Tentación...
Su cerebro se transformó en baba.
Literalmente.
Su sonrisa fugaz, barrió con todas sus neuronas, y con sus hormonas también.
Su voz... Oh... Su voz sonó tan perfectamente seductora que aunque fuese una mujer de piedras se habría derretido en ese mismo instante.
Liam había sonreído.
Otro hecho histórico.
Ademas de que en la curvatura de sus labios ella murió y resucitó a la vez.
Pero no podía dejar que su idolatría se dejara ver en su superficie.
—¡Vaya! No pensé que supieras sonreír— se burló.
Liam ladeó su cabeza, esa sonrisa se borró de su rostro, y fue reemplazada por su habitual semblante serio.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí.
—¿Como cuáles?
—No pienso decirte.
Shelly frunció el ceño, por un momento creyó que había cambiado, pensó que el duro y mordaz Liam se había ido.
Detuvo de golpe sus pensamientos.
¿De verdad quería que cambiara?
Liam era fuerte, dominante, no temía decir lo que pensaba y poco le importaba lo que pensaran los demás. Era un hueso duro de roer, pero ella no pudo imaginarse a alguien mejor.
—Los chicos duros no son de piedra— dijo evadiendo la profundidad de su mirada— ¿Alguna vez te lo dijeron?
—Sí, las pocas mujeres que han tenido la suerte de poder estar conmigo, me lo repitieron varias veces.
Imágenes de mujeres en sus brazos se desperdigaron en su mente, si fuera cambiante ella habría extendido sus garras. Pero no lo era.
Y aunque sentirse celosa de un hombre como Liam era inevitable, su orgullo le impedía demostrarlo, por lo que decidió seguir la conversación.
Tal vez lograba sacar algo bueno.
—¿Y tú nunca las has escuchado?
—Sí— se encogió de hombros— pero nunca han pasado de la primera noche.
Shelly quedó en silencio, por un lado la idea de que Liam mantuviese relaciones con mujeres le parecía extraña, él era la reencarnación del hielo, por otro, le intrigaba pensar que detrás de toda su dureza, arrogancia y poder masculino, se ocultara un lado desconocido.
Después de pedir un tequila para él y un jugo de limón para ella— ya que en su vida jamás había probado gota alguna de alcohol— Liam se dispuso a observar a la pareja de leopardos unas mesas detrás de ella.
—Es obvio que no sabes de sutileza.
—¿Disculpa?
—Tal vez no tenga súper sentidos o un animal peludo bajo mi piel, pero yo sí sé de relaciones.
Ojos verdes se estrecharon en su dirección, su estómago se hizo un nudo.
—¿Exactamente qué?
"Piensa, cerebro, piensa"
—Primero, a nadie le gustaría ser observado con descaro, yo no veo nada sospechoso en esos dos.
—¿Por qué razón?
—Son poco más que adolescentes.
—Aquí están sus bebidas— interrumpió una camarera— disfruten, el whisky es cortesía de la casa.
La chica, más alta que ella en esos finos tacones negros, le sonrió a Liam y se alejó.
Shelly rechinó sus dientes, mientras que Liam destapaba la botella.
—Segundo ¿Crees que a ellos les interesaría hablar de los secretos de su clan en una cita? Yo no confiaría en que lo hicieran.
—Esa no es una razón válida— tomó su vaso y comenzó a moverlo— ¿Cual es el tercero?
—Disimular.
—De acuerdo— acercó el objeto hasta sus labios y bebió el líquido rojizo hasta dejarlo seco— lo haremos a tu modo.
Shelly no podía creerlo ¿De verdad había cedido? ¿Podía gritar la victoria en su cara?
—Bien ¿Qué sigue?
Parpadeando, quitó la vista de su boca y la dirigió hacia las marcas irregulares que se podían ver en la mesa.
—¿Y me preguntas a mí?— se burló— dime ¿Qué es lo que podría hacer yo? ¿Acaso tienes unos súper auriculares de rango amplio? ¿O Tarah les instaló rastreadores en sus teléfonos?
—No tienes que ser sarcástica.
—¿Eres el único que puede?
—En este momento, sí, pero no es el momento de discutir. Debemos concentrarnos en esto.
Ella dio un pequeño sorbo a su bebida, el sabor ácido y dulce invadió sus sentidos, adoraba el sabor del limón.
—Tienes el oído desarrollado ¿No? Entonces puedes estar atento a lo que digan.
—Bien.
—Deberíamos hablar, para no levantar sospechas.
Liam se reclinó en su silla y se estiró, ella vió con interés la flexión de sus músculos apretados por su chaqueta de cuero ajustada.
—Sabía que no podrías estar callada.
—¿A qué viene tanta hostilidad?— replicó con enfado disimulado— ¿Por qué no te agrado?
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Editado: 23.09.2018