La Profecía

Capítulo 30: Dudas

I had a dream 

That you couldn' t hear me screaming

 

La calidez de su cuerpo me abraza, al igual que sus brazos que me sostienen mientras nos movemos de un lado a otro, danzando al ritmo de la música. Escuchar el palpitar de su corazón me tranquiliza, me siento en paz. No quiero que esto termine nunca.

Abro los ojos levantando la vista hacía él, sonríe de esa manera que acelera mi corazón, sus orbes me miran con intensidad y algo más que no puedo descifrar.

De pronto las luces parpadean, escucho gritos venir de todas partes, yo no puedo apartar mis ojos de él, me aprieta más fuerte contra sí, temiendo que desaparezca en cualquier momento. Una manta de aire frío cubre mi piel, desvió la vista notando las sombras que nos rodean.

Retrocedo alejándome de Ethan para protegernos de los dragores, por alguna razón no reaccionan, se quedan en su lugar congelados. Ethan sostiene mi hombro llamando mi atención, me giro para verlo con los ojos humedecidos.

—¿Kate? —suena aterrado, intento hablar, pero las palabras se aferran a mi garganta sin poder salir. —¡Kate!

Un gemido escapa de sus labios, su rostro se contrae de dolor, puedo ver que pierde fuerza en sus piernas por como empieza a tabalearse, lo sostengo en mis brazos para que no caiga, pero él es mucho más grande que yo. Terminamos ambos en el suelo, descanso su cabeza en mi regazo, aparto su cabello  de su rostro buscando sus ojos.

¿Qué tienes?

¿Qué te duele?

Intento preguntar, pero no puedo articular ni un solo sonido. Abre la boca para hablar, pero solo logra murmurar cosas que no logro comprender. 

La sensación de algo caliente resbalando por mi mano me obliga a apartar mis ojos de los suyos, dejo de respirar al ver la manchada de rojo. Busco desesperada alguna herida en su cuerpo, queriendo detener el sangrado, no encuentro nada por más que muevo mis manos. Tose provocando que sangre salga de su boca, manchando sus labios, no entiendo de dónde viene tanta sangre.

Sus orbes buscan los míos desesperado, detiene mis manos con las suyas, las aprieta buscando aferrase a ellas.

—Te amo.

No.

No es así cómo imaginaba este día.

No es así como quería escucharlo.

Mi vista se nubla, sollozo sin poder contener más las lágrimas. Pongo mi mano en su pecho usando todo mi poder para sanarlo, por alguna razón no funciona, sus parpados empiezan a cerrarse.

No.

Por favor.

No me dejes.

—No me dejes, no me dejes...

—¡Kate! —gritan despertándome de la pesadilla. Orc aparece en mi campo de visión preocupado.

Algo salado llega a mi boca, pruebo el sabor de mis propias lágrimas que resbalan por mis mejillas. 

—Estabas teniendo otra pesadilla, tu respiración se escuchaba rara y no parabas de llorar y gritar que no te dejara.

No me dejes.

Estaba soñando con él. 

—Ethan—susurro con un dolor en el pecho.

Las rejas se abren alertándonos, no tengo que ser adivina para saber que vienen por mí. Me aferro al brazo de Orc como si mi vida dependiera de ello, porque de una forma u otra lo hace. 

No quiero que me lleven de nuevo, me duele la garganta de tanto gritar, creo que me desgarre mis cuerdas vocales. Siento sus manos en mi cuerpo queriendo arrancarme del brazo de Orc, él los golpea y empuja tanto como puede, pero no es suficiente, logran levantarme del suelo arrastrándome afuera de las rejas.

Golpeo a mi captor tan fuerte cómo puedo, estoy tan débil que sus golpes son apenas cosquillas para él, todo mi alrededor se mueve, mi visión se torna borrosa.

—¡Orc! —grito cuando escucho un golpe particularmente fuerte.

Uno de ellos esta en el suelo inconsciente, mientras los demás se encargan de derribarlo, alcanzo a ver la sangre en su rostro, su mejilla, su labio, su nariz, cae al piso respirando con dificultad.

—No es personal—agrega uno golpeando su abdomen.

—¡Orc!

Soy cargada hasta el cuarto de extracción, mis parpados pesan, lucho por mantenerlos abiertos, no consigo lograrlo por mucho tiempo, los cierro quedando inconsciente.

Un sonido me hace despertar, no necesito abrir los ojos para saber dónde estoy, cómo es de esperarse tengo mis manos y pies atadas a la silla.

—¿Ya no intentarás escapar? ¿Te diste por vencida? —se burla la pelirroja, quien me mira parada en el marco de la puerta.

La ignoro.

No quiero hablar con ella.

Se acerca con esa mirada depredadora que tiene. Estoy enojada, molesta, harta de todo esto. De estar encerrada, de la miseria de comida que nos dan, del asqueroso y miserable de William que no hace más que torturarme, de la manera en que nos tratan, pero sobre todo estoy furiosa por los golpes y las heridas que le hicieron a Orc.

No sé en qué estado lo dejaron esta vez, y me preocupa. Aún no se recuperaba de la golpiza anterior. La ira corroe todo mi cuerpo desde dentro, quiero quemarlo todo, quiero hacerlos pagar por todo el dolor que ocasionaron y siguen ocasionando.

Creo sentir chispas salir de mis dedos, pero eso es imposible, aún tengo el líquido en mi sistema. El olor a algo quemándose llega a mis fosas nasales, bajo la mirada para ver las cuerdas en mis manos quemadas y rotas.

¿Yo hice eso?

Si lo hice o no, no me importa.

Estoy libre.

Observo a Amber removerse por el lugar acomodando las cosas para extraer mi sangre. Sin esperar a que se de cuenta de las cuerdas, me levanto del asiento desatando los amarres en mis pies. 

Batallo para pararme de la silla, pero no me doy por vencida, con pies temblorosos logro pisar el suelo, me alejo con sumo cuidado de no hacer ruido, me acerco a la mesa con varias de sus herramientas, agarro una de las navajas.




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