La Promesa de Cupido

Capítulo I

Amor abrió lentamente la puerta de su casa, esperando que su padre no se diera cuenta de que llegaba treinta minutos tarde para la cena.

No funcionó.

— ¡Amor!, llegaste temprano.

Amor se sobresaltó al escuchar la voz de su padre y se volteó lentamente para encontrarse cara a cara con él.

— ¿Me quieres explicar que hacías? —continuó en tono autoritario.

— ¡Papá!, te envié una de esas hermosas cartas que me enseñaste a hacer cuando tenía diez para avisarte que tardaría—respondió ella con una sonrisa risueña, esperando librarse de esa—, ¿verdad que quedó bonita? Es la mejor que he hecho hasta ahora.

El sonrío, Amor pensó que estaba a salvo.

— Muy bonita, hija. ¿Te llegó mi respuesta? Porque a juzgar por la hora que llegas diría que tal vez sí te llegó pero decidiste ignorarla.

— No sé de qué me hablas —replicó la rubia evasivamente mientras se dirigía a la cocina—. Cambiando de tema, ¿qué hay para cenar?

— Panqueques con chocofresas.

— ¡Perfecto! —saltó ella, dando por terminado el tema anterior. Se sentó frente al gran plato de panqueques y tomó los cubiertos, lista para devorar su cena tranquilamente.

— Así que, ¿por qué llegaste treinta minutos tarde? —preguntó su padre sentándose en la silla de en frente. Amor puso los ojos en blanco.

— Estaba con Aquarius y Junio. Intentaba enseñarles tiro con arco, ya sabes, y aproveché para practicar.

Su padre la miró con ojos alarmados.

— Dime que no usaste las flechas especiales que te di.

— Nunca he usado esas flechas —le dijo ella con gesto aburrido—, ni siquiera me has dicho para que se usan. Se supone que seré la próxima Cupido y no he tenido mi primera experiencia, ¿sabes lo vergonzoso que es eso? Artemisia se burla de mí.

— Pero estás perfectamente preparada para tener tu primera experiencia —le recordó él.

— Teoría no es lo mismo que práctica —murmuró ella un poco molesta mientras intentaba comer sus panqueques.

— He pensado que podríamos empezar mañana, si deseas cerrarle la boca a tus amigas —sugirió su padre.

— ¿Lo dices en serio? —los ojos de Amor se iluminaron—. Y, por cierto, ella no es mi amiga, es sólo la molesta prima de Aquarius que no tiene edad suficiente para estar sola y por eso tiene que estar con nosotros.

— Tal vez eso se enseñe a que en tu trabajo como Cupido tendrás que toparte con todo tipo de personas y la mayoría de las veces deberás de ayudarlas. Pero bueno, esa es otra lección. Ve mañana a primera hora a la Base para tu primera experiencia.

Su padre se despidió de ella con un beso en el cabello y se encaminó hacia su cuarto. Amor terminó su cena y lavó rápidamente lo que había ensuciado. Ella subió con paso veloz a su habitación y se preparó para dormir.

Mientras más rápido hiciese las cosas más temprano llegaría el día siguiente.

Lástima que a veces las cosas no resultaran como se esperaba.

Amor se metió en el camisón rosa que siempre usaba para dormir y se lanzó en su cama, hecha con un extra de nubes esponjosas, e intentó conciliar el sueño. Después de un montón de vueltas en su cama, esperando a que el sueño se apoderara de ella comenzó a imaginar los posibles escenarios que incluiría su primera experiencia.

Pensó, una vez más, en lo emocionada que estaba porque llegara el día siguiente. Nunca se había acercado a un humano de verdad, pero había pasado años estudiando su comportamiento y aprendiendo algunas de sus costumbres. Nada le emocionaba más que el hecho de ir a la Tierra para hacer su trabajo como una nueva Cupido.

Y no había nada que amara tanto como el hecho de saber que pronto ella sería quién haría que los demás sintieran el amor De hecho, su nombre era por eso; Amor, quien lograría que las personas se enamorasen, la que les echaría pequeños empujones a los demás para que empezaran con una historia de amor e impediría que muchas relaciones se rompieran.

O, al menos, así lo veía ella.

 

Al día siguiente, Amor se dirigió a la Base lista para viajar a la Tierra por primera vez.




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