La Obsesion Del Jefe

Capítulo 7

Capítulo 7

 

Al día siguiente cuando Pierre llegó, yo estaba tan absorta en mi trabajo que casi no me di cuenta cuando la puerta se abrió. Levanté la cabeza y me tropecé con sus ojos oscuros y centelleantes. A pesar de todas las resoluciones que me he hecho para no claudicar ante él, mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho. Su magnetismo es en ocasiones más fuerte que mi voluntad.

Es entonces cuando necesito aplicarme dosis de realidad y recordar todas las veces que Pierre me utilizó cuando se negaba hablar con alguna mujer. Me pedía que dijera que no estaba en la oficina, que estaba de viaje, reunido con un socio o cualquier otra excusa. Ya le había tomado el tiempo y con ninguna pasaba de dos o tres meses. Algunas de ellas se obsesionaban de tal forma que entonces era capaz de tomar medidas drásticas. Hubo una que se volvió completamente histérica ante su rechazo y se plantó frente a la puerta principal del edificio como quien hace huelga. En aquella ocasión, le puso una demanda por acoso y la policía tuvo que intervenir. Recordar todos esos episodios me hace ser fuerte y me sirve de lección.

—Buenos días, señor —saludé —avíseme cuando quiera saber la agenda de hoy. ¿Quiere que le prepare un café?

—Buenos días, Marisse. No quiero café ni quiero saber la agenda —gruñó.

No respondí nada. Cuando llega malhumorado tiendo a no hablarle demasiado y dejo que se le pase el enojo.

—Como usted diga —respondí y nuevamente devuelvo la mirada al trabajo intentado recobrar la concentración que tenía antes de su llegada. Sin embargo, él no se mueve de su lugar. Me quedé esperando que entrara a su despacho pero se quedó inmóvil en el mismo lugar. Otra vez dirijo la vista hacia él.

— ¿Desea algo? —inquiero con la voz y la mirada.

Se toma unos segundos antes de responder.

—Deseo que me acompañes al despacho.

Me levanto de mi silla con algo de inquietud. Pierre no me llama a su despacho nunca de esa manera. Noto algo extraño en su pedido y de pronto me lleno de curiosidad sobre que podrá ser. Cuando ya estamos dentro, se coloca descansando sobre su escritorio y suelta de golpe lo que quiere decirme.

— ¿Cómo puedes ser así?

— ¿Así como, señor?

Me mira de una manera que no logro descifrar.

—Pareces tener dos personalidades, Marisse. Eres una persona dentro de la oficina y otra afuera. Allá eres toda libre y hasta puedes ser insolente. Aquí, en cambio, eres formal y todo es trabajo. Incluso pareciera que al llegar a la oficina te transformas y se te olvida cualquier cosa que haya pasado fuera de estas paredes.

Tenía razón, así era. Solo que no entendía su pregunta ahora cuando siempre había sido así.

—No es novedad, señor. No entiendo a dónde quiere llegar.

—Quiero llegar a ti…—soltó de golpe, cambiando el tono de voz a uno más profundo y dando pasos hacia mi dirección.

Retrocedí instintivamente y negué con la cabeza. No mi iba a prestar a su juego, fuera cual fuera.

—No te hagas la ingenua…quiero besarte.

—Yo no quiero besarlo…

No iba a arriesgarme con Pierre, era peligroso y lo sabía muy bien. Si me descuidaba, me convertiría en una más de su larga lista.

El seguía acercándose. Atravesó la distancia que nos separaba con una sonrisa en los labios. Me agarró por la cintura estrechándome contra su cuerpo.

—Los dos sabemos que eso es mentira…

Por un momento sentí una corriente erótica. Colocó sutilmente una pierna entre las mías y el roce me hizo estremecer. Por fortuna, mi sentido común hizo que sonaran todas las alarmas y lo detuve en seco. Rompí el contacto y me aparté.

—No haga eso…

— ¿Acaso no te resulta evidente el deseo que hay entre ambos?

Era cierto. Pero ese deseo ya lo habíamos vivido antes y fue él quien me rechazó. ¿A qué viene ahora este juego de seducción? No lo sé, pero no me iba a prestar a ello.

Me escabullí de su acecho y nuevamente buscó la forma de acorralarme. Entonces me jugué la carta que me quedaba y asesté con un hábil argumento.

—Yo no quiero besarlo. Y le advierto que forzarme conlleva hostigamiento sexual y es penado por ley.

Su rostro cambió por completo al escucharme decirlo. Se separó al instante, como si de golpe hubiera recibido un rayo de realidad.

— ¿Le ha quedado lo suficientemente claro? —insistí.

Nuestras miradas se clavaron una en la otra. El ambiente se tornó pesado y un tanto hostil. Sabía que hasta hombres como Pierre comprendían la magnitud de mi advertencia y no tenía derecho alguno a molestarse conmigo. En todo caso, debía agradecerme que pudiera detenerlo a tiempo. Y además, frenarme a mí misma. Quizás pensaba que me volvía fría una vez que cruzaba la puerta de la oficina y era su asistente pero no me importaba lo que pensara. Nunca fui una vampiresa y de todas las mujeres que conocía, yo era la menos glamorosa. No tenía armas, solo me quedaba la dignidad y no pensaba perderla.

Estaba a punto de salir y cerrar la puerta cuando me detuvo con un mandato.

— Llama a la señorita Collins e invítala a que me acompañe ésta noche a la fiesta del embajador —demandó en un tono severo y sin modales.

No me dio tiempo de responder.

—Gracias, eres muy amable —añadió sarcástico. 

Cerré la puerta y salí.

— ¿Señorita Collins? Le hablo desde la oficina del señor Pierre Lefevre-Bonnet. El desea saber si gusta acompañarlo mañana a un coctel en la embajada de Marruecos.

La señorita Collins lanzó un grito de felicidad en cuanto recibió la invitación.

— ¿Me estás hablando en serio? ¡Dile que estaré más que feliz de acompañarlo!

Anoté sus datos para coordinar que el chofer pasara a buscarla.

“Estúpida”…” —dije en cuanto colgué la llamada y me centré en el trabajo para olvidarme de su espantoso tono de voz y de lo ridícula que me parecía.




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