Austin había conducido como un ludópata que acababa de recibir una herencia y no puede esperar a encontrar un casino abierto para utilizarla. En cuanto llegó a su hotel, se dirigió directamente a la habitación en donde al abrir la puerta y recorrer todo el lugar lo encontró exactamente igual a como lo había dejado un día antes. Ropa y objetos personales, pero ninguna esposa alrededor.
De inmediato, sacó su teléfono y marcó el número de Ariana con la esperanza de escuchar su peculiar timbre en algún rincón de la habitación. Al no recibir respuesta ni escucharlo, respiró profundamente. Tal vez debería haber estado preparado para este posible escenario. Después de todo, lo había abandonado para encontrarse con su amante. En plena luna de miel. Aunque era cierto que todo era un simple contrato acordado con la intensión de ocultar otros secretitos de ambos, no había esperado que ella lo dejara noqueado a pocas horas del “sí quiero”. Sin embargo, él tampoco era un santo del todo. Había pasado la noche anterior en un cuarto de hotel justamente al lado de otra mujer que no era su esposa. Lo peor del caso es que ahora necesitaba ver a su esposa para disipar la nube de confusión que se estaba apoderando de su mente.
Si tan solo hubiera llegado un poco antes. Tomarse esas copas de más para soterrar los millares de imágenes que perturbaban su mente había sido un gran error. No había podido dejar de imaginarse a Ariana en la cama con otro hombre, las dulces palabras que le pudieran recitar al oído para engañarla y, sobre todo, el hecho de que él no había sido suficiente para llenar ese espacio en la vida de ella.
Dirigió la mirada hacia donde se supondría debía estar el portátil de Ariana. Nada. Ni el más mínimo rastro. Lo único que conservaba aún de su esposa era el pendrive encontrado en la habitación del yate. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Se estaba imaginando un mundo sin Ariana y no le gustaba. Sin embargo, esa ruta era la más evidente en ese momento. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando ella misma quería alejarse de él? El divorcio era inminente.
Alguien llamó a la puerta. Era uno de los hombres del tío de Max. Al parecer, a la reina ártica se le ocurrió la brillante idea de volver al trabajo sin decir siquiera “adiós”.
—¿Estás segura de esto?
Ariana levantó la mirada del piso cerámico y la clavo en su amiga enarcando una ceja a la vez.
—Está bien. Lo siento. Sé que ha sido descuido mío, pero en mi defensa no he sido la única que ha metido la pata. Walter también ha colaborado un poco en el lío.
Ariana suspiró. —No te disculpes, Alina. ¿Cómo ibas a saber que alguien había colocado una camarita en tú auto?
—Sí, quién iba siquiera a imaginarlo, ¿no? ¡Por Dios, Ari! Estamos hablando de mí auto. Y no el auto de Meryl, sino el auto de Alina. ¿Cómo rayos pudieron saber eso?
—No lo sé. Supongo que en algún punto nos hemos descuidado.
—Siempre he sido muy cuidadosa. Las cuatro hemos sido muy cuidadosas —recalcó Alina. —Y estoy completamente segura de que no tenemos un topo entre nosotros.
—Eso ni pensarlo—afirmó inmediatamente Ariana. Su equipo, o mejor dicho sus amigos, contaba con toda su confianza tanto que se dejaría arrojar a un volcán en plena erupción por ellos. No podría haberse imaginado hacer lo que hace de no haberlos encontrado en su vida. —Sin embargo, algo de mi reciente experiencia me permite decir que esas sucias moscas te las puedes encontrar hasta en donde nunca imaginarias.
Alina sonrió maliciosamente. —¿Te refieres a tus experiencias con tú adorado tormento?
—Podría decirse.
Y este era un hecho irrefutable por más que Ariana quisiera decorarlo. Desde el momento en el que su camino se estrelló con el de la estrella de portada de revista, su vida se había vuelto un completo caos espartano. Ariana recordó como se le había escapado el alma del cuerpo el segundo en que se dio cuenta de la horda de periodistas y decenas de flashes que rodearon su casa a la mañana siguiente de aquel encuentro. Lo primero que pasó por su mente fue que había sido descubierta finalmente y que lo siguiente que le esperaba era un final trágico en la guillotina cuyo verdugo no tardaría mucho en aparecer. Pero cuál sería su sorpresa al descubrir que a la que en realidad buscaban era a Ariana Allen, la presidenta de AllenCorporation’s y por los motivos menos pensados.
—Tú sí que eres increíble. ¿Quién iba a decir que la temeraria, fría y calculadora Ariana Allen llegaría a tener esa sonrisita en su rostro? —dijo Alina, mientras hacia los últimos retoques al maquillaje de Ariana.
—¿Qué sonrisa?
Alina sonrió. Evidentemente, la inteligencia desbordante de la que muchos hablaban que poseía su amiga no llegaba a abarcar algunos aspectos. —Nada. Olvídalo. Por cierto, ¿ya pensaste que vas a hacer con la empresa si esto se extiende más de lo planeado?
—Ese aspecto lo tiene cubierto Alana. Además, Meryl solo estará por aquí un par de días. Una semana a lo sumo. ¿Qué podría pasar en ese tiempo?
—¿Quieres que te haga la lista en orden alfabético o aleatorio? —respondió Alina con el ceño fruncido y brazos cruzados.
Editado: 23.11.2024