KEITH
Esa fue la primera cena en que tuve que presenciar una cena sin ser invitado. Es más, ni siquiera ser volteado a ver.
Todos en esta casa eran unos hijos de perra como había imaginado. Y peor tantito, los mismos empleados estaban lejos de considerarse agradables. Perfecto para anunciarse como un buen ambiente laboral y ser una gran farsa.
¡Mierda! En este tipo de momentos se necesitaba un cigarro para calmar la mente.
El dinero, el dinero, estoy aquí exclusivamente por él. Me tuve que decir para evitar echar lo que en verdad sentía e irme por la puerta.
En ese instante volví a echar una mirada a la familia Spencer. Los dos viejos estaban deleitándose con la sopa, pero la chica de pijama rosada no. Ella estaba observándome sin ningún descaro. Tuve que mirar para otro lado para que no pensara que la acosaba. Volví y me di cuenta de que era el tipo de mantener sus intenciones ya que no dejaba de verme.
No hacía ni el menor intento de probar bocado.
Sin más se levantó de la mesa. Se fue con dirección a escaleras arriba. No trató de disculparse.
***
Llegó Bernard, y me guio a la habitación.
Después me quedé solo. Estaba únicamente viendo el techo. Vi la hora en mi celular, pasaban de las doce y ni remotas ganas de dormir. Estuve buen rato dando vuelta en la cama.
“Si tan solo pudiera conseguir un cigarro, tal vez podría relajarme” pensé.
Me dirigí a la cocina sin problemas y fue ahí que en medio de las sombras distinguí a otra persona.
A medida que me iba acercando, fui dándome idea de quién podría tratarse. ¿Era verdad?
Brincó del susto al verme. Una reacción que podía imaginar en medianoche. No obstante, prendí la luz y su rostro mostró descontento.
Elise, quien apenas rebasaba mi hombro sin sus tacones, apagó la luz.
– Así está mejor. – volvió a sentarse y miré que estaba comiendo helado. - ¿Qué haces aquí?
Pensé si sería correcto contarle la verdad. Decidí hacerlo, al fin de cuentas mi paga no salía de sus bolsillos.
– No podía dormir. – dije recargándome en la pared. Dudaba qué ella tuviera algún cigarro para ofrecerme.
– No, Keith. - mi nombre nunca había tenido este efecto –¿Qué haces aquí? - preguntó enojada.
– ¿Qué? Baja la voz, vas a despertar a alguien.
– Sé quién eres. Aunque te ves un poco diferente. Te recuerdo del aeropuerto.
¿Cómo? Ella se había acordado, y hasta se había aprendido mi nombre. Esto no lo veía venir.
– Elise, como te dije soy el chofer. Es mi primer día…
– Es una gran coincidencia, supongo. – dijo cortando mi discurso y concentrándose en su helado.
Me sorprendió con la facilidad que me había creído. Sentí algo de remordimiento, aunque no le mentí.
– Tengo pastillas para dormir si es que necesitas. – ofreció recargando su rostro en su mano.
A pesar de que la luz de la luna aluzaba escasamente, vi que esta versión se parecía más a la de un año.
Negué con la cabeza.
– Tú te lo pierdes. – dijo a punto de retirarse. – Buenas noches, Keith.
No esperó mi respuesta y se fue.
“Buenas noches, Elise” susurré a la nada.