Observo a mi padre charlar con Milickan y Melissa sobre el ataque ocurrido en las orillas de Ormant. Luego de informar a las familias de todas las chicas que estaban reunidas, los padres de cada una llegaron por ellas y luego cada uno ha marchado a su hogar, quedando cancelada la reunión, espero, hasta el año siguiente.
Al menos he asistido y cumplí con parte de mi deber. No debo preocuparme por otra asistencia ¿Verdad?
Y en cuanto a Jhuriel…
—El ataque fue perpetrado por los matones del puerto y los Rebeldes. El sonido no fue nada más una distracción, pirotécnicos para alejar a la guardia. Iban por el botín y las joyas. Gracias a los dioses no hubo heridos —comenta Milickan.
Le doy un sorbo a mi taza de té, y observo de manera alterna a los dos hombres que charlan en el salón de mi hogar.
Tanto a mi madre como la reina lucen inquietas y murmuran entre ellas. Elodi lleva una mano a su pecho y la Melissa le da un apretón en su hombro. Quiero rodar los ojos, pero me escudo bajo la taza.
—Gracias a los dioses —exclama Elodi, pero no la miro a ella o a nadie en concreto—. Los dioses nos libren de las consecuencias que hubieran tenido si algo les sucedía a esas damas o a mi hija —nuestras miradas se encuentran a través de la distancia. Finjo una sonrisa de pesar y darle un toque de dramatismo a la escena.
—Seguro te ahorrarías muchos regaños, madre —murmuro para mí, sin apartar la taza de mis labios y finjo alejar el humo.
Me acomodo en el sofá. El grupo de caballeros del palacio Real parecen mucho más interesante. Uno en específico cuando siento su mirada. Entrecierro los ojos en su dirección, con mi parpado temblando peligrosamente.
Jhuriel no se queda atrás y muestra su mirada retadora. La media sonrisa que intenta esconder me hierve la sangre.
¿Cómo puede actuar tan fresco y jovial? Puede que empiece a odiarlo por la manera en la que me ha sostenido contra él sin ningún tipo de descaro luego de rechazar mi propuesta en cuanto a su decisión.
Oficialmente Jhuriel pasa a ser parte de mi guardia. En vista del último ataque hace un par de horas y que las identidades de los cómplices de Jackson siguen siendo anónimos, mis padres no pudieron negar la petición y el acuerdo tras la propuesta de Milickan.
Mi opinión y mis esfuerzos fueron en vano, un punto más a la lista de orgullo de Jhuriel, uno en derrota para el mío.
Me vi envuelta en mi propio circo y la máscara de estúpida no me la quita nadie, ni siquiera yo misma, así que me escondo tras la taza y finjo que el té es el mejor que puedo probar mientras mantengo a raya mi enojo contra el caballero.
«Maldito Jhuriel»
Debía rechazar la decisión de quedarse aquí, aun así, no lo hizo y ha aceptado quedarse, acciones que me llevan a analizar y cuestionar los puntos.
¿Puede ser posible que haya sabido lo del ataque?
¿Que el ataque perpetuado haya sido una función organizada por el Rey? Y si fuera de esa manera… ¿Con que fin?
Dudo mucho, ya que los Rebeldes buscaban joyas y era un ataque dirigido hacia el Rey y su madre, los que estábamos en Ormant nos encerraron en el círculo y nos volvieron parte de la escena.
—Sharon —alejo la mirada de Jhuriel.
Encuentro a mi padre y de quien no escuche ni una sola palabra debido a mi propio letargo retador en el que dentro de mi mente sacudía a Jhuriel hasta exigirle la verdad.
Dejo la taza a un lado, en la mesita. La mirada de todos los presentes puesta sobre mí.
Me pongo de pie ya que aborrezco la sensación de ser vista desde la altura de mi padre, además de ser una falta de respeto de no ser porque uno de esos matones estuvo cerca de mí, ni siquiera estaría sentada, no cuando los máximos gobernantes se encuentran en el salón de mi hogar.
—Dime, padre —Leonardo y Elodi toman su espacio. Leonardo apoya una de sus manos sobre mi hombro mientras me mira, fijo.
—Tu madre y yo debemos discutir el asunto referente a los Rebeldes junto a los Reyes y los Altos, un asunto de La Clase y el trabajo acumulado. No te preocupes por nosotros, quedas resguardada con seguridad. Trataremos de regresar a la hora de la cena. ¿Bien? —
Ignoro el hecho que otra vez, sus asuntos son más importantes.
—Si, bien, pero… ¿Qué pasara con ellos? Los Rebeldes no iban contra nosotras, padre —menciono en tono bajo y sugerente.
Los Rebeldes son un grupo de personas que se revelan en contra de las leyes de Kindstone y en contra del Rey y su mandato, personas que piden y gritan justicia. Nunca atacan a los civiles, atacan a la guardia Real o donde se encuentre el Rey. Yo estuve con Jhuriel, pero él me ha ayudado.
Mis padres se miran entre si ya que no esperaban esa pregunta de mi parte. Desatiendo la presencia de los máximos en la misma estancia.
Decir la verdad en realidad es un golpe a su orgullo, por lo que no van a admitirlo.
—Recibirán su castigo, Sharon —responde Elodi, con el mismo tono delicado. Leonardo asiente, de acuerdo con las palabras de su esposa.
—Sabes que deben recibir sentencia, lady Sharon —Milickan se acerca con su madre detrás. Su mirada atenta y displicente como una máscara puesta sobre mi rostro—. No hay mucho que se pueda hacer por ellos. Organizaron un ataque público con pirotecnia en el cual se vieron expuestas muchas vidas, las de las damas en específico, además de un robo y la revelación contra la Elite de Kindstone cuando atacaron a la guardia. Por supuesto es un acto que será llevado a juicio para recibir el veredicto. Todo sea por el bien común.
Asiento, reacia. Sus ojos no lucen sorprendidos, más bien, sonríe de lado, como si hubiese esperado mi pregunta y él su respuesta para quedar como el héroe.
Debo ser más discreta respecto a mis reacciones con el Rey de cerca.
Milickan y Jhuriel… ambos un sequito lleno de secretos y misterios que encubren.