La profecía del amor.

Capítulo 12.

Jenna.

Después de varios días, exactamente quince para ser exactos.

Alessandro se encontraban perfectamente, aunque él hacia todo por decir que no, pero yo se que lo dice para que mis cuidados no sean removidos.

Pero se jode, porque ya aguante tres semanas completas de cuidarlo, ni que estudiara enfermería o medicina.

La verdad aquí es que es que Sherri traerá a Lola el día de hoy, y Alessandro no quiere cumplir con el trato.

Pero se joderá porque cuidar a Lola es parte del trato que ambos hicieron.

Alessandro Salvatierra no sabe en el terreno peligroso en que se a metido. Porque Lola es una cruz, la peor de las cruces. Y Alessandro va a cargar con ella.

Para lástima de él, le tocará echarse sobre su espalda a la maniática de Lola, y cabe destacar que no lo estoy diciendo solo por decirlo.

—Su pie está excelente joven. Veo que llevo al pie de la letra los cuidados que le recomendé. -el tonto se Alessandro colocó dus ojos en mi pues después sonreí.

—Si todos los enfermos tuvieran una enfermera como la que yo tenía le aseguro que no abrían enfermos.

En ese momento se acabó la paz entre nosotros. Alessandro Salvatierra pagará si o si lo que hizo.

Si la única forma que él tiene que pagar, es transportando a Lola a este dominio no me importa, pero de que paga, paga.

—Deberias cambiarte a enfermería porque eres una excelente cuidadora, amor mío.

Y sí, Alessandro esta confundido acerca de la amabilidad de estas últimas semanas. Tanto es el grado ignorancia que tiene la boda prácticamente armada.

—¿Es su novia? -pregunto el doctor mientras alternaba sus ojos entre los dos.

—No. -me atreví a contestar con bastante rapidez.

Pero como Alessandro cuestionaba todo lo que decía también respondió.

—Sí.

—¿Sí o no?

—Si.

—No, lo siento doctor pero dejemos el tema.

El hombre de avanzada edad alternó sus ojos entre Alessandro y yo, y poco después negó.

—Estos jóvenes de ahora… oh, Dios mío. ¿Qué haremos con ellos?

Ante esas palabras rodé mis ojos.

—Gracias por su servicio doctor.

—Dale mis saludos a tus padres, Jenna.

—Seran dados.

Tras esas palabras el doctor tomó su maletín en mano y empezó a caminar hacia la puerta. Cuándo salió Alessandro se colocó sobre sus pies.

Pero antes de que se acercará me aparte lo más que pude de él.

—Te puedes largar a tu casa, Salvatierra.

—¿Me estás dando pase libre para huir del compromiso? No te creía de esas mujeres Jenna.

—Entiéndelo de una vez por todas, no me casaré contigo, ni hoy ni nunca. -mentira esas palabras son una tremenda mentira.

Alessandro me escaneó de arriba hacia abajo para después sonreír.

—Te casaras conmigo, aunque tenga que llevarte al altar a punta de pistola. Pero de que te casas conmigo, te casas, Jenna.

—Por qué tanto empeño en que sea yo… no que tenías infinidades de mujeres, busca a alguna de ellas y conviértela en tu esposa. Peor a mi déjame en paz, Salvatierra.

—No puedo buscar a otra que no sea tú, Jenna.

—¿Y por qué no?

Los ojos de Alessandro se perdieron en los míos.

—Porque tu eres la única chica que he querido genuinamente, sacando a Alessia claramente. Eres la única con la que he pasado los mejores momentos de mi vida, la única en despertar algo en mí.

—¿Y las otras? ¿Por qué te involucrabas con ellas?

—Por diversion, distracción y todo lo que le quieras agregar. ¡Qué se yo…! Pero lo cierto aquí es que eres la única a la que quiero. Esa es la única y absoluta verdad, Jenna.

Si él piensa que con un par de palabras bonitas caeré en su juego está más que equivocado.

Para darse el lujo de llámarme esposa tiene que correr por mí, solo así sabre que no soy un más de su lista.

Porque aquí entre nosotros pudiera existir la posibilidad de que Alessandro me echará el choro mareador para conseguir de mí el premio gordo.

Se que es algo bastante alarmante pero, para este punto con todo lo sucedido anteriormente no puedo poner las manos en fuego por Alessandro.

Antes lo hubiera echo sin pensarlo dos veces pero ahora no quiero ni imaginar algo como eso.

—No te creo.

—Tienes que creerme, Jenna. Se que fui un tonto al no darme cuenta de lo que tenía al frente de mí, pero ahora que lo sé, lo quiero y valoro como nunca antes. Te quiero en mi vida no como pasatiempo, te quiero en mi vida como mi mujer, mi futura esposa. La madre de mis hijos, la única que tenga el poder de mírame y hacerme temblar.

—Mucho bla, bla, bla Alessandro. A otro ratón con ese queso, porque yo no te creo ni miércoles, así que te digo adiós y me retiro a mis labores. Espero que te valla de lo lindo en la ciudad, que conozcas a tu próxima víctima y que pueblen la tierra como tu madre desea, pero a mí. déjame fuera de tus planes.




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