El primero en reaccionar fue Óscar, que corrió a atrancar la puerta principal de la mansión. Zoe y Cora, por su parte, alzaron los brazos al unísono frente a la ventana y comenzaron a recitar un hechizo de protección, al que enseguida se unieron Sandra y Ray. Andie desapareció de la vista con un chasquido, regresando unos minutos después.
-No queda nadie, aparte de nosotros -decretó, jadeando ligeramente.
Al escucharlo todos suspiraron, ligeramente aliviados ante la noticia, aunque la pregunta evidente seguía en el aire: entonces, ¿quién habría grabado ese vídeo? Los presentes habían convivido el suficiente tiempo como para no desconfiar unos de otros y no podían imaginar a ningún alumno capaz de algo semejante. Sin embargo, dado que todos se habían ido la noche anterior a sus casas, era difícil realizar una investigación en condiciones al respecto. Aparte de que, en ese preciso instante, había una amenaza mucho más preocupante pendiendo sobre sus cabezas.
Una ligera llamada a la puerta hizo que todos contuviesen la respiración, a la vez que dirigían una mirada interrogante a Andie. La cual, entre perpleja y ofendida, les devolvió un elocuente encogimiento de hombros. ¿Acaso pensaban que no sabía hacer su trabajo, sobre todo cuando estaban sus vidas en juego?
Pero sus ojos se abrieron de par en par, anonadados, cuando vieron cómo Cora abría la puerta y Ronnie Olsen entraba en la sala. Zoe frunció el ceño, Óscar entrecerró los ojos y Andie se quedó boquiabierta, sin saber qué decir y con una sospecha rutilando en su mente; algo que descartó de inmediato sin esfuerzo. Sencillamente, no podía ser.
-Ronnie, ¿qué haces aquí? -preguntó entonces Zoe con una calma que no sentía ni de lejos.
Ante lo cual, el chico bajó la cabeza con azoramiento y respondió:
-Lo siento. No tenía a dónde ir...
La Hija de Júpiter suspiró; cayendo en la cuenta de que lo que decía el chico era, en parte, cierto. Huérfano de familia, en la Escuela de Oslo no había conseguido nunca tener amigos ni nadie que se ocupase de él. El intercambio pedido a España había sido, precisamente, buscando algo mejor. Pero, ¿qué podían hacer con él precisamente en aquel instante? No podían desvelarle el mayor secreto de la sala así como así. ¡Si hasta el día anterior ni siquiera sus propios hijos lo habían sabido! Y hacía quince años que la Profecía se había olvidado en casi todo el mundo... ¿no?
Rápidamente, la mujer latina intercambió una mirada con los Cuatro Elementos. Sin embargo, para su sorpresa, el único que parecía poco conforme con la presencia del muchacho era Marco. «Algo grave ha sucedido entre ellos dos», intuyó Zoe. Pero el tiempo apremiaba y no podían detenerse a discutir sobre banalidades. Lo más importante era sacar a los Elementos, principales protagonistas del vídeo y centro máximo de la Comunidad Mágica, de aquel lugar que pronto sería invadido por los periodistas... y quién sabía por qué otras personas. A Zoe no la tranquilizaba en absoluto el mensaje transmitido por el vicepresidente del Gobierno. «Quieren una nueva Farthia», reflexionó amargamente, para acto seguido dictaminarse mentalmente: «pero no les daremos ese placer». Por suerte, Óscar ya se estaba ocupando de ello.
Zoe observó un instante la cabeza de su marido inclinada sobre la de Andie, cuchicheando ambos en voz baja. Aunque era cierto que nunca se habían llevado especialmente bien, a la hora de trabajar por el bien de la Comunidad Mágica eran increíblemente capaces de unir fuerzas. Y aunque Zoe no podía sentirse celosa de algo así, a veces hubiese deseado tener esa capacidad u oportunidad de liderazgo con su gente. Pero al final había decidido trasladarse a Madrid, dejando a otro compañero bajo la tutela de Deborah en la confianza de que algún día fuese director de la Escuela, y había asumido que el mando en Madrid lo llevaría Óscar. Ella simplemente se ofrecía como una ayuda y se sentía orgullosa de ello. Pero, a veces...
-Bueno, está decidido -dictaminó entonces su marido, alzando la cabeza y la voz al unísono-: de momento, los... Black Sunset os iréis de inmediato con Irene, Víctor y Ruth...
Había procurado no mencionar las palabras «Cuatro Elementos», compartiendo sin necesidad de hablarlo la idea de su mujer sobre la conveniencia de mantener su identidad en secreto, pero nadie pareció percatarse del apelativo ya que dos voces femeninas se alzaron en ese momento en protesta.
-¿Y Ronnie? -preguntaron Irene y Ruth al unísono, a la vez que dirigían una mirada elocuente al aludido-. ¿No puede venir con nosotros? Por favor...
Cora se quedó muy sorprendida por aquella súplica de su hija. Sabía que le atraía el joven músico, e incluso ella debía admitir que era muy guapo; pero seguía habiendo algo en él que no terminaba de encajar en el esquema. De reojo, vio cómo Marco se mantenía cruzado de brazos junto a la pared, dirigiéndole a Ronnie una mirada muy poco amistosa. Ray y Sandra intercambiaron un gesto de indecisión pero, ante la expresión ligeramente dolida de Ruth, que ya anticipaba un «no», optaron por asentir al unísono.