La Orden De Ónofre - El Despertar

CAPITULO 19

Las luces de la casa estaban apagadas cuando Jared me trajo. Prendí la linterna para guiarme hasta la habitación sin hacer ruido, sospecho que, por la hora, mi madre está dormida y no quisiera despertarla; Letty pudo con ella, pero yo… lo dudo.

– ¿Estas son horas de llegar? – una voz grabe habló a mis espaldas. Tardé en girarme, porque no la reconocía.

– Hola – era Dante. ¿Qué hace él aquí? – Ya me voy a dormir, mañana tengo clases – muevo la cabeza a manera de saludo y cierro la puerta con seguro. No me fío de él.

Me cambié de ropa sin bañarme, no quería encontrármelo fuera. Puse la alarma al celular, apenas tenía siete horas para dormir.

El celular sonó y pareciera que apenas cerré los ojos cuando ya me tenía que levantar. De mala gana lo hice, llevándome la ropa de cambio al baño y metiéndome a duchar.

Quince minutos debajo del agua fueron suficientes para despertarme y relajar mi tenso cuerpo. Me puse una pollera turquesa, pantalon negro de jean con unas botas cortas del mismo color y até el pelo en una media cola.

Antes de desayunar, paso por el cuarto viejo, el que aún seguía sin arreglar, buscando mi saco negro. Al encontrarlo, lo saco de donde estuvo guardado y siento el ruido de algo, caer al piso.

Cuando fijo la mirada sobre aquello, me encuentro con el libro que me había olvidado tenía en posesión. Era aquel que compré la vez que conocí a Luna y el mismo en que había soñado una vez leía. Lo escondo entre el abrigo, al bajar lo guardaría en la mochila para verlo más tarde.

Caminando hacia la cocina, escucho una voz que pocos deseos de oírla tan temprano tenía. Mi Tío estaba hablando animadamente con mi madre, cuando ambos me miran al entrar.

– ¿A qué hora llegaste anoche? No te oí entrar – habla Beth.

– Apenas te fuiste a dormir cuñada, no eran ni siquiera las diez – contesta por mí Dante, guiñándome el ojo. Asco, eso es lo que siento.

Sonrío falsamente, tomo una manzana de la fuente arriba de la mesada, saludándolos de lejos, con la excusa que tenía que irme temprano para terminar un proyecto del instituto.

Estoy en la puerta de salida, cuando un auto color gris obscuro está aparcado frente a la casa y dentro, un chico con el celular en la mano estaba tecleando en la pantalla.

Dos segundos más tarde, aparto la mirada para fijarme en el mensaje que llegó a mi celular “Estoy fuera, date prisa”. Ruedo los ojos y me dirijo hacia él.

–Hola – Jared se sobresalta al verme entrar. Estaba tan sumido en el teléfono que no me vio salir.

– Hola – se genera un momento incómodo, cuando su vista viaja hacia mi mochila – Lo trajiste – vuelve sus ojos a mí.

– ¿Qué cosa? – pregunto incrédula

– Al bestiario – señala con su mano al bolso.

Luego de unos segundos de intentar comprenderle, recordé – ¡Ah! ¿Esto? – dije colocando el mismo sobre mis rodillas.

– Guárdalo – mira para todos lados, como si en vez de un libro se tratase de droga – Nos servirá para más tarde.

– ¿Por qué viniste? – pregunto curiosa.

– ¿No escuchaste ayer? – parpadeé – Debemos andar en grupo, es peligroso que andes sola y más tú, que tienes un imán para eso.

Lo miré ofendida y crucé mis brazos por delante del pecho, centrando la mirada en el frente.

– Bueno, vámonos – dije de mala gana.

El solo asintió, ignorándome completamente, poniendo en marcha el auto.

En tan solo quince minutos ya estábamos en la entrada del Instituto – Manejas como eres… ¡una Bestia! – me bajé, cerrando la puerta del coche.

Comencé a caminar hacia dentro del Instituto. En la primera hora tocaba lo peor, pero no por la asignatura en sí, sino más bien por quien estaba allí. Salvador.

Entro con los ojos cerrados, rogando al santo que este de guardia que no esté allí dentro y que, si estuviese, hubiera otros compañeros, pero todos los santos estaban de vacaciones, porque el mismísimo demonio estaba delante de mí, siendo únicamente los dos quienes estábamos dentro del salón.

Su sonrisa morbosa se tuerce sobre uno de sus lados, mirándome fijamente, mientras hago el penoso intento de caminar sin temblar, hasta ubicarme detrás de este.

– Pero mira que agradable sorpresa – voltea a verme.

Sádico, pensé. Pero no lo dije, no tenía suficiente valor para enfrentarlo, ni siquiera tenía la misma fuerza, eso estaba claro.

Sin subir la mirada, pero notando la de él en mí, tomé los apuntes junto con el libro para la clase. Esforzándome por no notarme asustada, leo éste como si fuere realmente interesante, cuando la verdad era que ni atención le ponía realmente, puesto que enfocaba la misma en mi respiración, para no hiperventilarme.

 – Hola – apareció Evan al lado mío. Sonreí de alivio e intenté saludarlo, cuando caigo en cuenta que no era a mí, sino a Salvador quien se había dirigido.



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En el texto hay: fantasia, misterio, romance

Editado: 30.01.2020

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