La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 1

—Lady Sharon.

Alguien pronuncia mi nombre, una voz lejana, quizá conocida. No consigo distinguir de quien es el canto desesperado.

Mantengo la vista orientada a la pintura que descansa en el caballete. Enfoco mi atención en el lienzo, los detalles, los colores, la técnica precisa. Desvío mi atención al enorme jardín frente a mi ventana que sirve de modelo junto al cielo de tonalidades diferentes que anuncia la puesta de la tarde. Esparzo con el pincel los últimos retoques a los espacios vacíos de la pintura.

—Excelentísima, su madre viene pronto —siguen insistiendo.

La voz distorsiona el espacio de calma a mi alrededor.

—¡Sharon!

La puerta de mi habitación es abierta de manera abrupta, el eco genera un estruendo que reverbera en el espacio cuando la madera choca con la pared.

Doy un salto en la silla a causa de la sorpresa y mi mano que sostiene el pincel con las ultimas gotas de pintura, se desvía a otra dirección, lo que ocasiona un borrón negro a un lado del cuadro, destrozando su color, la vida plasmada en los retoques.

Giro sobre mi silla, encontrando a la persona que ha irrumpido mi momento de poca inspiración.

Mi madre.

Elodi Fliescher, quien ha hecho flamante entrada, frena su paso a mitad del camino. Cruza los brazos sobre su pecho, su perfecto rostro de señora duquesa luce molesto, causa de mi escaso animo a sus órdenes.

He arruinado el dibujo —es lo que puedo pensar en ese momento.

—Madre —saludo con una simple inclinación de cabeza sin levantarme del asiento.

—Por los ancestros —murmura mientras deja caer sus brazos a cada lado de su cuerpo. Su cara de reproche me advierte la disputa que se avecina—. ¡Llevo esperando horas por ti! ¿Qué te tiene tan distraída que no puedes darte cuenta de la hora que es? Llegaremos tarde si no te das prisa, Sharon.

La observo por tres segundos. Niega con su cabeza sin que ni un mechón escape de su peinado.

Elodi se gira, le escucho hablar con las doncellas sobre detalles. Desatiendo con ella y regreso la atención a mi cuadro medio dañado, medio recuperable.

Tomo un nuevo pincel con la intención de pretender camuflar el desastre. Casi tres horas con la espalda entumecida como para desechar el cuadro en un segundo. Repaso con mi dedo la línea curvilínea que abarca la esquina de la pintura. Hago una mueca.

Busco el ángulo correcto o algo que pueda rescatar, sin embargo, parece algo imposible de ocultar. La mancha negra vibra entre tantos colores.

Si no conociera a madre y la razón de su desespero, hubiese pausado cualquier distracción, además de haber cumplido su mandato en un segundo, sin embargo, conozco la razón de su tormento.

Sé que está desesperada por el evento que organiza la familia Real, un evento bajo la excusa de festejar las ganancias obtenidas en el último mes, los nuevos negocios, las nuevas alianzas en el exterior.

Más que celebrar, el evento se presta para alardear al mundo el título de sociedad que se posee y el poder de cada familia que pertenece al círculo de los Altos.

Por una semana he intentado ignorar las voces, los murmullos en los pasillos de mi hogar o a cada lugar que vaya. No se habla de otro tema que no sea el Rey y su festejo. No hay ni una sola persona en el reino que no hable de tal celebración, entre ellos mis padres. 

«El baile que organizó la familia real»

«¿Hablara sobre el cortejo?»

«Llevaré mi mejor vestido»

«No puedo esperar a usa las nuevas joyas»

«Fiesta de la alta sociedad»

«El baile»

«El Rey» «El Rey» «El Rey»

Estaba harta de tanto murmurador. Me daba jaqueca escuchar a mi madre, a su grupo de amigas y a casi todo Kindstone mencionar al Rey como una deidad que organiza los mayores banquetes que sí, los hace, pero parecía que no hiciera los suficientes cuando hace apenas dos semanas asistimos al último evento.

Cargar la rutina, la vida de apariencias a la que se es sometida por el simple hecho de llevar un distintivo título. La muerte siendo la única capaz de borrar aquella inscripción y, aun así, probablemente las personas lo mencionarían antes de mi nombre por puro pesar.

«Excelentísima Sharon Fliescher, distinguida duquesa, hija y soñadora imposible»

Las familias de los Altos toman los eventos sociales como la oportunidad de vestir a sus hijas con las mejores telas, a sus mujeres de alta edad con las mejores prendas y joyas, así ellos presentarlas con orgullo.

Es lo que mis padres también esperan hacer de mí.

Al ser la segunda familia del círculo de los Altos de Kindstone, cargar con el título de Duques, el distintivo “Excelentísimo" y lo que conlleva la influencia de aquel, causa que Elodi muestre muy orgullosa por qué aquella inscripción nos pertenece.

Con el pasar de los años mi voluntad propia a ellos se ha ido extinguiendo, sin embargo, se espera que asista, no como una solicitud, sino como una obligación.

Así funciona nuestra familia, así se trabaja en la sociedad, pero aquel es un tema delicado en mi familia, casi prohibido de mencionar, el cual termina en discusiones la mayoría de las ocasiones, además de mis pequeñas e infortunas ilusiones rotas, siempre que quiero hacerme escuchar o hacer valer mi opinión.

Me gusta la distracción, la risa o cualquier cosa que permita alargar el momento a resignarme sin excusas y aceptar que no tengo otra alternativa para escapar de las horas torcidas que se avecinan y mucho menos para escapar del papel que el título me dicta a adoptar o el que mis padres me enseñaron a mostrar.

Un suspiro escapa de mis labios, mas no me muestro derrotada, una razón que adopto como lema. Aquellas obligaciones no serán tropiezo en el letargo de mis sueños que aun descansan a la espera de su momento.




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