- Vaya, nos tardamos demasiado, ya es 31 de diciembre – dijo gilbert viendo el reloj entre sus manos.
- ¿Qué? ¿Ya es tarde? ¿No lo logramos? – exclamó Elisabeth.
- Tranquila, apenas son las 7:00 de la noche, aún faltan 5 horas para que se cumplan los 7 días.
- Ufff – suspiró – Me había asustado, oye… Antes de ir al palacio de la triqueta ¿Podemos dar una vuelta por el lugar? Quiero disfrutar el tiempo que aún queda a tu lado y al de Sialurif – dijo viendo al perro.
- Claro, lo que mi princesa pida, ya la escuchaste perro, andando.
Luego de recorrer una parte del lugar la joven se percató de lo enorme que era ese pueblo, había demasiadas almas, bibliotecas, posadas, bares, etc… En realidad era como una pequeña ciudad en otro mundo.
Sentados en una banca bajo un gran árbol Sialurif comenzó a jugar con la joven hasta lograr quitarle el collar e ingresar de nuevo a él
- Creo que alguien quiere descansar por un momento – añadió Elisabeth con una sonrisa – ¿Por qué hay posadas para alquilar cuartos si las almas no necesitan descansar? – preguntó con simplicidad mientras observaba la posada que se ubicaba frente a ellos al cruzar la calle.
- No son para descansar, son para otra cosa – le respondió Gilbert.
- ¿Para cambiarse de ropa? ¿Para estar en un lugar tranquilo?
- No, y no – sonrió seductor y acercándose a su oído le susurró – Si quieres te puedo mostrar para qué son
- Al voltear a verlo, la joven se topó con una mirada llena de amor y deseo – Entonces ¿Qué estamos haciendo aquí perdiendo el tiempo? – le respondió con una gran sonrisa cómplice.
Al entrar a la posada fueron atendidos por una amable alma de un anciano, alquilándoles una pequeña habitación en el segundo piso, era pequeña, pero acogedora, tenía una gran cama en el centro, y una ventana que daba directo al palacio de la triqueta.
Ya en la habitación, Gilbert se hallaba sentado en una esquina de la cama, mientras Elizabeth observa el palacio a través de la ventana, un pequeño silencio invadió el lugar, poco a poco se les terminaba su tiempo juntos
- Es lo correcto querida – dijo Gilbert rompiendo el silencio.
- Prométeme que volverás.
- Mostrando seguridad frente a su amada, terminó aceptando - Ya te lo dije, volverá a tu lado “mientras yo esté volveré a tu lado”
Elizabeth se acercó a él y se sentó en sus piernas para darle un beso lleno de amor y deseo.
- Te amo - confesó Gilbert al separarse - Si me dieran a elegir entre tesoros y riquezas, créeme que te seguiría eligiendo a ti todo en todas nuestras vidas, en todas tus versiones, me vuelve loco tu sonrisa, tus ojos, tu dulce voz, mi alma es tuya
- Elizabeth se abrazó con fuerza el buscando impregnarse de su olor a… - Quiero recordar tu olor.
Permanecieron unos minutos abrazados hasta que Gilbert sintió unos suaves besos en su cuello
- ¿Qué tratas de hacer? – le preguntó dejándose llevar por el roce de los labios
- Dijiste que mostrarías para que sirven las habitaciones de las Posadas, solo trata de motivarte para que me muestres.
Tomándola sorpresivamente entre sus brazos para recostarla en la cama, él joven se abalanzó sobre ella como una fiera dispuesta a devorar a su presa, acariciando su mejilla terminó por darle un profundo beso que solo sería el comienzo de una gran aventura en la intimidad, con cada beso y roce su deseo y iba en aumento, dando rienda suelta a su pasión. Al terminar, permanecieron abrazados bajo las sábanas Disfrutando de su compañía.
Las horas pasaron y ninguno se atreve a decir nada hasta que la joven tomó la iniciativa levantándose de la cama a un desnuda, volteo a verlo con una dulce sonrisa
- Es hora.
Gilbert la observo por un momento, contemplando cada detalle, después de todo lo vivido en los últimos días estaba más que decidido a volver con ella al otro mundo y sin dejar de mirarla pregunto
- ¿Me esperarás?
- Siempre te esperaré – aseguró Elisabeth – Si no es en esta vida, será en otra, nos volveremos a encontrar para estar juntos.