La Reina del Ángel

Capítulo 6

     Tristes despedidas y falsas bienvenidas.

Su alteza:
  A estas alturas ya debe de estar enterada sobre mi destierro. Por favor no se enoje conmigo por no contarle antes, pero es que no pensé que me iría tan deprisa. No se preocupe por mí, yo voy a estar bien. A partir de ahora no voy a poder estar a su lado, aunque voy a intentar ayudarla en lo que pueda. Por lo que debe empezar a ser fuerte y a tomar las riendas de su vida usted misma.
  Debe ir con Greenwood, él no es de confianza pero es nuestra única opción. No se fíe de él y tenga cuidado con lo que hace y dice en su presencia. Greenwood es un hombre bastante calculador e inteligente, y él y sus hombres le sirven a Markeply.
  Cuando tenga una oportunidad debe buscar a Ángel. No se bien como localizarlo pero es el único que pude ayudarla a recuperar el trono. Búsquelo, utilice todos los medios que pueda pero debe encontrarlo.
  Coma, duerma bien y no piense mucho en mí. Soy consiente de que su vida en estos momentos ha cambiado mucho, y últimamente ha pasado por situaciones difíciles. Pero no se aflija ni baje la cabeza. Hágase fuerte con cada tormenta y cree su propio amanecer.
  Se despide de usted, con cariño,
                        Su eterno guardián,  
                                       Paul Collins.

  Leo la carta lentamente, sintiendo cada frase. Las palabras de Paul me tocan bien profundo en el alma y me remueven cada espacio de mi mente. Me siento abrumada y confusa por lo que me dijo. 
  Según él, debo empezar a tomar las riendas de mi vida y empezar a encararla de frente. Pero, ¿seré capaz? ¿Podré encararla sin estamparme la cara contra la pared? Tal vez no, pero debo intentarlo, y tengo la confianza de que Paul estará cuidando mis pasos.

(...)

  Estoy parada frente a la entrada del recinto de la guardia y no sé lo que pueda estar esperándome del otro lado. Al fin mis piernas se dignan a moverse y atravieso las puertas lo más firme que mi pequeño cuerpo me lo permite.
  El recinto es un área enorme con una gran mansión que se levanta en el centro y varios locales a su alrededor. De seguro debe de ser la resistencia de Greenwood. Todo inspira un aire elegante y lujoso.
  Al dar unos pasos al interior, un guardia me bloquea el paso. Es de estatura mediana en comparación con el resto, pero aún así me saca como una cabeza de diferencia. ¡Todos aquí son unos gigantes!

—Identifíquese.
—Soy Lin Collins.—le respondo lo más calmada que puedo.
—Lo están esperando dentro, sígame.

  Caminamos por un sendero que bordea la mansión y ya del otro lado nos topamos con un muro de piedra que cubre toda la vista, y una reja la cual fue abierta mecánicamente desde el otro lado. 
  Al pasar, el panorama anterior tiene una diferencia inmensa con este otro lugar. Estamos en una especie de área de entrenamiento. Hay hombres por todas partes con uniformes de la guardia Real haciendo todo tipo de actividades. Algunos están disparando armas en los campos de tiro, otros están peleando entre ellos de una forma bastante dolorosa para mi parecer, y así.
  Pero todos, manteniendo un completo orden. Todos tienen una actividad específica y caminan con una dirección premeditada.

  En un apartado hay una especie de construcción con distintos locales. Entramos en el que me pareció ser el principal, por ser el de mayor tamaño. En el interior hay colocada en el centro de la habitación una mesa grande y ovalada, con sillas bordeandola. Perece ser una sala de reuniones.
  En el último asiento hay un hombre de estatura monumental e intimidante, de piel cobriza. Tiene el cabello oscuro pero algunas canas rebeldes le asoman desafiando su intento fallido de ocultarlos. Todo en el indica seguridad y poder.

—Así que tú eres el sobrino de Paul Collins.—Dice poniéndose de pie y acercándose a mí, que me había quedado parada inmóvil en la entrada.—Tienes diescisiete, no. ¿Por qué no te habías unido a la guardia antes?

—No lo sé.—le digo, forzando a las palabras para que salgan de mi garganta, las cuales se habían escondido y se negaban rotundamente a salir.

—No sabes.—dice con un tono de sarcasmo en su voz innegable.—No voy a decir que lamento lo de tu tío, ya que fui yo quien lo condenó al destierro, y como verás, no pretendo ser una persona hipócrita. A partir de ahora me servirás y formarás parte de la guardia de la tercera sección. Mi hijo Héctor se encargará de tu entrenamiento, así que ya puedes retirarte.

  Y ahí me doy cuenta de quién es este hombre, es Greenwood. El hombre del que tanto me advirtió Paul, el que lo condenó al destierro.
—Si señor.

  Me doy media vuelta para marcharme y en la puerta estaba parado un hombre joven, con el pelo recogido en una coleta por detrás de la cabeza, Héctor.
  Lo sigo en silencio. Él me muestra el lugar en el que voy a dormir, y agradezco en el alma de que sea una habitación individual. Es pequeña pero por lo menos es un espacio para mí sola.

  Héctor me dijo que me cambiara y que me esperaría en el campo de entrenamiento. Así que me visto deprisa sin darle mucha importancia al escudo de mi hombro izquierdo y salgo de allí.

  Ya estoy por llegar, pero antes de doblar por una esquina, escucho unas voces. Me asomo para ver de quién provienen y veo a Greenwood hablando con uno de sus hombres. Solo alcancé a escuchar el final de la conversación.
—Ya tengo las presas señor.
—Bien, sabes dónde llevarlas.—le responde y el hombre se retira. 
  Así que antes de que me vean sigo mi camino. Al llegar al campo de entrenamientos veo a un grupo de hombres en formación y a Héctor frente a ellos.
  Camino lentamente en su dirección y cuando notan mi presencia el grupo empieza a murmurar por lo bajo y Héctor me hace una seña para que me acerque.
—Como les comenté, este es Lin Collins. Él se unirá a partir de hoy a nuestro grupo así que démosle una cálida bienvenida.—Dicho esto cambió la dirección de su mirada y posó sus ojos en mí.—Lin por qué no nos muestras, como acto de iniciación, tus habilidades en combate.




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