— ¿Podemos probarlo? —chilló Amor, entusiasmada—. ¿Por favor, podemos probarlo?
— Eh, Amor, ¿sí sabes que no son… pues, ya sabes… los que hacen que la gente se enamore y eso, cierto?
— Claro que lo sé, tonto. Sólo quiero practicar un poco.
David asintió.
— Yo solía llegar tarde a mi casa sólo por quedarme practicando mi puntería hasta que fuera perfecta, a veces incluso me gustaba enseñarle a mis amigas —Amor tenía su vista fija en los ojos, pero en realidad veía algo más allá; los fantasmas de un pasado no tan lejano.
» Mi padre solía molestarse, sabes, no le gustaba que rompiera el toque de queda que me había impuesto. Había noches en que le inventaba excusas tontas, y él me seguía el juego sólo para variar de vez en cuando. No puedo creer lo que dijo Jacinda… que le estén quitando poco a poco la sangre y que yo esté… aquí… sin saber qué hacer.
Su rubio amigo la agarró por los hombros y la estrechó entre sus brazos un rato largo, donde Amor pudo dejar caer sus defensas un momento y aceptar todo el miedo que la recorría. Si pasaba más tiempo en la Tierra, realmente Amor podría quedarse sin un padre.
Suspiró y se separó un poco de David. Se limpió una lágrima que se le había escapado y sorbió por la nariz.
No se había dado cuenta de lo cerca que estaba de David.
— ¿Nos vamos? —preguntó él, tan cerca que sintió su aliento chocar contra su rostro.
Amor quería decir que sí pero sentía los brazos de él alrededor de su cintura y se sentía sostenida por algo más fuerte que ella, que sentía que si se separaba de eso todo volvería a caerle de golpe sobre los hombros. Hasta ese abrazo ella no se había dado cuenta de cuanto necesitaba uno.
Estaban cerca, demasiado cerca, y Amor no podía recordar por qué eso era algo malo.
Algo se cayó y ambos se separaron de un salto, Amor se echó atrás con las mejillas ardiendo mientras David iba a la cocina a ver qué pasaba.
La rubia se tomó las manos fuertemente para tratar de aliviar el temblor en ellas, se acercó a la ventana para darse cuenta, con desilusión, de que afuera llevaba tiempo lloviendo, lo que significaba que no podría salir a practicar un rato.
— Podemos practicar aquí adentro —la voz de David le llegó desde atrás, lo que hizo que los cabellos en su nuca se erizaran.
— ¿Cómo? —se volteó para mirarlo.
— Soy rápido. Puedo atrapar las flechas.
— Te haré daño.
Él rió secamente.
Eso parecía un reto para Amor, así que ella se acercó hasta la mesa donde reposaban el arco y el carcaj de flechas y los tomó, lista para hacer a David tragarse sus palabras.
Tomó una flecha, ligera entre sus dedos y la situó sobre el arco. David, quién se encontraba a cinco metros de ella caminaba alrededor de la sala como si nada le importase. Amor tensó el arco, fijó su vista de águila en el brazo del rubio y disparó.
La flecha salió disparada y antes de impactar contra el musculoso brazo de David, su mano se cerró sobre esta.
Amor quedó boquiabierta.
— ¡¿Cómo?! —exigió saber.
Una sonrisa burlona se extendió a través de los labios de David. Se encogió de hombros—. Es divertido.
La rubia deseaba quitar esa sonrisa de sus labios, ahí fue cuando comenzó la diversión.
Amor contaba con doce flechas, once ahora ya que había utilizado una. Lanzó una flecha a la pierna del ángel la cual fue tomada antes de siquiera acercarse a su objetivo, entonces Amor lanzó otra y otra, y otra flecha más, cada una más cerca pero a la vez eran intentos frustrados, lo que hacía que su corazón latiera más rápido y su cuerpo ansiara por más. Tomó una flecha y apuntó directamente a su corazón, disparó.
En ese momento todo pareció ir en cámara lenta.
La flecha salió disparada directamente al corazón del rubio, quien recién tomaba una flecha que iba dirigida al dorso de su mano. David abrió desmesuradamente sus ojos y cruzó los brazos, con los puños cerrados, sobre su pecho. Una pared plateada se materializó frente a él, protegiéndolo. Dicha pared se agrietó cuando la flecha de Amor impactó justamente en el centro, haciendo que la pared se cayera en pedacitos hasta quedar David con una mueca de fastidio detrás.
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Editado: 11.01.2019