Cap 45
Ricchi se acercó a Ela. La despegó del cuerpo del padre. La levantó y la abrazó fuerte.
Ela lloraba desconsoladamente. Lo abrazó a Ricchi, hundió su cara en el hombro del chico.
- Llévame de acá – pidió ella – lo más lejos posible. No quiero sufrir más. ¿Por qué no lo pude revivir? ¿Por qué su alma se fue? No me escuchó. ¿Por qué?
Ricchi suspiró. No se le ocurrían palabras consoladoras. Todo lo que pasó en los últimos días lo dejó con un agotamiento descomunal.
- Mi amor – dijo el chico. – Pasaron muchas cosas fuertes. Y siguen pasando. Tenemos que hacer un esfuerzo más. Así vamos a salir de esta pesadilla.
Ela asintió con la cabeza. Paró de llorar. Seguía sollozando.
- Vamos – dijo Ricchi. – Pronto tendremos más problemas acá.
Los chicos cargaron el cuerpo de Jerome en el asiento trasero del auto.
Ricchi se sentó al volante. Ela al lado de él.
La chica estaba con una mirada perdida. Revolvía la punta de la remera con los dedos. Parecía que todo este mundo perdió sentido para ella.
Ricchi arrancó el auto esperando que todavía sigue funcionando.
El motor rugió. Ricchi miró al retrovisor. Algo le llamó la atención.
El chico suspiró y apagó el motor.
- ¿Qué pasa? – preguntó Ela.
- Policías muertos.
Ricchi salió del auto y agarró el cuerpo del sargento para liberar el paso para el auto. Lo estaba arrastrando por el piso por encima de los vidrios rotos y la ropa tirada.
Ela salió del auto. Se acercó a Ricchi.
- ¿Quieres que te ayude?
- No. Puedo solo.
Pero Ela le tocó la mano como pidiendo apartarse. Ricchi la miró sorprendido.
- Vamos a ver si fueron muy lejos – dijo la chica.
De repente levantó la mirada. Se concentró en algo. Pegó un grito.
- ¡Vuélvanse! ¡Todos! ¡No es el tiempo! ¡Su lugar es todavía acá! ¡Dije todos! ¡Los están esperando en sus casas! – y agregó en voz baja – odio a estos bastardos.
Ela se sentía agotada. Miro alrededor y se sentó en un maniquí tirado.
En menos de un minuto los cuerpos de los policías empezaron a moverse. Uno, después otro, y otro.
Los cinco agentes se levantaron despacio es como después de dormir un rato largo. Se agarraban las cabezas. Miraban sorprendidos a los chicos y entre ellos. Nadie entendía lo que pasó.
- Me parece que te apuraste un poco, mi amor – dijo Ricchi. – ahora sí, nos van a matar.
Ela hizo un gesto como diciendo "no te preocupes".
Los policías empezaron a mirar a Ela con ojos raros. Estaban muy asustados.
Todos se quedaron quietos, mirándola sin saber que decir. Hasta que parecía que están esperando las órdenes.
"Que increíble" – pensó Ricchi – "mi chica, sí que es una reina."
- Fuera de acá – dijo Ela a los policías con la voz cansada.
En diez segundos los autos policiales chillando con los frenos desaparecieron a lo largo de la calle.
- Vamos – dijo Ricchi.
Los chicos subieron a auto de Jerome.
Ricchi se sentó al volante. Ela atrás agarrando la mano del padre.
El chico condujo despacio para salir de la tienda. En la calle eligió la dirección contraria adonde fueron los policías. Arrancó la marcha.
Las calles de Beltrama se estaban despertando. Muy despacio, como la salida del sol.
Ricchi no tenía idea adonde pueden ir y que próximo paso hacer.
Parece que la guerra todavía no terminó.
Ela se veía muy cansada. Miraba por la ventana observando las calles, tratando de encontrar algún culpable que los metió en este círculo cruel.
- Mi amor – dijo Ricchi a Ela – podemos revivir a tu padre. Con elixir.
Ela asintió.
- ¿Tienes hambre? – preguntó Ricchi.
Ela lo miró sorprendida. Pero al ver la sonrisa de Ricchi en el retrovisor, también sonrió.
- Me faltaría una hamburguesa, – dijo la chica.
Ricchi suspiró fuerte. Los recuerdos le pegaron en la cabeza.
"Ahora con esos suspiros parezco a Jerome, cuando estaba manejando".
El chico pensó en el padre de Ela.
"Ojala que lo pudiéramos revivir" – pensó Ricchi – "y para eso necesitamos el elixir. ¿Dónde podremos conseguirlo?"
De repente Ricchi detuvo el auto. Después arrancó otra vez y lo llevó hasta la vereda para estacionar.
- ¿Qué pasa? – dijo Ela.
- Un momento. Mi amor. Se me ocurre algo.
Ricchi sacó el celular del bolsillo. Era celular de Brash, asistente de la doctora.
- ¿Qué vas a hacer? – preguntó Ela.
- Buscar a los "crimson".
- ¿Qué es esto?
Ricchi se dio vuelta y miró a Ela.
- Es la gente igual que tú.
Ela bajó la mirada. No sabía que responder. Pero entendió perfectamente de que se trata.
El chico prendió el celular y empezó a revisar los contactos.
"¿Entonces que tenemos acá?"
Los contactos eran comunes. Los nombres, teléfonos. Nada inusual. ¿Cómo encontrar acá a los verdaderos "crimson"?
"A ver. En la morgue yo mandé dos mensajes. Al primer contacto y al segundo. Y vino ayuda".
Los contactos no estaban ubicados por orden alfabético. Primer contacto se llamaba "Hilda". Segundo – "Tom".
Uno de los dos.
Ricchi marcó el número del primer contacto.
Después de tres tonos lo atendió la voz de una mujer.
- ¿Hola?
- ¿Señora Hilda? – dijo Ricchi.
- ¡Equivocado! – lanzó la mujer y cortó.
"Claro" – pensó Ricchi – "ella vio el nombre del Brash en su celular. No iba a atenderlo. Ya se enteró de lo que pasó en el hospital".
Ricchi marcó el número del segundo contacto.
- ¿Hola? ¿Brash?– atendió la voz de hombre. Ricchi tenía sensación que conoce esta voz.
"Parece que en esta ciudad tengo más conocidos que en mi propia."
El contacto "Tom" parece que sabía un poco más del asunto.
Ricchi le contestó. Le explicó el asunto.
Después de una breve conversación se acordaron encontrarse en las afueras de la ciudad.
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Editado: 27.09.2019