—Eres digna de ser una Fliescher. Camina con la cabeza en alto, hija y demuestra seguridad en ti misma.
Comenta mi madre detrás de mí. La miro a traves del reflejo en el espejo que muestra mi figura y el trabajo que las doncellas han hecho
Ruedo los ojos, ganándome una mirada molesta de su parte.
El día de la celebración de bienvenida a Russell está a tan solo una hora de iniciar.
—Nadie va a olvidarlo, madre, es un recordatorio constante desde hace años —ironizo.
Russell será el centro principal en esta celebración, pero no se lo menciono a Elodi.
Llevo un vestido color terracota hecho de seda y mangas largas. La parte superior tiene un escote de triangulo invertido en el que resaltan mis pechos debido al corsé, también de la parte superior cae una hilera de incrustaciones de piedras preciosas bordadas en color dorado que llegan hasta el entalle de mi cintura donde empieza la falda, se frunce y se forma extensiones drapeadas que caen hasta la base que cubre mis zapatillas de tacón plateadas.
Llevo un semirrecogido en rulos, nada extravagante, pero a la vez sofisticado y elegante, lo suficiente para sentirme cómoda en mi propia piel mientras dure el teatro. Mi cuello y lóbulos llevan la decoración de joyas, aretes de cristal y una gargantilla que el centro blanco queda atrapada en el hueco central de mis clavículas. Las ultimas joyas que recogí por Elodi en la joyería de Kindstone. Las joyas más modernas.
Madre acomoda un mechón de mi cabello y me alejo de su toque, de mi propio reflejo, de ambas a la vez. En sus ojos se refleja el desconsuelo, sin embargo, sus gestos no me conmueven.
No puedo permitirme algo que no existe.
—El carruaje está listo. Es hora de partir —padre aparece el umbral de la puerta. Le echa un vistazo a su esposa enfundada en un brillante vestido rojo, luego posa sus ojos en mí. El orgullo ilumina su mirada.
—Andando, Sharon. El tiempo nos apremia —Elodi da un pequeño empujón a mi cuerpo, incitándome a salir de la seguridad de mi habitación.
Ella envuelve sus brazos con el de mi padre, levanta sus ojos mientras sus manos lo acarician como. Las alianzas de oro relucen en sus dedos como si supieran que madre lo mira con adoración.
Aparto la vista de ellos. Retengo el suspiro. Si tan solo fuera fácil expulsar la frustración del cuerpo en un jadeo, tan libre y frágil que se disuelve con facilidad en el aire y no queda más rastro de él, si fuera tan fácil dejar escapar las emociones que corroen, desde hace tiempo dejaría atrás las mías.
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Siento que mi estomago se atrapa en nudos en el momento que el carruaje entra en el terreno de los Velvont. El castillo medianamente se alza desde metros de la entrada. Los jardines se muestran cuidados y amplios como toda familia que pertenece a la sociedad. Se visualiza la decoración dorada combinada con colores neutros.
Un pequeño recital de instrumentos que tocan una canción en honor a la llegada de su hijo se explaya en nuestros oídos cuando bajamos del transporte y la iluminación nos recibe.
Los caballeros encuentran su posición de guardia. Elay se encuentra entre ellos como escolta de Elodi, otros dos que junto a Aaron desaparecen dentro del palacio.
Me preparo para entrar, cualquiera deduciría que es fácil simular una sonrisa, saludar y disfrutar, no obstante, mi historia con las hermanas y el protagonista Russell, no es fácil de digerir, sumado a eso, los roces que siempre han precedido entre ambas familias ya que una historia antigua viene con ellos. Una que desconozco casi en totalidad.
Antes de avanzar, madre gira y me toma del brazo. Susurra unas palabras en mi odio que solo Leonardo y yo escuchamos.
—Ya sabes tu lugar, demuestra que eres una Fliescher y evita el conflicto —giro mi cuello hacia ella y endurezco la expresión en mis ojos.
—Ya lo sé, ¿sí? Me lo recuerdas a diario, se cómo actuar, se cómo comportarme y si es por el apellido ese incluso está grabado. No tienes que insistir, siempre cumplo lo que me piden —miro de reojo a mi padre—, no tienes que seguir recordándome lo que ya se —espeto, seria. No sueno brusca, ni molesta, es un tono neutro, bajo y prudente.
—No esperaríamos menos de ti, Sharon que para eso fuiste correctamente educada y no se trata de un apellido escrito en un pedazo de papel, sino en el peso que representa para nuestra familia, hónralo como debes —sisea mi padre. Observo su perfil, sin embargo, él no lo hace, tiene sus ojos al frente.
Prescindo de su apoyo y concentro mi atención en el espectáculo dentro de la casa de los Velvont.
Elodi vuelve a su posición al lado de su esposo y afianza a su brazo, me quedo al otro lado junto a él, con la diferencia que no lo sostengo.
No puedo contener las ondas de recuerdos que aparecen desde el horizonte donde los mantenía soterrados en el momento que somos recibidos por la guardia de uniformes bronce de los Ilustrísimos Marqueses.
Confío en que poseo la valentía y el coraje suficiente, pero esta tiembla cuando la familia entera de los Velvont llega a recibirnos.
Grecia y Amelia con una sonrisa orgullosa y segura al estar en su territorio. Visten vestidos extravagantes, con armazón que completan hasta las faldas de sus prendas. Llevan joyas largas y brillantes, así como unos guantes que llegan hasta sus brazos. Su madre les hace juego.
El Marqués Rodolf lleva un traje similar al de padre mientras que Russell… realmente luce encantador, ataviado en su traje hecho a la medida. El rojo del saco levita que se ajusta a su torso entrenado en broches dorados le sienta bien, incluso el jabot lo lleva puesto de manera despreocupada. Sus pantalones negros se ajustan a sus piernas y sus botas altas negras le dan el toque elegante.
Él es una obra que es casi imposible evitar admirar, mientras lo hago, también aparece un impacto de resentimiento se asienta en mi pecho.