MyLittleBook estaba a su máxima capacidad a pesar del clima lluvioso y frío que hacía en el exterior. Era más que obvio que Ángel de Sangre sería otro bettseller. ¿Y cómo podría no serlo? Desde que su creadora debutó con su primera novela hace ya más de cinco años, todo lo que sale de su puño y letra es considerado un éxito.
La multitud era una gran mezcla de personas de todas las edades, incluyendo niños que acompañaban a sus padres al evento, así como periodistas que se hacían presentes.
Loreley Thompson, editora de la tan aclamada Elle Davidson, daba las últimas instrucciones a su equipo mientras veía su reloj de nuevo. Tres minutos quedaban únicamente para que la presentación diera inicio. ¿Dónde estaba Elle?
Fijó completamente la vista hacia la puerta principal por donde estaba prevista la entrada de la autora ese día sin distraerse ni un instante. Estaba a punto de darle un ataque al corazón cuando los cristales se abrieron dando paso a una ráfaga de viento helado la cual hizo que las personas se apartaran como en el acto de Moisés y el Mar Muerto.
—Genial. ¿Es que no podía dejar lo dramático para los libros? —se quejó Hans, uno del equipo de publicación de Lory y algunas veces ilustrador cuando a Elle se le ocurre animar su historia.
Lory sonrió. —Seguro que no. Estamos hablando de Elle Davidson después de todo.
El sonido del teléfono lo despertó con un sobresalto. Austin se sentó y miró la hora, las once cincuenta y seis de la mañana. Sabía que debía apagar el celular.
—Chico, he estado llamándote por un buen rato. ¿Has visto las noticias?
—¿Michael? ¡¿Pero qué diablos…?! ¿Por qué debería hacerlo? —Austin tomó un fuerte suspiro antes de continuar. —¿Me habéis involucrado de nuevo en otro escándalo? ¿Es qué ya olvidaron que estoy comprometido?
—Si. Y con una mujer que da miedo hasta los huesos. ¡Es por eso mismo que te estoy llamando!
—Ve al grano, Michael.
—Adriana Heylen asegura que tú eras él que la acompañaba la noche del escándalo del hotel. ¿Puedes creerlo? En estos momentos, la bella Ariana es la comidilla de los medios.
—¡Voy a matar a esa mujer!
—Wow. Al parecer, al que anda dentro de la miel, algo se le pega.
—Por un minuto me asustaste.
—Lo siento, Lory. La reunión se alargó más de lo previsto y apenas tuve tiempo de cambiarme —respondió Elle retocándose el peinado frente al pequeño espejo que sostenía Lory.
—Afortunadamente la entrada dramática solucionó todo. ¡Estuviste fantástica! Y aunque lo niegue, a Hans también le pareció.
—Hans me tiene sin cuidado y lo sabes.
—Eso está claro. Además, las apuestas están a favor de otro chico.
—¿Apuestas? ¿De qué estás hablando?
—Vamos, no te hagas la inocente. Sabes muy bien de quien estoy hablando.
—No. No lo sé.
Lory no pudo contener su carcajada. —De acuerdo. Te ayudaré. Es alto, bien parecido, cabello castaño y ojos…
—Basta Lory. ¿Quieres olvidarte de Austin por un segundo?
—¡Ajá! ¡Así que si sabías quién era!
—Imposible no saberlo ya que me lo recuerdan cada vez que pueden.
—Dime algo. ¿Lo extrañas? ¿Piensas usarlo de inspiración para alguna historia? Ya viene siendo hora de que escribas de forma más explícita las escenas candentes, ¿no te parece?
—Santo Cielo. ¡Lory! ¿Es que estás haciendo una novela de ficción y no me has contado?
—Te equivocas amiga. Yo solo digo lo que veo, y lo que veo en estos momentos es a una chica negándose a disfrutar el delicioso pastel que la vida le da. ¿Es que piensas morir sola?
—Bueno, la forma en la que muera no me preocupa en estos momentos. Apenas tengo veintitrés, ¿recuerdas?
—Y yo te recuerdo que el tiempo se va volando como el viento. Además, tengo en apuesta trescientos billetes a favor de Austin.
La mandíbula de Elle cayó al suelo. —¿Quiénes más están en esa apuesta?
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Editado: 20.10.2019