La profecía

Capítulo 1. Problemas.

La vida aveces es tan cruel que hace de todo para que pases por situaciones muy incómodas.

¿Qué necesidad tengo de ir por la vida rechazando a la persona en la que deposité mis esperanzas de por fin encontrar a un buen amigo?

Conocí a Jayt hace poco menos de un año, cuando mi etapa de no hablar con nadie estaba por finalizar (por su culpa) y me encontraba sentada sola—como siempre—en una de las mesas que hay en la cafetería. Él se acercó a mí con una sonrisa amigable en el rostro, mientras que yo estaba tratando de crear una excusa para que se fuera.

Como ya dije antes, la vida es cruel y no pude dar mi excusa a tiempo, ya que se presentó diciendo que era gay, lo cual a mí me cayó en flores porque si no le gustaban las chicas, no le llegaría a gustar yo.

Ahora solo puedo ver como mueve esos labios con los cuales mintió muchísimas veces, él era el unico al que me atreví a contarle mi más grande secretro, ¿y así me paga? Será maldito.

Entrecierro los ojos indignada, me puede su descaro.

Yo lo consideraba casi un hermano y me falló.

Siento como mi cara se descompone en una mueca de ira pura.

—Tsk, cállate, me enfermas — le digo sin siquiera haber escuchado ni una palabra despues de su estúpido "me gustas".

Escupo en el suelo para dejarle muy claro el asco que me causa. Aveces las acciones demuestran más que las palabras y ésta es necesaria para hacerle ver que no pienso tolerarlo.

Ni una vez mas. Estoy harta.

—P-pero Sana yo—le interrumpo.

—No me vuelvas a llamar así nunca más -me acerco hasta quedar a pocos centímetros de su rostro, sonrío al ver que ha tragado saliva en un acto que denota nerviosismo. Perfecto, lo tengo donde quiero—, tú sabías todo, confíe en ti y mira como me pagas — lo miro de arriba hacia abajo con desprecio.

Me alejo, no puedo soportar estar tan cerca de él. Sonrío resignada, es tan ridículo todo esto.

—Sana-susurra debilmente—, yo te quiero, de verdad lo hago.

Lo miro herida. Miro su musculoso cuerpo y observo como ante mis ojos como se desmorona todo su ser. Todo comienza con una pequeña línea que lo parte en dos, para después convertirse en otras más que rápidamente causan que su cuerpo quede dividido en múltiples pedacitos, poco a poco van cruzandose unas con otras hasta llegar a convertirse en polvo. Polvo de mentiroso.

Parpadeo tratando de sacar esas imágenes de mi cabeza, aveces tengo pensamientos muy estúpidos.

Suspiro, hay que empezar con esto ya.

—No te quiero ver nunca más por mi casa o cerca de mí, pierdete o haz algo interesante con tu vida, qué sé yo-llevo mis manos hasta mi cara, cubriendola con ellas—. Nuestra amistad se ha terminado ya.

—N-no puedes hacerme esto—niega desesperado—, yo sé todo de ti, simplemente no me puedes echar así de tu vida.

—Te echaste tú mismo justo en el momento en que decidiste traicionarme —le sonrio cruelmente—, me das lástima.

Él niega con su cabeza muchas veces, como quien no se espera este final.

Que mal que esto ya estaba escrito desde el momento en el que inició su confesión.

—Me retiro.

Doy media vuelta para iniciar el recorrido que me lleva hasta mi auto.

Cubro con las palmas de mis manos mi codos, duele tanto. Muerdo mi labio para contener el llanto un poco y distraerme con el dolor que me causa hacer esto.

Llego hasta el y saco las llaves que se encuentran en el bolsillo izquierdo de mi jean ajustado, con algo de dificultad las saco y justo antes de lograr abrir el vehiculo siento una mano posarse en mi brazo libre, esta lo rodea con fuerza, miro al causante de casi todos los dolores que me aquejan en este momento: Jayt.

—¿Qué quieres?-pregunto cansada, o mas bien decaída—. Te dejé muy claro que no te quería ver — le recuerdo —, ya me iba porque quería ponerle fin a tu vergüenza de haber sido rechazado.

—Dame una oportunidad, te lo ruego.

—No—esa es mi rápida y seca respuesta, aunque me gustaría añadir: no salgo con gente que se aprovecha de los demás y les mienten.

—Por favor—su agarre en mí se va intensificando a cada segundo que pasa.

—No y sueltame —lo miro fastidiada.

—No lo haré hasta que me digas que estarás conmigo—cierra un poco mas su mano, poniendo mucha presión donde conecta con mis brazos.

¿Y este qué se cree?

—Maldita sea, me estás lastimando—me las arreglo para decir con fuerza, conteniendo las ganas de soltar un quejido por el dolor.

—Oye, la señorita ha dicho que la sueltes, ¿no escuchas?

Doy un vistazo sobre mi hombro y sorprendida logro apreciar la imagen de el ''salvador'', que resulta ser un tipo muy alto y de tez clara, con un largo y bonito cabello rubio pálido.

—No te metas —sisea Jayt.

—Oh, claro que me meto, a millas de distancia se nota que ella esta en problemas y que tú eres el causante —se detiene, y logro apenas percibir como su cabeza va hacia la direccion del maldito engendro que me tiene sujetada por el brazo con fuerza—. Si no la sueltas, yo me encargaré de hacer que lo hagas, niño estúpido.



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En el texto hay: humor, dioses, amorverdadero

Editado: 30.06.2018

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