Rivales
Sus ojos se abrieron pesadamente, al principio, su vista estaba reducida a brumas e imágenes borrosas, pero luego de parpadear un par de veces, todo se aclaró.
Un techo de madera oscura fue lo primero que vio, estaba recostado, pero, precisamente ese no era el techo de su cabaña, ni esa era su habitación.
Tragó saliva y la garganta le ardió como si hubiese tragado fuego.
Quiso maldecir por el dolor que le inmovilizaba el cuello, pero no pudo encontrar su voz.
Era como si el peor somnífero del mundo le hubiese hecho efecto.
Parpadeo un par de veces, e intentó levantarse, el cuerpo le pesaba y dolía, tenía fieras cicatrices de garras en su costillas, pecho y estómago, sin embargo ya casi se habían desvanecido.
Reconoció el dulce aroma de Riley mezclado con el de Aiden, esta era su cabaña. También identificó el aroma de Aria, Hunter, y otro que le erizó el vello de la nuca.
Sutil aroma humano mezclado con jazmín.
A pesar del dolor, giró su cuello al sentarse, fuertes latidos se oian en su cabeza, pero todo quedó silenciado, ahogado, al ver la imagen de la mujer durmiendo en un sillón individual a su lado.
Cabello liso, suave y negro caía sobre su rostro, acurrucada de una forma que sólo un felino flexible podía hacer, Shelly se veía pacífica, calma. Su guardiana atrapada por un sueño sereno.
Puso en orden su mente, recordando cómo y porqué amaneció en la cabaña de Riley, y qué hacía Shelly con él.
El último recuerdo fue una silueta apuntandole con un arma mientras un cambiante leopardo lo tenía aprisionado por el cuello, asfixiándolo. En ese instante, no le quedaba oxígeno, lo más lógico que se le ocurría era que debería estar muerto.
—¿Liam?
Shelly se despertó, bostezó, y se estiró en su lugar con movimientos graciles.
Él reunió sus fuerzas para hablar, pero todo lo que le salió al primer intento fue un ronco sonido.
—Deberías volver a dormir— dijo algo somnolienta.
Pero luego abrió los ojos de golpe, se enderezó y fijó la vista en él.
—Necesito que me digas todo lo que oíste en el territorio de los leopardos.
Ante esa inesperada exigencia, pudo armar unas palabras entendibles.
—Aria. Es. Primero.
Ella se inclinó, apoyando sus codos sobre sus muslos. La intensidad de su mirada oscura le hizo querer rugir, de un insensato placer.
—Aria está lidiando con las ganas de destrozar a los leopardos— Shelly se puso seria— le dije que apenas despertaras hablarías conmigo sobre lo que hayas hecho en tu "Misión" y que después yo le informaría para que decida.
Liam comprendía la lógica de su alfa, teniendo en cuenta lo que sabía le quedaba muy poco tiempo para tomar una decisión, los leopardos estaban analizando a su enemigo, sería cuestión de tiempo para que iniciasen un ataque. Liam no podía permitirlo.
—Agua.
Ella se levantó de inmediato y desapareció en la cocina. La sala de estar aún seguía envuelta en débiles sombras y a juzgar por la falta de sonido en el exterior, Liam dedujo que seguía nevando.
—Aquí tienes— le entregó el vaso y regresó a su lugar.
Él bebió el líquido de una sola vez, el ardor de su garganta disminuyó con el frío, y de pronto su voz se aclaró.
—Logré llegar hasta la cabaña de su alfa— dijo ahorrando al máximo posible los detalles— escuché hablar a Sofía Blackwell con sus compañeros de clan. Ellos tienen a tres niños, planeaban usarlos para manipular a los lobos. Pero, están buscando información sobre nosotros, ahora planean atacarnos y tomar nuestro territorio. Su ambición ha cambiado de objetivo.
Shelly quedó silenciosa y con una expresión de sorpresa en su rostro.
Él le hizo un gesto con la cabeza evitando parecer brusco, y ella de inmediato buscó el transmisor de una repisa y prosiguió a comunicarle a Aria lo que él le había.
Mientras hablaba ella caminó hacia la ventana, a la luz blanca que se filtraba, su silueta se ensombreció. Liam miró su figura, su espalda firme, su cintura rellena y sus caderas anchas, sus piernas fuertes. Todo eso estaba cubierto por ropa térmica de un color gris uniforme.
—Aria dijo que analizaría las cosas antes de tomar una decisión— Shelly se dio vuelta— dice que informará a través de esto— movió el objeto negro— porque no hay tiempo para convocar a una reunión del clan.
Liam asintió, conocía a su alfa lo suficiente como para saber la decisión que tomaría, daría la orden de ataque en cuestión de horas.
Ella volvió a su asiento, sus mejillas se ruborizaron cuando él advirtió que estaba mirando su pecho desnudo. Sus partes bajas estaban cubiertas por una capa de gruesas mantas.
Debería despacharla de inmediato, después de todo ya había cumplido con su tarea y él estaba lo suficientemente fuerte como para estar por su cuenta. Debería. Pero el animal que vivía en su interior contradecia sus decisiones. Shelly le interesaba de una manera que le costaba aceptar.
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Editado: 23.09.2018