La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 109

Lug escuchó un golpe seco a unos metros delante de él. Abrió los ojos, tratando de preparase para el siguiente ataque de Wonur. Ahora sabía lo que Wonur necesitaba para forzarlo a pactar, pero no volvería a cometer el error de ponerse el anillo otra vez. Entrecerró los ojos, tratando de enfocar mejor al bulto que yacía entre unos troncos humeantes. El bulto era negro, y vio que se movía lentamente, como si estuviera despertando. De inmediato, Lug desenvainó su espada y tomó posición de defensa.

            Avanzó unos pasos para apreciar mejor a su nuevo adversario. Escuchó que tosía y se levantaba lentamente: era una persona. Lug frunció el ceño, sorprendido, pero luego sus ojos se abrieron de golpe al reconocerla. Su mandíbula inferior cayó y quedó colgando de asombro al verla parada frente a él. Ante su completo estupor, ella se arregló el cabello, enganchando sus largos mechones rubios detrás de las orejas, sacudió las cenizas de su vestido negro, y luego sus ojos azules recorrieron el lugar, desconcertados.

            —¿Lug?— murmuró ella confundida, cuando sus ojos se posaron en los de él.

            El sonido de su voz fue el golpe final para Lug. Se le aflojaron las piernas, y cayó de rodillas. Las manos le temblaban. Dejó caer la espada sin siquiera darse cuenta. Estaba acabado.

            —¿Lug?— volvió a llamarlo la voz de ella, aquella misma voz que él recordaba tan dulcemente, la voz que había oído en sus sueños, la voz que lo había perturbado en sus horas de vigilia, haciéndole pensar que se estaba volviendo loco.

            Lágrimas rodaron por sus mejillas y lloró como un niño:

            —¿Dana?— dijo entre sollozos, temblando— ¿Eres tú?

            —Soy yo— dijo la mujer— Ven, abrázame. He esperado tanto tiempo este reencuentro...

            Lug se puso de pie y fue hacia ella. Se detuvo a medio camino. No era ella, no podía ser ella. Era solo un truco. Reunió toda su fuerza de voluntad, levantó la vista al cielo y con voz temblorosa dijo:

            —Sácala de mi vista.

            —¿Por qué?— preguntó Wonur.

            Lug cerró los ojos, las lágrimas aun rodando por sus mejillas.

            —Por favor, no me hagas esto. Hazla desaparecer. No quiero una visión de ella— murmuró con un nudo en la garganta.

            —¿Lug? ¿Qué pasa?— preguntó ella, desorientada— ¿Estás bien? ¿Qué es este lugar?— inquirió, mirando la destrucción a su alrededor.

            —Sácala de mi vista— rogó Lug al aire.

            —Lug...— lo volvió a llamar ella, caminando hacia él con una mano extendida.

            —No te me acerques— la detuvo Lug con una mano en alto.

            Ella no le hizo caso y siguió caminando hacia él. Mientras él permanecía rígido, con los ojos cerrados para no verla, con los brazos tiesos a los costados para no tocarla, ella lo abrazó con fuerza.

            —Lug, estoy aquí, todo va a estar bien— le murmuró al oído.

            Su aliento tibio en su oído, sus brazos cálidos envolviéndolo, el olor a Lireis en su cabello... fueron demasiado. Lug enterró su cabeza en el hombro de ella, la abrazó y lloró angustiado, mientras ella le acariciaba el cabello.

            —Todo va a estar bien— murmuró ella.

            Luego de un largo momento, Lug se desprendió de ella suavemente y se secó las lágrimas. Ella le sonrió, acariciando su mejilla con las puntas de sus hermosos dedos. Por un momento, Lug lo olvidó todo: Wonur, la isla, su misión... todo fue reemplazado por su rostro, por su sonrisa, por su intensa mirada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.