El sonido de las chispas que salían de la chimenea eléctrica, eran algo tranquilizantes. Nos encontrábamos recostados cerca de ella, en el tapete a lado del piano. Los chicos yacían dormidos en el sofá, finalmente los cantos tradicionales habían cesado y el baile los había agotado tanto que los hizo caer rendidos ante el cansancio. Leander y yo habíamos quedado despiertos. Él buscando una solución en sus pensamientos, podía asegurarlo, Leander planearía hasta lo imposible con tal de que su familia estuviese a salvo.
– ¿Qué es lo que estás pensando ahora? – susurré, girándome hacia él, dejando de ver el techo blanco sobre nosotros para verlo a él, de perfil, con sus ojos clavados en el techo mientras que una risueña sonrisa se apoderaba de sus labios a penas escuchó mi voz.
– Nada de lo que tengas que preocuparte – contestó, imitando mi acción, haciendo que ambos estemos frente a frente.
– No voy a preocuparme, así que puedes decírmelo.
– Solo pensaba – suspiró, mirando de nuevo hacia el techo. – Pensaba en una solución. La parte mas difícil de todo esto no era decírselo a ellos, si no el como reaccionarían todos cuando se enteraran. Este camino no es fácil Yelen, estamos atrapados aquí, aunque Zev nos dijera que no debemos de involucrarnos en esto, ya no hay escapatoria, no la hay porque sus palabras ya no serán escuchadas. Seguimos encadenados en esta vida, aunque no lo queramos, y no puedo proteger a mis hermanos de las llamas que nos envuelven, ni siquiera a ti pude protegerte.
– Yelena – añadí en voz baja, de repente, pasando completamente por alto el tema anterior. Leander se giró de vuelta a mirarme, había logrado mi objetivo, distraerlo de sus pensamientos y traerlo al ahora.
– Mi nombre realmente iba a ser Yelena, Yelena Zatova.
– ¿Qué? – murmuró ofuscado, yo sonreí ante la confusión en su mirada.
– Ese es el nombre que mis padres habían elegido para mí, pero el día en el que ellos iban a registrarme, mi padre tomo una decisión repentina, él quería ponerme un nombre que no fuera tan común en Rusia, así que le quitó la última letra a mi nombre y me puso Yelen, que significa viento en turco. Fue inesperado, pero aún así era un nombre que tenía un significado, sin que él lo supiera.
– ¿Qué quieres decir con esto?
– Que encontrarás una solución, así como mi padre lo hizo. A veces los mejores planes se trazan en el momento, sin que estemos horas pensando en ello, simplemente llegan a ti como si te hubiesen estado esperando.
Leander suspiró, con una sonrisa pintada en sus labios, sonrisa que revelo sus dientes blancos. Se giró hacia mí nuevamente, mirándonos fijamente el uno al otro, con nuestras cabezas recostadas sobre nuestros bazos y las llamaradas ardientes del horno siendo el testigo de este amor que comenzaba a tomar fuerzas.
Su mano derecha se acercó hacia mi rostro, sus dedos acariciaron mis pómulos, para después recorrer cada centímetro de mi rostro con delicadeza. Siguió hacia mi cabello, acariciando cada mechón de éste con calma.
– Así será – susurro mientras continuaba con su trabajo, y ante sus caricias, mis ojos parecían adormilarse cada vez mas, hasta que finalmente el sueño logró vencerme.
Entre sueños logré escuchar una voz apacible que repetía mi nombre. Poco a poco logré abrir mis ojos mientras que estos se acostumbraban a la iluminación de la casa.
– ¿Ya estas despierta?
– Ya lo estoy – afirmé con una sonrisa al ver a Leander frente a mí.
– Vayamos a desayunar muero de dolor de cabeza.
La sonrisa en mi rostro se extendió al escuchar a Yerik. Era lo esperado que amaneciera con dolor de cabeza después de haberse bebido una copa de wisky la noche anterior.
Me dirigí con pereza hacia la mesa, donde nos sentamos todos juntos mientras que Ana colocaba los platos de comida frente a nosotros.
El desayuno logró ser tranquilo, incluso podría decir que fue demasiado cotidiano. Charlamos entre nosotros mientras reíamos ante los chistes que hacía Lukyan de Yerik, pero en ningún momento tocamos el tema de la adopción de Zev, ninguno menciono nada y tenía cierta idea de porque había sido así, nadie quería recordarlo, querían dejarlo en el pasado, como si eso fuese un mal recuerdo que quisieran olvidar, aunque eso no podría olvidarse. Iban hallar una solución, estaba convencida de ello. La solución llegaría a nosotros y volveríamos a repetir este desayuno todas las mañanas después de ésta.
Cuando terminamos nuestro desayuno, cada uno se dirigió a un lugar diferente de la casa. Lukyan y Yerik fueron a montar con los caballos mientras que Zev se dirigía a tomar una ducha. Leander me había llevado hacia el jardín de atrás, donde nos encontrábamos justo ahora.
– ¿Qué estas haciendo? ¿Porqué sacas eso? – pregunté confundida hacia Leander. Había dicho que tenía algo que enseñarme y por eso nos encontrábamos aquí, pero había sacado su arma de detrás de su espalda y que Mihail estuviera a unos metros de nosotros no me daba tan buena espina.
Mis manos comenzaron a sudar sin poder controlarlo, me sentía ansiosa. Mihail miraba hacia nuestra dirección, con su mano detrás de su espalda atento a cada movimiento que Leander hacía.
– ¿Qué harás con eso? – pregunté temerosa.
– No tienes porque ponerte ansiosa cada vez que vez un arma Yelen, voy a enseñarte a usarla.
Un suspiro de alivio quiso escaparse de mis labios, pero lo retuve, en cambio sonreí con nerviosismo hacia Leander, quien me miraba con una sonrisa.
– Realmente dudo que pueda hacerlo – admití con un atisbo de entusiasmo en mi rostro.
– No lo sabrás si no lo intentas.
El ambiente tenso había desaparecido, Mihail también lo comprendió, ya que dejó de sostener su arma de detrás de su espalda y opto por una postura mas relajada.
– En verdad soy muy mala en eso. Ni siquiera pude ganar un peluche en las ferias.
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Editado: 14.02.2022