La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 94

Lug caminaba impaciente de un lado a otro en su habitación, cuando escuchó los golpes suaves en su puerta.

—Adelante— dijo. La estaba esperando. La había mandado a llamar para hablar a solas con ella.

La reina entró y cerró la puerta tras de sí. Lug no le sonrió, no la saludó, no la invitó a sentarse, solo la miró fijamente, tratando de reprimir la furia que bullía en su interior. A causa de aquella mujer, Ana yacía inconsciente al borde de la muerte.

Ante su mirada de furia, la reina bajó la vista.

—Debe pensar lo peor de mí, debe pensar que soy un monstruo— dijo la reina, compungida.

Lug no contestó. Estaba demasiado enojado para apiadarse de ella y brindarle palabras que pudieran confortarla, que pudieran aliviar su conciencia.

—Quiero que sepa que pacté porque…

—No me interesan sus explicaciones ni sus justificaciones— la cortó Lug con tono helado.

La reina dio un respingo ante las palabras inflexibles de él.

—¿Para qué me mandó a llamar?— preguntó la reina con tono sumiso.

—Quiero que haga otro pacto con Wonur.

—¿Qué?— exclamó la reina, levantando la vista por primera vez.

—Su estado de salud no se mantendrá en estas condiciones por mucho tiempo, pronto estará postrada otra vez. Aros seguirá muriendo lentamente. Debe hacer un nuevo pacto.

La reina lo miró sorprendida, como si no hubiera entendido bien lo que Lug le había dicho.

—¿Cómo puede pedirme algo así después de todo lo que ha pasado?

—Debe hacerlo.

—Wonur nunca cumplió con su parte en el pacto original, ¿qué le hace pensar que esta vez lo hará?

—Porque ahora tiene con qué negociar— le respondió Lug sin emoción.

La reina asintió con la cabeza.

—Si me está diciendo que debo ofrecer mi vida a cambio de salvar a Aros, de salvar a esa muchacha que me ayudó, lo haré. Es lo justo, y ya me había resignado a morir de todas formas.

—A Wonur no le interesa su vida o su muerte. Tiene que ofrecer algo que Wonur quiera.

—¿Y qué es lo que quiere?

—A mí.

—No— negó la reina enfáticamente—, no puedo hacerlo, no lo entregaré a usted, nunca.

—Sí lo hará, es la única manera.

—No. El precio es demasiado alto.

—Es un precio que estoy dispuesto a pagar.

—¿Por la muchacha?

—Su nombre es Ana. Sí, por ella y por todo el Círculo. Wonur no se detendrá en Aros, todo el Círculo está en peligro, al borde del desastre. Mi misión es salvar al Círculo, y para eso, debe entregarme a Wonur.

La reina tragó con dificultad. Una lágrima escapó de sus ojos, pero comprendió. Comprendió lo que Lug iba a hacer: iba a sacrificarse por todos, iba a dar su vida por todos. Nunca había conocido a alguien con tal fortaleza, con tal claridad de mente, con tal valentía y nobleza. La reina cayó de rodillas frente a él.

—Mi Señor… estoy para servirte.

Lug se acercó a ella y la tomó de un brazo, tirándola hacia arriba.

—No permito que nadie se arrodille ante mí— le dijo suavemente.

Ella asintió, secándose las lágrimas con el dorso de su mano.

—Dígame lo que debo hacer.

—Debe hablar con Wonur, arreglar mi entrega a cambio de que abandone el Círculo. Pero mi entrega no puede hacerse en Aros, debe hacerse lejos, en un lugar donde nadie tenga acceso fácilmente, donde mis amigos no puedan rescatarme en el último momento— Lug hizo un esfuerzo para que la voz no se le quebrara—. Existe un lugar así al norte de la Península de Hariak, una pequeña isla deshabitada. Debe entregarme allí.

La reina asintió.

—¿Pero cómo puedo contactarme con él? ¿Hablar con él?

—Ya habló con él antes, debe hacerlo de nuevo.

—La cueva— murmuró la reina—. Allí fue donde me contactó. Tal vez pueda contactarlo allí.

—Buena idea.

—¿Y qué pasa si no me quiere escuchar? ¿Si no quiere pactar?

—Wonur está consumido por el deseo de destruirme, créame, no podrá resistir pactar. Usted debe mantenerse firme en cuanto a las condiciones de mi entrega, es importante.

La reina asintió.

—Iré a la cueva ahora mismo.

 

——————

 

Randall levantó la mirada expectante al ver entrar a Lug a la habitación.

—¿Cómo sigue?— preguntó Lug.

Randall volvió su mirada a su amada, aun inconsciente sobre la cama, y le besó la mano.

—Igual. ¿Hubo suerte con la ayuda que fue a buscar?

Lug no contestó.

—Randall, te prometo que voy a sacarla de esto— dijo Lug, acercándose a la cama—. Debo ausentarme por unos días, necesito que la cuides por mí, que no te separes de ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.