La niñera

Blusón

— ¡Puedes bañarte! ¡Sabes que no prepare la tina solo para mí! — Bajé las escaleras enojada.

—¡Señorita Daniela! — Coco gritó al verme.

—¿Quién rayos le enseñó a decir eso a Coco? — Me quejé.

—Parece que las hermanas no se llevan bien. — Andrés caminaba hacia la cocina, lo seguí.

—Te diré algo, mi hermana siempre ha querido todo lo que yo tengo. — Me senté en la barra mientras Andrés encendía la cafetera.— Mi ropa, mis juguetes… Una vez me rapé la cabeza por completo, sólo porque sabía que ella también lo haría. Tomó un mes que me creciera, pero ella se veía como un extraterrestre. ¡Sé que si ella pudiera se haría pasar por mí y me encerraba en un sótano!

—Creo que estas exagerando. — Me sirvió café.

—Te juro que no. — Le afirmaba.

—¡Hola, buenos días!— Daniela entró a la cocina con mi bata. Yo tenía puesta una casi igual. Miré a Andrés con cara de ¿Lo ves?

—Buenos días, señorita Daniela ¿Quiere café?

—Sí, gracias. — Andrés le sirvió, después él tomó su taza y salió.

—Creo que después de todo fue una mala idea que vinieras aquí.— La encaré.

—¿De qué hablas? — Parecía muy confundida y triste.

—Sería mejor que te fueras — Le fui sincera.

— ¿Por qué me haces esto? — comenzó a llorar. — Primero mi esposo me abandona…

—¡Tranquila! —La interrumpí. — No es el único hombre, encontrarás a otro. ¡Tú eres hermosa! Puedes conquistar el corazón de cualquier hombre que te propongas.

—¡Para ti es fácil decirlo! ¡Tienes tanta suerte!

—¿Yo? — Me parecía increíble que alguien creyera eso.

—¡Sí! Vives en un castillo, con comodidades de una estrella famosa. También tienes un hombre atractivo.

—¿Un hombre? ¡¿Dónde?!— Voltee a todas partes desesperada.

—Buenos días, señoritas. —El señor Alexander entró a la cocina, nos sonrió, dejó una taza en la barra y se fue.

—¿El señor Alexander? —Pregunté. Ella sintió —¡Él es mi jefe! —Le grité.

—¿Entonces no hay nada entre tú y él? — Se sonó la nariz.

—¡No! — Le dije obvia.

—¿Te molestaría que fuera tras él? —Dejó de llorar por arte de magia, siempre me hacía el mismo chantaje.

Salió corriendo tras él y yo me quede sola en la barra sin saber qué decir.

 

~~~
 


Estaba en la cocina cociendo un suéter de Adela, era sábado.

Adela y Michelle estaban con el entrenador de Coco, le estaban enseñando trucos de volar de un lado a otro, también de acudir a la llamada, etc.

Daniela estaba cocinando, odiaba que cantará mientras lo hacía. ¿Por qué tenía que haber llegado a esta casa? ¿Por qué mejor no se iba?

— ¿Acaso huele a sabrosa lasaña? — El señor Alexander entró a la cocina jalado por su nariz.

—No — Le respondí. — Es mi perfume.

—¿Señor Alexander? — Daniela volteó a verlo, traía puesta una falda de leopardo y la acompañaba con una blusa muy escotada. Si yo me vestía provocativa, ella quería superarme al 200% — Venga y pruebe esto. — Había hecho  unas que parecían bolitas de carne, parecían exquisitas. Se parecían al moño que traía en la cabeza.

El señor Alexander fue casi corriendo hasta ella y yo avente todo para seguirlo. He estado aquí por más de un año y no dejaré que ella se quede con él solo porque yo no sé cocinar. Pero para eso está Andrés.

Él llegó a su lado y Daniela tomó una, se la acercó a su boca, el señor Alexander le dio una mordida y ella se acercó a su mano y terminó de comer la bolita. Estaban tan cerca uno del otro, el señor Alexander miraba con ojos de amor a Daniela, yo tomé una bolita de carne y me la metía a la boca, me quemó de inmediato ¿Que ellos estaban más calientes como para no notarlo? La escupí.

El señor Alexander puso su atención en mi.

—¿Está bien, señorita Valeria? —Me preguntó algo confundido.

—Sí, solo que la bola de carne tenía mucha grasa.

—Ahí se encuentra el sabor. — Coqueteo con el señor Alexander.

— ¿Qué te pasa? ¿Necesitas que te operen del estómago otra vez? — No la soportaba, fui a sentarme para seguir cosiendo.

— Le encargo la lasaña — Dani caminaba hacia la puerta — Voy a subir a mi habitación.

—¡MI HABITACIÓN! —Le recordé gritándole cuando ella ya había salido corriendo.

—¡Su hermana es una cocinera fantástica, señorita Valeria! —Me ¿Felicitaba? El señor Alexander. —¿Dónde la tenía escondida?

—La tenía encerrada en un frasco con hoyos para que pudiera respirar. — Estaba enojada.

— No escuché bien. — Parecía confundido.

—¿Es que no se da cuenta? — Le pregunté. — ¡Ella le coquetea descaradamente!

—¡Oiga! Ella sólo cocina para mí. — Me explicó.

—¡Ajam! ¡Por eso dicen que el amor empieza por el estómago! —Grité, él ya se había molestado.

—¡Señorita Valeria, usted está verdaderamente confundida! — Me reclamaba.— Está muy enojada, que bueno que no maneja equipo pesado o comenzaría a darme miedo. — Salió de la cocina.

¡Maldita sea, Daniela!

Aunque en realidad creo que sí estoy exagerando, es mi hermana y yo la recomendé a este trabajo. Es una buena cocinera y creo que solo me extraña, creo que puedo ignorar cualquier cosa que haga. Si me imita o se pone mi ropa, esas son cosas sin importancia. Excepto si le quita las etiquetas, porque si se las quita tendré que pagarlas y eso sí que no podré perdonarlo.

La cena estuvo deliciosa, tal y como olía.

La cena fue agradable, aunque en el truco de coco algo salió mal y terminó en mi cabeza, no me quejo es muy liviano.

Michelle nos contó sobre la fiesta, lo divertida que fue y lo mucho que bailó.



 

Me puse mi blusón de tirantes para dormir, después mi bata, bajé a tomar un poco de agua y después subí, la puerta del señor Alexander estaba abierta.

—Buenas noches, señor Alexander. — Mire por su puerta pero no me detuve, ví también a Daniela ahí dentro — Buenas noches, Dani.— Me detuve en seco. — ¡¿Daniela?! — Entré a la habitación del señor Alexander.  Daniela tenía un blusón para dormir idéntico al mío (lo compramos en un 2x1) pero no tenía nada más, estaba sola con el señor Alexander en su habitación. El señor Alexander tenía su pijama anticuada, como la de las películas.



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Editado: 30.09.2020

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