– Es tan temprano para molestarte al venir hasta aquí, así que supongo que ha de ser algo muy importante.
La casa estaba completamente a oscuras, así que tuve que acostumbrarme un instante a aquella oscuridad. La única luz que te permitía vislumbrar algo, era la claridad del día, que a pesar de que estuviera nevando allá afuera, la luz se mantenía.
La mansión derrumbada de los Ivanov parecía ser el lugar favorito de Sergei. Había colocado un viejo escritorio en medio de los escombros, junto con una silla donde se encontraba sentado como si fuera su trono.
Su aspecto era deprimente, lucía agotado, con el atisbo de una barba que comenzaba a surcar su rostro, acompañado con unas oscuras ojeras debajo de sus ojos. No había rastro de Agnes y realmente no quería preguntar por ella, hacerlo sería tambalear ante mi enfrentamiento. Ella era la que más sufría en todo esto, así como la principal responsable de todo este embrollo.
– No cumpliste lo que prometiste. Dijiste que no dijera nada, que ibas a solucionarlo todo, pero no lo hiciste.
– Desilusionarte realmente no es algo que me importe mucho.
– Pero si te importa cuando involucra a tus hijos.
Sergei detuvo su andar. Dejó la copa de vodka que se había servido en el escritorio polvoriento, para poder centrar toda su atención en mí.
– Así que ocultas algo otra vez, y haz tenido el valor de venir hacia mí con ello. Al parecer estar con mis hijos te ha influenciado, el pequeño cordero a empezado a mostrar sus garras.
– Ya no estoy ocultando nada, señor Sergei. Ya no.
Su mirada azulada pareció destellar de diversión, pero fue demasiado fugaz como para prestarle la debida atención.
– Entonces, ¿a qué has venido? – inquirió de manera perezosa, sentándose en su silla y bebiendo de la copa frente a él.
– Vine... – pase saliva con dificultad debido al remordimiento que pesaba en mi garganta. – Vine porque dije la verdad a medias.
La estruendosa carcajada que salió de sus labios, resonó por toda la estancia, haciendo eco en las paredes.
– Cada vez más te estás pareciendo a una de nosotros. Dime, ¿donde está el cordero que caminaba con inocencia hacia el altar?
– Le conté a Leander lo que sé. Ahora es su turno de hacer su parte – hablé con seguridad en mi voz, ignorando su anterior comentario.
– ¿Qué te hace pensar que te ayudaré? – preguntó de manera burlona, sirviéndose otro trago, llenando esta vez la copa de vodka.
– Porque quiere recuperar la confianza de sus hijos y solo así podrá lograrlo.
Sergei se encogió de hombros con una mueca indescriptible en sus labios.
– Te escucho.
El tono de su voz sonaba disgustado, pero aún así se tragó su orgullo para decirme aquellas palabras.
– Hay un chico que se está quedando en nuestra casa, dijo que venía de parte de Dimitry pero él fue uno de los involucrados de mi rapto el día de mi boda..
Sergei hizo un silbido con su boca, interrumpiendo mis palabras.
– Entonces Leander está en estos instantes dando vueltas como un león enjaulado por la furia.
– De hecho, él vino conmigo, se quedo afuera.
Otra risa incrédula se escapó de sus labios mientras se dirigía a lo que antes había sido una ventana, observando a Leander afuera, haciendo exactamente lo que había dicho hace unos segundos, dando vueltas en la nieve como un león enjaulado, tratando de controlar su enojo.
Hace unos minutos se lo había contado, la verdad a medias, como se lo había dicho a Sergei. No le había contado todo, porque si lo hubiese hecho, Leander hubiese perdido la calma en un instante.
– Soy todo oídos. Cada instante que pasa, aquel semblante asustadizo tuyo va desapareciendo, mi querida Yelen, y la novia de la mafia va tomando el control. Eso es bueno, supongo que puedo llegar a aceptarte.
– No necesito tu aceptación, quiero que controles esto. Ese día, estuve en un almacén, no recuerdo mucho el lugar, solo recuerdo que era húmedo, habían cajas por todos lados y Mihail estaba a mi lado con una máscara ocultando su rostro, después dijo que podía irme, que me daba el tiempo para que pudiera huir.
– Pero no lo lograste – completó por mí. Hice un ademán con mi cabeza señalando que tenía razón.
– No lo hice, no pude huir completamente porque el terreno era demasiado extenso, había demasiada vegetación y no habían carreteras. Él me encontró, dijo que me llevaría a casa, que era demasiado aburrido mantenerme cautiva cuando podía servir de advertencia hacia los Ivanov, quería demostrar que ellos estaban un paso delante de nosotros, que tenían el control y que si querían, podían derribar todo lo que habían construido, se apoderarían de Rusia y ustedes ya no estarían al mando. Supongo que lo único que quieren es que ustedes ya no estén en el control de la mafia.
– Era de suponerse – contestó con un suspiro agotado. – Sus métodos son demasiado salvajes, por eso los desterré desde un principio. Lo creas o no, aún conservo algo de humanidad dentro de mí. Yo tampoco quería esto, no deseaba ser el sucesor de mi padre, pero no puedes elegir la vida que te toca, lo único que te corresponde es aprender a sobrevivir en ella y eso es lo que he hecho todos estos años, sobrevivir. Nunca aprobé los métodos de mi padre, la trata de blancas, la prostitución, la violencia irracional, la tortura; nunca fue una opción para mí, saque a flote esta organización con fraudes y engaños, con secuestros tal vez, pero nunca llegué a extremos, y eso es lo que ellos querían, querían ver la sangre de inocentes recorrer el asfalto de las calles.
– ¿No es eso lo que intentaste hacer conmigo?
Una sonrisa sarcástica salió de sus labios mientras volvía a llenar su copa de alcohol.
– Es diferente, porque contigo tenía un motivo: la venganza. Pero supongo que las malas enseñanzas de mi padre aveces son difíciles de controlar – respondió encogiéndose de hombros despreocupado. – Qué es lo que piensas hacer?
#5064 en Joven Adulto
#24874 en Novela romántica
amor romance celos, hermandad y poder, mafia dolor avaricia traicion soberbia
Editado: 14.02.2022