Alessandro.
La palabra gocé la vine a entender cuando Jenna y yo unimos en una sola carne. Cuando eso sucede me siento como si florara en una nube, estar entre los brazos de mi amada es lo mejor que me puede pasar en esta vida.
—Alessandro.
—¿Sí?
—Tengo que marcharme a la universidad en tres semanas.
—Lo sé.
—¿Nos vamos a separar? -pregunto con voz apagada.
—Ahora que me diste una oportunidad, no pienso desaprovecharla. Si tengo que alquilar una casa cerca del campus, lo haré, pero tú no te separas de mí.
Jenna le gusto mi respuesta porque sonrió.
—Siempre vas un paso delante de mí, Alessandro.
—Siempre, mi amor.
—¿Qué haremos cuando regresemos a casa? -inquirió mientras acariciaba mi pecho.
—Te llevaré a casa, e inauguraremos nuestra habitación y todo el paraíso.
—Estás loco.
—Pero por ti, Jenna.
Mi vaquera difícil de domar recargó su cabeza en mi pecho.
—Si seguimos en menos de lo que canta un gallo llevaré un bebé en mi vientre.
—¿Eso no es lo que querías?
Jenna alzo su cabeza y nuestros ojos se encontraron.
—Siempre he querido tener un bebé.
—Entonces yo te lo haré. Cumpliré todos tus sueños, mi amor.
—¿Todos? -inquirió sin poder creerlo.
—Todos y cada uno de tus sueños, querida mía.
Deje un beso en su hombro descubierto y eso logró que Jenna sonriera.
—Mi más grande ya lo cumpliste, Alessandro. Pasaste con cien todas las pruebas e incluso cumpliste mi deseo de que me raptaras. Tú Alessandro Salvatierra Kemers, eres mi más grande sueño hecho realidad.
Mi corazón empezó a latir con fuerza y por un momento pensé que se saldría de mi pecho.
Solo han bastado dos día para que Jenna se metiera en cada célula de mi cuerpo, mi piel anhela su toque, mis oídos me piden a gritos que cumpla el vicio de escucharla la dulce voz de Jenna, mis manos me piden a gritos tocar cada fibra de la piel de ella, mis labios buscan sellar mi sentir por ella besándola, mis ojos temen cerrase y perder de vista a Jenna, y mi corazón, mi corazón late para que yo pueda verla, para que pueda decirle lo mucho que me importa y para que la ame con todas mis fuerzas.
Jenna es la mujer de mi vida. La única que amaré con todas mis fuerzas.
Mi cuerpo está trabajando el doble de lo que ya lo hace por Jenna.
—Te quiero, Jenna.
—Yo también.
¿Y sí le digo que la amo?
—Jenna…
—¿Sí?
—Te amo.
Esperé que ella me respondiera de igual forma, pero en vez de eso Jenna hizo silencio.
Por un momento me arrepentí de apresurar las cosas, pero al final del túnel entendí que valió la pena decirle que la amaba en este momento. Las lágrimas de Jenna me lo confirmaron.
—Pensé… pensé que nunca escucharía esas palabras de tus labios. Fueron muchas las noches en las que soñé con este momento Alessandro. -mi amada escondió su rostro entre mi pecho, mientras lloraba. —Te amo, te amo con todo el corazón. Con todas mis fuerzas.
Tras esa confesión mis lágrimas empezaron a derramarse junto con las de ella.
—Te amo, Jenna. Te amo vaquera.
—Quédate siempre conmigo, quédate…
—Me quedo contigo, Jenna. -tras esas palabras mi mujer sollozó. —Me quedaré contigo y juntos desafiaremos el destino.
Jenna y yo seguimos llorando, por un par de minutos. Pero unos golpes en la puerta nos llamaron a la atención.
¿Quién será?
—¿Pediste que vinieran por nosotros?
—No. -tras esas palabras Jenna se limpió las lágrimas. —Iré a ver quién perturba nuestra paz.
Dejé un beso en los labios de Jenna y me levanté de la cama.
Tras recorrer el pasillo me dirigí hacia la puerta, y tras abrirla me encontré con Ángel.
—Por lo que veo te ha ido bastante bien.
—¿Qué deseas?
—Me enviaron a ver si todo estaba bajo control. Pero, por lo que he visto tengo que dar la vuelta e irme porque todo está de maravilla en el paraíso.
—Ángel…
—Vine a despedirme también.
—Para eso existen los teléfonos Ángel. No tenías que venir aquí a despedirte. Ni que te fueras al otro lado del mundo.
Mi hermano hizo una mueca.
—Tú lo has dicho Alessandro, me marcho al otro lado del mundo, para tomar posesión de un título nobiliar perteneciente a mi verdadero padre.
—Ángel, y Eara. ¿La vas a dejar?