas veces. —Caminamos hacia la cocina.
Él terminaba de hacer la comida y yo comenzaba a probarla, le hablé sobre Isaac y de lo mal que lo trataba cuando éramos niños, de las excusas tontas que le decía para no salir con él.
—Entonces ahora aceptaste salir con él por su dinero. — Concluyó después de mi historia.
—¡No! El dinero, aún que hace una vida más fácil, no importa para nada. El dinero no influencia mis sentimientos.
—¿Entonces? —Acomodaba el carrito de la comida.
—Ya no vive cerca de mi mamá, ni tampoco vive con su madre. — Le expliqué.
—Pero tiene una hija.
—¿Y?
—¿No te importa cuidar a los niños que no son tuyos? — Comenzamos a caminar fuera de la cocina con todo y carrito.
—Andrés… trabajo de niñera. ¿No crees que en verdad no me importa cuidar a los niños que no son míos?
—Ya sabes a lo que me refiero.
—Bueno, pero apenas estamos iniciando y no es como que me vaya a casar con él. —Me reía y después me quedé muda. — Aún que… no sería mala idea.— Pensé en voz alta.
—¿Por qué lo dices? —Comenzó a poner los cubiertos.
—Porque tengo 27 años y en unos meses cumplo los 28. Si no me doy prisa se me irá el tren.
—¿Sigues con esas ideas anticuadas? Yo tengo a una tía que nunca se casó.
—¿Es millonaria?—Se paró un momento a pensar.
—No.—Volteó a mirarme.
—¿Viaja por el mundo?
—No.
—¿Tiene casa propia?
—Sí.
—No suena tan mal.— Me dije a mi misma.
—Te lo digo, Val. Esas ideas eran usadas hace veinte años.
—¿Vive con su madre? —Dije amenazante.
—Mmmh… No —Dijo dudoso.
—Andrés… —Dije amenazante.
—De acuerdo, sí vive con ella.
—¿Lo ves? Debo de casarme lo más pronto posible.
—Creo que exageras, tienes 27 y todavía tienes una vida por delante. Yo tampoco me he casado.
—Y esa es la prueba más grande de que debo de casarme. Porque si no lo hago pronto tendré que trabajar de niñera hasta que Adela vaya a la universidad.