—Esto es increíble —exclamó Ariana al ver la sorpresa que Austin había preparado. —Pero, ¿de dónde has podido sacar “El Dragón de Plata”?
—Es el yate del tío de Max quien amablemente me lo ha prestado.
Ariana frunció el ceño, sorprendida. —¿Bruno Harlingen es tío de tu amigo?
—Así es. Aunque eso le causó muchos dolores de cabeza en su época por lo que ahora prefiere que su sangre azul permanezca en el anonimato.
—Así que tu amigo Max también guarda sus secretos.
—Supongo que todo el mundo lo hace. ¿No lo estamos haciendo nosotros?
A Ariana se le encogió el estómago mientras recordaba el motivo por el cual estaban ambos allí intentando tener unas amigables vacaciones de luna de miel y no disfrutando de su soltería en otra parte. Posiblemente en lados opuestos del hemisferio.
—Oye —murmuró él, mirando sus ojos afligidos. —No quise traerte malos recuerdos. Mi único deseo este día es que lo disfrutes, aquí…conmigo.
Ariana se puso colorada, conteniendo el aliento mientras procesaba la idea de pasar un día entero en un yate en medio del océano y en la única compañía de su esposo. Lo positivo de todo es que esta sería una perfecta excusa para distanciarse por un tiempo más de los problemas que se le estaban ocasionando en la empresa.
—¿Lista para la aventura?
—Mientras no decepciones mis expectativas —bromeó ella mientras Austin la ayudaba a subir a cubierta.
Austin no tenía claro lo que le estaba pasando. Nunca se había tomado tantas molestias por una mujer, ni siquiera las raras veces que se había sentido un poco atraído hacia el sexo opuesto. Sin embargo, Ariana Allen era la única mujer que le hacía sentir la necesidad de complacerla, aunque la tarea no era nada fácil ya que no podía ser sorprendida con lujos o extravagancias.
Estaba completamente seguro que ni el más fino diamante del planeta podía dejarla atónita porque posiblemente ya lo poseía en su armario.
Un hombre con uniforme náutico que lo delataba como el capitán de la embarcación y dos personas de tripulación dieron la bienvenida a la feliz pareja. Después, Ariana sin necesidad de indicaciones caminó por una escalera, abrió una puerta de madera con decoraciones incrustadas situada al fondo a la derecha y se adentró a lo que correspondía el camarote principal seguida por un muy sorprendido Austin.
—¿Has estado aquí antes?
—No. Es mi primera vez a bordo. ¿Por qué lo preguntas?
—Es que pareciera que conoces bien el lugar.
—Lo que sucede es que este y el MaryClaire de mi madre son primos, por lo que el diseño es similar —respondió Ariana, como si tener un yate fuera lo más normal del mundo.
—Debí imaginarlo.
En cuanto abrió la puerta, Ariana se quedó sin aliento.
La habitación estaba decorada con finas telas de color rosa pastel, un cuenco lleno de fresas listas y dispuestas para deleitar, una botella de vino, tulipanes artificiales y varias velas aromáticas que daban un toque íntimo a la escena.
—¡Oh, Por Dios!
—¿Logré llenar un poquito tus expectativas?
—Las has superado —dijo Ariana volteándose a Austin para darle a este un beso en la mejilla. —¿Y siempre eres así de detallista? —preguntó, tratando de encontrar un tema casual de conversación que alejara su mente de todos los escenarios posibles que podían darse dentro de un camerino decorado especialmente para una pareja de felices recién casados.
—Siempre que tú seas mi musa y reciba mi recompensa tenlo garantizado.
—¿No me dirás que ese es tu discurso? ¿Nadie te ha dado una crítica constructiva al respecto?
—Eres la primera que recibe mi atención.
—Mentiroso —se burló ella con una sonrisa.
—Es verdad. Creí que el asunto del playboy ya había sido aclarado.
—¡Vamos! ¿Vas a decirme que nunca te interesó ninguna chica? ¿Aunque sea un poquitín?
Austin pensó detenidamente antes de contestar. —Posiblemente dos.
—¿Solo dos?
—Bueno, tres si contamos a mi profesora de literatura durante la secundaria.
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Editado: 20.10.2019