Son aproximadamente las seis de la tarde, cuando con mi madre estamos volviendo de realizar algunas compras en el único Supermercado de este viejo pueblo llamado “Little Town”. No hay nombre que lo describa mejor.
Hubiera preferido manejar la SUV, pero insistió en que fuéramos caminando para ir hallándonos mejor.
Llegamos hace un par de días. El camión de la mudanza llegó una semana antes que nosotros y mi madre, Beth, le pidió a un amigo de por aquí para que ayudarla a acomodar las cosas e hiciera así más ameno nuestro arribo.
Esta humedad está acabando con mi imagen – le digo a mi mamá mientras intento ocultarme detrás de mi ahora melena castaña, al pasar un grupo de chicos.
Beth comienza a reírse cuando ve lo que estoy tratando de hacer -No es para tanto – me dice todavía entre risas – Digamos que saca tu lado más salvaje – se burla mientras me empuja juguetonamente.
Yo solo me dedico a fulminarla con la mirada y luego vuelvo la atención a mi pelo.
Levanto la cabeza hacia el frente para poder cruzar la calle, cuando me encuentro con la avenida principal – si es que a esto se le podría llamar “avenida” – super vacía, lo cual era super raro, sobre todo por la luz del farol que titilaba intermitente, similar a la de una película de terror.
En cuestión de segundos, el cielo comenzó a tornarse de un gris tormentoso, y la temperatura empezó a descender rápidamente. El viento frio cortaba la cara, levantando a su paso hojas y tierra, obligándome a cerrar los ojos. Miro a mi madre justo al lado mío, cuando noto que está pálida, con sus ojos clavados del otro lado de la calle, con sus ojos avellanas llenos de pánico y sus finos labios semiabiertos, como si quisiera hablar, pero las palabras estuviesen atoradas en su garganta.
Giro lenta y cuidadosamente hacia donde ella está mirando, y dejo salir un pequeño suspiro que no sabía que estaba conteniendo, hasta que mi respiración se atasca en mis pulmones nuevamente, cuando diviso dos sombras alumbradas por un refucilo que ilumina todo el cielo.
Vuelvo la vista a Beth, que está tan aterrada que parece no reaccionar, la tomo por el brazo y la obligo a girarse para comenzar a correr hacia algún lugar más seguro, donde haya gente, ya sea un negocio, un bar, o yo que se.
El viento comienza a golpear demasiado fuerte y mi pelo se pega a mi cara, no dejándome ver bien hacia donde estábamos yendo. Intente despegarlo de mi cara para ver a mi madre, la que ahora estaba cayendo de rodillas al suelo, dejando al lado de su cuerpo tembloroso caer las bolsas que llevaba de la tienda junto con algunos productos que había en estas. Busqué con la vista en donde habían estado aquellas sombras observándonos, pero no encontré nada.
Me agacho en cuclillas, aun asustada y con la respiración entrecortada, para estar a la altura de mi madre. Pongo mis manos a los lados de su cara y la obligo a mirarme. Cuando por fin logro tener su atención le digo en un intento fallido por tranquilizarla que se calme, pero mi voz no se escucha tan segura como yo quisiera.
Beth sonríe al comprender mi intención y me da un pequeño beso en la mejilla.
-No pasa nada – ahora intenta calmarme ella, mientras mira las bolsas tendidas en el suelo– A lo mejor estaban esperando cruzar como nosotras, de seguro ni notaron nuestra presencia… - parece busca alguna explicación más para ella que para mí. – Fue un buen susto por nada ¿no? – se ríe forzosamente, esperando una respuesta de mi parte. Yo solo levanto los hombros. Suspira profundo y comienza a juntar las cosas que habían caído fuera de la bolsa y la ayudo. Se levanta y me tiende su mano para poderme parar.
-Esto fue raro- dije cuando pasamos la puerta de casa. Habíamos tomado el camino más largo para pasar lo más alejado posible de allí. Por más “malentendido” que fuese, no íbamos a correr el riesgo de que nos quieran robar.
Forma un intento de sonrisa y asiente con la cabeza mientras me arroja una toalla para secarme. Había empezado a llover dos cuadras antes de llegar, y estábamos completamente empapadas.
- ¿Quieres un café? – ofrecí una vez me saqué los zapatos y dejado la ropa mojada hecha un bollo en una esquina a la entrada.
- Está bien -dice mientras nos dirigimos hacia la cocina, no sin antes ir a nuestras habitaciones a cambiarnos.
Ella se sentó junto a la barra, mientras yo ponía a calentar el agua y preparaba las dos tazas.
Dos minutos más tardes estamos una frente a la otra tomando el café en silencio, pensantes.
- ¿Qué crees que pasó hoy? – toma un sorbo de café atenta a mi repuesta.
Copio su movimiento y pienso las palabras antes de decirle. No quería asustarla.
- Mmm… Puede que tengas razón – hago una pausa para verla y continúo – Puede que la situación se haya malinterpretado, pero también pudo haber sido… eso – no quería decirlo en voz alta para que no suene tan real.
Abre los ojos como platos - ¿A qué te refieres con “eso”? – haciendo énfasis en la última palabra un tanto alterada.